La ley del campeón
Roger Federer pasa a la final de Mónaco tras derrotar por 6-3 y 6-4 a un Ferrero apagado y ausente
El "exceso de ganas" que apunta Antonio Martínez, el hombre que llevó a Ferrero a ser lo que fue en 2003, para definir la crisis que atraviesa Juan Carlos ha pasado muy desapercibida por la pista central del 'Monaco Country Club'. Lejos queda ya la etapa en que el ránking estaba presidido por un joven rubio con un látigo feroz por brazo. Cierto es que el valenciano tenía enfrente al número uno del mundo, Roger Federer, pero la garra del de Onteniente ha durado tres juegos. Hasta que Federer aprovechó una bola que rozaba la cinta.
En los primeros compases del partido, el número 21 del mundo ha jugado como si quisiera reivindicar un puesto entre los tres primeros, tuteando a Federer y haciéndole imposible desarrollar su juego. El de Basilea, acorralado en su revés, ha comenzado el encuentro por delante en el marcador, pero Ferrero traía la lección muy aprendida, y su táctica ha dado resultado.
Un derechazo se estrellaba en la red. Era el resultado de la desesperación del suizo. Juan Carlos Ferrero conseguía su primer 'break', y, viendo su juego, podían augurarse algunos más. Los peloteos desde el fondo de pista se sucedían constantemente en un monólogo de reveses cruzados de los que el Ferrero salía casi siempre vencedor. Federer aguantaba las acometidas del diestro con dignidad, y sufría, pero como un señor.
Pero entonces, sucedió. En el tenis, además de la fuerza y la técnica, hay dos factores determinantes: la suerte y la mente. En ese orden. En uno de los largos intercambios, la fortuna ha empujado hacia el campo contrario una bola de Federer que se estrellaba contra la cinta blanca de la red, y en esas centésimas de segundo el partido ha dado un giro de 180 grados. La mente (y la concentración) de Ferrero se venían abajo.
Ferrero pierde el norte
Desde ese momento, el helvético ha sido dueño y señor del partido. El fuelle que ha perdido Juan Carlos lo ha aprovechado Federer, que, además, se aprendió el cuento del valenciano. Ya no dejaba sitio a su revés, y en lugar de forzar el peloteo se escoraba buscando su mejor golpe: la derecha. Letal. Ferrero dejaba de estar en la pista, y empezaba a ser un autómata en el teatro de elegancia suiza.
37 minutos bastaron para que Federer se adjudicara la primera manga. Sin contemplaciones. Ferrero buscaba en vano el ritmo y el aire, pues su rival había pisado el acelerador a fondo. Como si tuviera prisa por ganar. No lo ha encontrado el de Onteniente hasta el tercer juego, que ganaba para ponerse 2-1 en contra. Juan Carlos despertaba, pero no era el de antes. Insistía en el revés del suizo, pero se encontraba su la derecha más letal.
Federer es imparable, y sin más licencias que las necesarias, en algo más de una hora y diez minutos es capaz de resolver semifinales que se preveían ajustadas. Ferrero, a priori firme candidato a la final soñada, sigue siendo rival menor para el de Basilea, capaz de dejar atónito al rival con un gesto de fuerza de derechas, pases de red con el revés, salidas de pista con el saque y desconcierto con dejadas imposibles. Con esta son 502 victorias personales, y la séptima frente al valenciano, de quien sigue esperando un nivel perdido en el Madrid desde hace cuatro años.
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