_
_
_
_
LIVERPOOL 1 - CHELSEA 0 | LIGA DE CAMPEONES

Pena máxima para el Chelsea

El Liverpool alcanza la gran final de Atenas tras eliminar al equipo de Mourinho en la tanda de penaltis

Las cerca de 45.000 gargantas que retumbaban entre los vetustos cimientos de Anfield al inicio del partido hacían presagiar un bello espectáculo. Un descarnado cuerpo a cuerpo entre dos equipos titánicos, pulidos hasta el último detalle y entregados a una sola causa: el pase a la gran final de Atenas. Liverpool y Chelsea, en su versión más pura, ofrecieron sobrados argumentos que explican la actual hegemonía del fútbol inglés en Europa. Dos equipos tallados con precisión quirúrgica y la fiabilidad de un reloj suizo. Dos colosos, frente a frente, en el mejor escenario posible.

Más información
Reina: "Me dio un bajón con el robo"
No hagan planes el 23 de mayo

El estremecedor griterío de los seguidores 'reds' atenazó la habitual arrogancia del Chelsea en los compases iniciales del encuentro. Los de Mourinho se mostraron compungidos ante la fulgurante salida de los guerreros del Liverpool. En tan sólo cinco minutos surgió la primera ocasión, procedente de las botas de Gerrard, que probó con escasa fortuna desde media distancia. Acto seguido, Crouch estuvo a punto de cazar un servicio de su capitán desde la derecha, pero la perfeccionada silueta de Drogba se interpuso en su camino.

El Liverpool, con Xabi Alonso y Arbeloa en el banquillo, arrolló a los del Mourinho en la primera mitad. Tal fue su dominio que antes de que se cumpliese la media hora de partido, ya contaba con una cifra de posesión superior al 70%. En contra de lo habitual, donde el Chelsea se expresa como un rodillo imparable, los compases iniciales se convirtieron en un auténtico calvario para los 'blues', que exclusivamente contaron con el músculo de Essien, Makelele y Mikel como único pretexto. Los discípulos de Benítez, aferrados a una heroica remontada, pelearon cada balón hasta el límite, a ras de césped.

Lejos de reaccionar, el Chelsea cayó en su propia trampa. Un despiste, un pequeño desajuste en su maquinaria permitió a los de Bénitez lograr el gol en una estudiada acción a balón parado en la que Agger remató con la precisión de un arquero. El tanto del central danés, que igualaba la eliminatoria, despertó efímeramente a los de Mourinho de su letargo. Antes de llegar al descanso, la bestia 'blue' emergió por unos instantes para sembrar de incertidumbre Anfield. Primero, con un tiro de Drogba que se estrelló contra la oportuna aparición de Reina. Poco después, fue Essien quien pudo marcar, pero no acertó en su testarazo. Y finalmente, el guardameta español tuvo que emplear sus puños para desviar un envenenado disparo desde la banda que se colaba en su portería.

Intercambio de golpes

El empuje del Liverpool, llevado en volandas por la grada, encerró al Chelsea en su campo en el segundo acto. En esta ocasión, fueron los de Mourinho los que tuvieron que hacer frente al permanente acoso y derribo que habitualmente practican. Sin embargo, y en su deseo de convertirse en un grande de Europa, el conjunto 'blue' aguantó el correctivo y salió de la encerrona planeada por su rival. Tras un remate a bocajarro de Crouch y un tiro de Kuijt al travesaño, el equipo londinense enseñó los dientes con dos peligrosos acercamientos de Ashley Cole y Drogba bien solventados por Carragher y Reina respectivamente.

El intercambio de golpes desembocó en un mayor dominio del Chelsea. Consciente de su fortaleza física en los tramos finales de los encuentros, el conjunto 'blue' recurrió a los balones en largo en busca de un chispazo de Joe Cole o alguna genialidad de Drogba. El Liverpool, muy bien armado defensivamente, repelió los ataques y se permitió el lujo de intimidar a Cech con diversos balones aéreos. Mientras, en la banda, Mourinho y Benítez no dejaban de dar constantemente órdenes a sus pupilos. Obligados a encontrarse por la cercanía de los banquillos de Anfield, el técnico español soportó el recurrente desaire del luso hasta la conclusión del partido.

Gol anulado, dosis de suspense y Reina

La prórroga se tradujo en un intenso ejercicio de ajedrez. A cada movimiento le seguía el exhaustivo análisis del otro contendiente, pendiente de no dar un paso erróneo. Una gran batalla de estrategas engalanada por el You'll never walk alone entonado por la hinchada de Anfield. El apoyo de sus supporters dio alas al Liverpool, que hizo rugir momentáneamente a su estadio cuando Kuijt marcó en posición de fuera de juego. Mejuto, correcto durante toda la contienda, anuló el tanto del holandés.

En los instantes finales, una peligrosa internada de Wright-Phillips pudo dictar sentencia, pero Drogba, excelentemente marcado por Carragher, no pudo conectar el remate. El Liverpool reaccionó con una nueva acción de Kuijt a la que respondió bien Cech. La antesala a la siempre cruenta tanda de penaltis. Los jugadores del Chelsea formaron una tupida piña en torno a Mourinho, mientras que Gerrard alentaba a sus compañeros. Zenden no falló ante Cech, pero quién sí lo hizo fue Robben frente a un espléndido Reina. Llegó el turno para los especialistas. Xabi Alonso, Lampard y Gerrad tampoco erraron. Geremi, en otra onda, lanzó contra el cuerpo del portero español y Dirk Kuijt transformó el penalti que clasificaba a su equipo para la final con suma frialdad. Anfield estallaba de júbilo, The Kop ondeaba sus banderas y Mourinho enfilaba el túnel de vestuarios abatido.

Los jugadores del Liverpool festejan el triunfo
Los jugadores del Liverpool festejan el triunfoAP
Reina se dispone a detener el penalti lanzado por Robben
Reina se dispone a detener el penalti lanzado por RobbenAP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_