El Madrid no se rinde
Una acción a balón parado, en la que Sergio Ramos cabeceó un buen pase de Beckham, alimenta los sueños del Madrid
El Real Madrid continúa subido al tiovivo en el que se ha convertido esta Liga y que le lleva por momentos a acercarse al líder y a soñar con el título para descender poco después y ver el campeonato como un sueño casi inalcanzable. Con todos sus defectos, sus limitaciones y hábitos adquiridos bajo la dirección de Fabio Capello, lo cierto es que el Madrid contra los grandes, y el Valencia lo es, no pierde la cara a los partidos. Y lo hace, además de por la motivación que supone tener delante a otro candidato al título, porque contra estos equipos es menos escandaloso ceder la iniciativa, vivir en tu campo y fiarlo todo a un contragolpe o a una acción a balón parado que solucione el choque. Porque el Madrid no se rinde y sigue alimentando sus opciones de ganar la Liga apoyado en un fútbol paupérrimo, impropio de un escenario como el Santiago Bernabéu.
El Valencia es un conjunto muy táctico, que vive más cómodo sin el balón, pero con la personalidad y el fútbol suficientes como para salir al Bernabéu y llevar la iniciativa. Cuando esto sucede el Madrid ve el cielo abierto. Sin la pelota a uno se le notan menos los defectos y al contragolpe la velocidad roba protagonismo a la técnica. Eso, claro, hasta que te aproximas al área, cuando llega la hora de definir y el balón parece cobrar vida propia y da más saltos que un conejo.
Poco más de un cuarto de hora tardó el Madrid en dibujar la mejor de las situaciones posibles. En la acción más brillante de la noche, Van Nistelrooy, Higuaín, Robinho y Gago combinaron al primer toque hasta que el argentino hizo llegar la pelota a Torres, que centró desde la izquierda para que Van Nistelrooy marcara con una espectacular volea. Vinieron entonces los mejores momentos del Madrid y aparecieron las dudas en el Valencia, que sufrió porque Albelda no fue el soporte que acostumbra a ser en el centro del campo, Joaquín y Silva se perdieron en las bandas y Villa y Morientes no asustaron. Pero surgieron desde la cueva Ayala y Albiol para levantar delante de Cañizares una muralla que el Madrid fue incapaz de derribar.
Como la ambición del Madrid se acaba cuando se ve por delante en el marcador y no duda, en una maniobra equivocada, en entregar el balón al contrario, el Valencia comenzó a sentirse más cómodo. Diarra y Gago, al que el árbitro Pérez Lasa le perdonó la segunda amarilla a los 40 minutos, empezaron a pasarlo mal y Morientes, hasta entonces ausente, mandó un serio aviso a Casillas cerca del descanso.
El paso por los vestuarios reactivó al Valencia, que no tardó en desnudar el sistema defensivo de los de Capello. Joaquín, en una de esas cabalgadas que le hicieron famoso y que no ofrece con la frecuencia que le requieren sus valedores, desbordó con facilidad a Torres y su envió lo aprovechó Morientes, solo en el punto de penalti, para empatar. Falló la ayuda a Torres, a la que no llegaron ni los dos mediocentros ni Robinho, y fallaron los centrales, Cannavaro y Sergio Ramos. Míchel Salgado intentó cubrir los defectos de sus compañeros, pero llegó tardísimo y cuando se puso a la altura de Morientes éste ya estaba celebrando el gol. No desaprovecha el Moro sus visitas al Bernabéu para macar contra el equipo en el que se hizo grande.
Beckham y las faltas
Se le empinó el camino al Madrid y quedaron al aire sus defectos en la creación. Si se ve obligado a llevar la iniciativa este Madrid sufre porque no sabe gestionar los partidos con el balón en los pies. Buscó ideas nuevas Capello con Guti, que ocupó el sitio de Gago, y devolvió al recuperado Beckham a la banda derecha, hasta entonces ocupada por Higuaín, condenado de mala manera por su técnico a vivir lejos del área.
Beckham justificó su presencia en un saque de falta desde la derecha, que defendió muy mal el Valencia, sobre todo Cañizares, un portero que vive debajo de los palos y principal responsable de que Sergio Ramos marcara de cabeza. El gol llegó de la única forma en la que podía llegar, en una acción a balón parado. Y es que cuanto menos se mueve la pelota, más cómodo se encuentra este Madrid sin fútbol y de pocas ideas. El gol dejó tocado al Valencia, que perdió a Joaquín por lesión, pero para que el cuento fuera completo debía aparecer Casillas, el ángel salvador de tantas noches. Lo hizo a un buen disparo de Del Horno desde la izquierda.
Recuperada la ventaja en el marcador se vio al Madrid más autoritario de la noche, mandando y dominando a un Valencia que se aleja, quizá de forma definitiva, de una Liga con la que sigue soñando el equipo que entrena Capello. Pero ya se sabe que lo malo de los sueños es que uno siempre se despierta de ellos.
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