Un golazo resuelve un áspero partido
Eto'o da la victoria al Barça ante el Villarreal en un encuentro muy duro y mediatizado por la 'Champions'.
Despedidos los jugadores al grito de "campeones, campeones", el Barça ha dado un paso más para alcanzar la Liga con una escuálida victoria ante el Villarreal que le deja a sólo cinco puntos de revalidar el título a falta precisamente de cinco jornadas. Los azulgrana saben desde hace tiempo que el campeonato es cuestión de tiempo y esta victoria, lograda con un gol de Eto'o, ha quedado empañada por las lesiones en cadena de Larsson y Ezquerro, que dispararon las alarmas para la semifinal de la Champions ante el Milan. Tampoco le ha salido gratis el encuentro al Villarreal, trufado de suplentes porque ya tiene al Arsenal metido en la cabeza. Las rotaciones no le han eximido de las lesiones de Gonzalo y Peña, que dejó al equipo con diez en el último tramo de partido. Privado de la presencia de Ronaldinho y Riquelme, reservados para las citas europeas, el duelo perdió el encanto de otras veces y se volvió áspero y duro ante la complacencia del árbitro, muy negado.
El partido deja en el Barça serias secuelas para la cita del martes en San Siro. A las bajas ya conocidas de Xavi y Messi por lesión y la de Deco, por sanción, se añaden los interrogantes de Larsson y Ezquerro. Los problemas del sueco son especialmente graves porque dejan al Barça con lo puesto en la delantera. Reza la afición para que Ronaldinho, baja ayer, se recupere de sus molestias y ha puesto una vela para que ni a Eto'o ni a Giuly se les rasgue ningún músculo tras la epidemia que parece sufrir el vestuario azulgrana. Ante la baja del brasileño, fue el camerunés quien cargó al principio con el peso de un encuentro que nació eléctrico y vibrante, con el Barça como una moto, muy enchufado. Tiene tanta prisa por zanjar una Liga que parece ya aburrirle que empezó haciendo un juego vertical, rapídísimo, abriendo el campo por las bandas, con Eto'o y Van Bommel barriendo el frente de ataque.
Fue casi extraño tanto frenesí ante un partido raro, en Viernes Santo, y con una grada que tenía todos los números para estar medio vacía y que acabó medio llena gracias a los turistas que quisieron ver el cruce entre dos semifinalistas de la Champions. Todo virtual, porque Pellegrini optó por alinear a sus suplentes para reservar a sus titulares. Cambió al equipo de punta a punta: desde el portero (jugó Barbosa y no Viera, pues éste está sancionado en Europa) hasta el delantero (Guille Franco por Forlán). Y, por supuesto, tampoco estuvo Riquelme, el alma del equipo amarillo. Tantas ausencias provocaron que al Villarreal le costara de entrada frenar el vendaval azulgrana. Tuvo el Barça cuatro ocasiones claras y una la aprovechó. Directo hacia el pichichi, Eto'o marcó un golazo. Hizo un giro sobre sí mismo ante la presencia de Peña y chutó un disparo seco y potente que se coló entre el palo y la mano de Barbosa.
El gol tuvo un efecto desigual en los dos equipos: el Barça levantó el pie del acelerador y el Villarreal, repuesto del susto, adelantó líneas y empezó a tener más el balón. La mejoría amarilla coincidió con la desgracia azulgrana: primero se retiró el sueco por una aparente lesión en los isquiotibiales y Ezquerro le relevó. No aguantó ni media hora en el campo el riojano: cayó al césped tras una entrada que le hizo Peña y acabó con la rodilla derecha magullada. Fue sustituido por el casi inédito Maxi, recibido, no se sabe muy bien por qué, como un héroe. La aprensión empezó a dominar el juego azulgrana mientras el Villarreal, que también perdía a Gonzalo por lesión, empezó a amenazar a Valdés. Guille Franco tuvo dos ocasiones tras un resbalón de Edmilson y al intentar culminar un contragolpe de Jose Mari. Tampoco se dejo sorprender Valdés cuando Arzo probó una extraordinaria chilena.
Agitado en el área por Maxi, el Barça se desesperezó tras el descanso y Pellegrini, consciente de que necesita puntos para alcanzar la UEFA, retiró a Roger y puso a Guayre para reforzar la delantera. Tras desaprovechar sus nuevas ocasiones, el Barça acabó el encuentro mirando de reojo el reloj, sustentado en la fiabilidad de su defensa y dando gracias a que ni José Mari ni Guayre tuvieran el día.
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