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LIGA DE CAMPEONES | VILLARREAL 1 - ARSENAL 1

Fútbol total

El Villarreal y el Arsenal ofrecen un gran partido y dejan la eliminatoria abierta tras dos golazos de Senna y Adebayor

El Villarreal y el Arsenal nunca defraudan . Apuestan por el fútbol hasta sus últimas consecuencias. Cada uno a su manera, siempre a favor del espectáculo. El conjunto de Pellegrini pudo considerarse vencedor a los puntos, impulsado por un Senna excepcional. Impuso su superioridad técnica en la primera parte. Y perdonó una ventaja mayor. Respondió el cuadro de Wenger como se esperaba: con velocidad supersónica. Y con la clase de Cesc y de Adebayor, que volvieron a aliarse para empatar la eliminatoria en una jugada de altos vuelos, por el pase y el inapelable remate del africano. El Villarreal, en cualquier caso, no ha dicho su última palabra. Le queda Londres para pronunciarla. Por mucho que el Arsenal dejara dicho que es mucho Arsenal.

VILLARREAL 1 - ARSENAL 1

Villarreal: Diego López, Ángel, Gonzalo Rodríguez, Godín, Capdevila, Cani (Matías Fernández, m.46), Senna, Eguren, Ibagaza (Guille Franco, m.78), Llorente (Pires, m.70) y Rossi.

Arsenal: Almunia (Fabianski, m.27), Sagna, Gallas (Djourou, m.43), Touré, Clichy, Walcott (Eboué, m.78), Song, Cesc, Denilson, Nasri y Adebayor.

Árbitro: Tom Henning Ovrebo (NOR). Mostró tarjeta amarilla a los visitantes Song, Adebayor, Cesc y Nasri.

Goles: 1-0, m.10: Senna. 1-1, m.65: Adebayor.

Incidencias: partido de ida de los cuartos de final de la Liga de Campeones disputado en el estadio de El madrigal, en Villarreal, ante 22.000 espectadores. Terreno de juego en buenas condiciones.

La propuesta del Villarreal fue de una limpieza extrema. Cometió en el primer tiempo tan sólo cinco infracciones, dos de ellas ya en los minutos de descuento. Y no por falta de pasión, sino por un uso exquisito del arte defensivo: siempre atacando el balón, no al contrario, sin conceder apenas ocasiones a un rival de tanto volumen ofensivo como el Arsenal. Siempre al límite del área grande. Como le gusta a su entrenador. A las órdenes de dos centrocampistas de verdad, Senna y Eguren, que, rodeados por hasta cinco imberbes gunners, reivindicaron la experiencia como unvalor supremo. Ganaron su posición en el círculo central y, desde allí, dirigieron el ritmo, para atacar y defender.

Tal y como se esperaba, el duelo nació electrizante, pero el que marcó las reglas del juego fue el Villarreal. Ibagaza, entre líneas, organizó los rondos en los que se convirtieron los ataques amarillos, muy oxigenados por los movimientos siempre inteligentes de Llorente y, sobre todo, Rossi. A pesar de su fortaleza física, el Arsenal se vio desbordado. Era el triunfo de la técnica, coronada por el fabuloso gol de Senna, reminiscencia cultural de su país de origen, Brasil. Rossi despejó la corona del área en uno de sus culebreos y le dejó el balón corrido a Senna. El capitán lo atacó a la manera brasileña: con el exterior del empeine derecho. La pelota describió una folha seca y se coló por la escuadra izquierda de Almunia, que luego tuvo que retirarse tras un choque con Ibagaza.

El Arsenal acusó ambos golpes. El meta suplente, Fabianski, entró rápidamente en calor tras un cañonazo a bocajarro de Capdevila. Los gunners concentraron su juego por la derecha, donde no había antídoto para la velocidad de Walcott. Hasta que Capdevila le pilló la distancia. A Cesc se le vinieron encima los tres meses y medio sin jugar. Le faltaba ritmo. Y en cuanto a Song y Denilson, resultaron meros acompañantes, especialmente desatinado el africano en la distribución del balón.

No contento con su superioridad, Pellegrini advirtió un punto débil en su equipo, Cani, y lo sustituyó por Mati Fernández. El Arsenal adelantó las líneas y Cesc acaparó más protagonismo, con todo lo que eso supone. Su equipo asfixió al Villarreal en el centro del campo y Cesc se encargó del resto: servir templado a la corona del área a Adebayor, que recibía de espaldas. Un contratiempo para cualquier otro, pero no para Adebayor, que paró con el pecho y remató de chilena. El Madrigal enmudeció. Y el Arsenal comenzó a jugar a placer, con el dinamismo que se le suponía.

Pellegrini trató de recuperar lo que había perdido: el control en el medio. Retiró a Llorente a favor de Pirès. El partido pedía un arranque pasional de Nihat, pero Pellegrini prefirió extrañamente a Guille Franco. Otro misil de Senna que se escapó por unos centímetros despertó al Madrigal, que había alzado la bandera blanca. El partidazo de Senna fue irreprochable. Levantó de nuevo a un equipo que parecía muerto. Y lo dejó en pie para la apasionante vuelta londinense.

Adebayor remata acrobáticamente ante la oposición de Gonzalo.
Adebayor remata acrobáticamente ante la oposición de Gonzalo.AP

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