Osasuna revuelca a un Barça ausente
Un error de Valdés y otro del árbitro castigan la indolencia azulgrana y premian el esfuerzo navarro
El título de Liga pasaba ayer por Pamplona, pero el Barça se enteró una hora tarde. El Valencia y el Madrid le abrieron un pasillo en Mestalla, pero los azulgrana salieron al antiguo Sadar, hoy Reyno de Navarra, entre despistados y fatigados por el esfuerzo del martes con el Chelsea. Osasuna puso lo suyo porque, aprendida la lección del partido de la primera vuelta, ahogó el centro del campo azulgrana y desdibujó por completo al equipo de Rijkaard. El Barça también ayudó lo suyo: Valdés, en una pifia de las suyas, para entusiasmo de la grada, regaló el primer gol a Valdo, y Milosevic marcó el segundo después de transformar un penalti que no era y significó además la expulsión de Edmilson. Ronaldinho apareció en el tramo final para que Larsson metiera al Barça en el partido. Pero fue demasiado tarde. La reacción sólo le llegó para amenazar con el empate y los azulgrana sumaron su cuarta derrota en el campeonato y acabaron con nueve.
Quizá estaba aún con la cabeza en la Champions, pero el Barça pagó caro saltar al césped con la misma intensidad que si jugara un amistoso. Pareció desenchufado y sin caer en la cuenta que podía dar un golpe definitivo para encarar el título. Todo lo contrario que Osasuna, dispuesto a amarrar la cuarta plaza y que no dejó de presionar. En cuánto pudo, intentó entrar por las bandas, tanto por la derecha, ocupada por David López, como por la izquierda con Delporte.
Los papeles parecieron de pronto cambiados pero el Barça siguió con la cabeza a otra parte, como si estuviera en la luna. Con indecisiones en defensa, con pérdidas de balón constantes en el centro del campo y sin la menor noticia en la delantera. Las carreras de Giuly, recuperado tras la lesión de Messi, fueron siempre inútiles; a Ronaldinho sólo se le veía su coleta y de Eto'o se supo que probó un chut desde el quinto pino. Ricardo vivió una media parte que ni soñada.
Tanta indolencia no pasó por alto a Osasuna que, a la segunda ocasión que tuvo, fue gol. Le cayó además un regalo llovido de cielo. Delporte se cambió de banda para lanzar un centro y Valdés despejó el balón con los brazos en alto hacia atrás, en una salida fallida, y lo dejó muerto a pies de Valdo que no tuvo más que empujarlo a la red.
Lejos de conectarse en el partido, el gol acentuó aún más la incapacidad de Barça para tomarle el pulso al encuentro. Osasuna nunca le dejó porque utilizó sus mismas armas con una presión axfisiante. Hizo la lectura perfecta. Bien plantado en el campo, el equipo rojillo invirtió toda su energía en ahogar el centro del campo azulgrana y Deco, Motta y Edmilson se las vieron y desearon para conectar con la delantera. El Barça nunca pudo tener el balón y, cuando lo tomó, lo perdió con suma rapidez. Y, cuando pasa eso, parece un pulpo en un garaje. Rijkaard optó por un centro de campo fornido, el que utiliza en los encuentros donde hay que pugnar, pero se encontró sin toque y profundidad. Y el resultado fue lo nunca visto: ni una ocasión de gol clara para el Barça.
Quizá solo fue una impresión pero dio la sensación de que algo cambió tras el descanso. Al menos Belletti puso por primera vez en aprietos a Ricardo. Osasuna, sin embargo, se repuso en un santiamén y aún amenazó más a Valdés. El partido empezó a romperse con faltas constantes, sin que el Barça encontrara su lugar en el partido y con una tarjeta amarilla a Edmilson que resultaría definitiva. Osasuna robó el balón en la medular, Milosevic entró como una bala en el área y el central brasileño le salió al paso. No le tocó porque el serbio saltó por encima del pivote, pero el árbitro le expulsó, señaló penalti y Puñal pudo celebrar de la mejor forma su 200 partidos en Primera División: marcó el segundo gol.
El partido se le puso que ni pintado a Osasuna y muy cuesta arriba al Barça, al que le quedaba media hora para reaccionar con inferioridad numérica. Rijkaard tardó en hacer los cambios —solo salió antes del gol Oleguer por el lesionado Belletti— y al final optó por el siempre eficiente Larsson y más tarde por Iniesta para tener el balón. Pero estos partidos solo los salvan tipos como Ronaldinho y el Barça espabiló en cuánto se enchufó. El brasileño asistió primero al sueco, que remató mal, solo ante Ricardo. Cuatro minutos después, repitieron la jugada y entonces el ariete no falló. Curiosamente, el Barça apretó más al final que en todo el partido pero su reacción llegó tan tarde que no le alcanzó ni para el empate. Aunque es cierto que cargó con dos errores, uno de su portero y otro del árbitro, el equipo azulgrana no supo rematar la Liga para suerte del Valencia y del Madrid, rehabilitados sorprendentemente.
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