Reconciliación en Mestalla
El Valencia cierra heridas ante Osasuna en un gran ambiente favorecido por un error arbitral
Después de la guerra civil que ha sufrido el Valencia en los últimos cuatro meses, Mestalla celebró ayer la reconciliación. Regresaron muchos a Mestalla y no sólo los tres proscritos por Koeman. Había gente que se negaba a volver mientras el holandés estuviera en el banquillo. Y hubo un ambiente de fiesta, de liberación, de alegría después del técnico derrocado. Voro aplicó el sentido común. El 4-4-2 de siempre, el juego por los extremos y la recuperación de un puñado de talento triturado por el anterior entrenador: Joaquín, Vicente, Angulo, Cañizares...
Cañizares disputó todo el partido, concentrado, aunque sin apenas trabajo. Y Angulo jugó a tope los últimos minutos, como delantero, con una calurosa acogida por parte de la grada y de los compañeros. Uno de ellos, Joaquín, renunció a marcar su segundo gol para entregárselo a Angulo, pero le pasó mal la pelota. De los marginados, sólo Albelda quedó ausente. Probablemente porque Voro pensó que era el único de los tres que, tras haber denunciado al club, despierta pasiones encontradas.
Mestalla vivió "un ambiente de Champions", como lo bautizó Ziganda, en el que el árbitro decidió unirse a la fiesta. Le regaló al Valencia un penalti y la expulsión del portero Ricardo cuando el partido se desperezaba. Osasuna, que se siente machacado por los arbitrajes, ya no reaccionó.
No era ni penalti ni expulsión, para desesperación de Osasuna, que se quedaba con uno menos y con un gol en contra. Y Villa lo sabía. Sabía que había buscado el contacto con el portero y se había dejado caer. Piscinazo. El balón, además, salía hacia fuera de la portería, lo que debería haber descartado también la expulsión. El propio Villa transformó el penalti frente el meta recién entrado, Elía.
El Valencia se encontró con el escenario ideal para quitarse la tensión de encima. Ziganda hubo de prescindir de Juanfran y desplazar a Plasil a la derecha: perdió potencial en el centro del campo. Marchena y Baraja manejaron a su equipo con soltura, bien secundados por la siempre punzante presencia de Joaquín y Mata por las bandas. Y, cómo no, la exquisita zurda de Silva para enlazar con la picardía de Villa. En fin, los buenos futbolistas a escena.
El peor enemigo del Valencia fue su lateral izquierdo Caneira, un peligro público. Cada vez que entraba, falta. Soltó tantos codazos que los delanteros de Osasuna acabaron con las orejas enrojecidas, ante la indignación de Mestalla y de los propios jugadores valencianistas.
Angulo recibió una calurosa ovación cuando salió a calentar. Mata, éste sí una herencia positiva de Koeman, remachó un pase atrás de Villa en una falta ensayada. ¡Una jugada de estrategia! Apenas tres entrenamientos con Voro y les salía una acción preparada. Joaquín fue un espectáculo por su extremo. El Joaquín de La Maestranza.
Entregado Osasuna, al Valencia le dio un bajón. Necesitaba algún cambio. Voro tardó en efectuarlos y al equipo le costó salir de la melancolía. Cuatro meses de sufrimiento pesaban demasiado. Entraron Vicente, Edu y Angulo. Aire fresco. Después de tanto guerracivilismo entre los partidarios de Soler y sus opositores, Mestalla celebró su reconciliación
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