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Crónica:FÚTBOL | 27ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Dos minutos de partido y de locura

El Athletic gana al Cádiz en la prolongación con un penalti repetido tras un gol no señalado

En San Mamés sobraron 90 minutos tediosos, llenos de encontronazos, imprecisiones, para más honor del colegiado Megía Dávila, que convirtió el día del árbitro en un recuerdo imborrable de su presencia en la Catedral. Sobraron 90 minutos donde sólo sucedieron decisisones judiciales, caprichosas, erráticas y erróneas, hasta que el cuatro árbitro sacó el cartón que añadía tres minutos al partido por el tiempo perdido. Ahí comenzó el encuentro y se paró por unos instantes el corazón de los 40.000 espectadores que llenaron San Mamés.

El balón se va al área del Cádiz, hay un centro precioso que Guerrero espera en el pico del área pequeña, hace el gesto de remate con la cabeza, pero una décima antes un defensor lo envía a córner. Lo saca el propio Guerrero y el efecto otorgado al balón sobrepasa los brazos del portero Limia; Varela, en el segundo palo lo saca con la mano, medio metro dentro de su portería. El arbitro auxiliar, muy sagaz, ve la mano, pero no que el balón estaba más cerca de la red que de la línea de gol y el árbitro pita penalti y expulsa a Varela. Tremenda injusticia para el gol olímpico de Guerrero. El penalti lo lanza Iraola con San Mamés enmudecido... y marca, engañando a Limia. Los jugadores lo celebran en un córner como el gol de su vida, pero... Megía Dávila ordena que se repita y amonesta a Orbaiz por entrar en el área antes de tiempo. Cambio de protagonista: lanza Tiko, fuerte y alto, y gol. Este sí vale. Y 30 segundos después, final del partido y apoteosis en San Mamés.

Y el Cádiz, con esa cara que se le queda al que ha arruinado un partido. Porque el Cádiz lo tuvo todo en sus manos y no supo qué hacer con ello. A los 15 minutos, Megía Dávila mandó a la ducha al lateral rojiblanco Amorebieta por dos amonestaciones. La primera, fue inapelable; la segunda... el día del árbitro. Entradas más duras de unos y otros quedaron luego sin castigo. El Athletic murió en ese momento. No es que tuviera muy buena pinta hasta entonces, pero comenzó a temblar en exceso. El Cádiz, timorato y reservón, vio claro que tenía al alcance de su mano un empate a cero que, al parecer, le sabía a gloria.

No es extraño que en esas condiciones nadie disparase a puerta en todo el partido entre los tres palos. Hubo algunas buenas intenciones, generalmente alimentadas por fallos en las salidas de ambos porteros, (Aduriz y Fleurquín remataron a la salida de sendos córneres) y hubo un tiro de Gurpegui, bonito y alto. Y no hubo más.

El Cádiz se armó para la batalla y no cambio el guión a pesar de disponer de 75 minutos de superioridad numérica. No había venido a ganar. Y perdió. Por lo visto no contaba con el periodo de prolongación.

El Athletic, con la soga al cuello, no le quedó más que la heroica. Clemente reaccionó tarde a la flaqueza de su equipo y sorprendió al respetable retirando del campo a Yeste (el único que había sido capaz de hacer futbol), Urzaiz (bien tapado por Fleurquin y De Quintana) y a Aduriz (lo que le valió una pitada). A cambio la entrada de Dañobeitia le dió la velocidad y la alegría de los futbolistas zascandiles y le devolvió el balón que había perdido; la de Guerrero, el córner que armó el lío y Tiko el gol de la victoria. Ásí que sacó pecho aunque el encefalograma futbolistico del Athletic sigue bajo mínimos. El Cádiz, en San Mamés, demostró tan poca fe que de su delantero Medina sólo se supo que estaba en el campo cuando lo abandonó. Dos cositas de Lobos y las palizas de Estoyanoff fueron lo único que anotaron en su agenda. Eso y una derrota inesparerada, quizá el castigo por su falta de fe en la victoria.

El centrocampista del Athletic de Bilbao, Julen Guerrero, en una jugada del partido contra el Cádiz.
El centrocampista del Athletic de Bilbao, Julen Guerrero, en una jugada del partido contra el Cádiz.TXETXU BERRUEZO

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