El Athletic coge aire
Un gol de Urzaiz da la victoria al cuadro vasco sobre el Racing en un duelo pasional
Hay partidos en los que el fútbol es un asunto secundario; en los que prevalece la pasión, los estados de ánimo y de necesidad, la viejas rencillas, los asuntos vecinales, la tradición en suma unida a la pasión. El Sardinero vivió un ejemplo más de esos partidos de fútbol sin fútbol que, sin embargo, llenan los estadios y tienen a los espectadores con un ojo en el espectáculo de la grada y el otro en el del campo por si, de repente, pasa algo que merezca la pena.
Lo primero no faltó durante los 95 minutos, en los que los seguidores más radicales de un equipo y otro se cruzaron cánticos e improperios en una guerra dialéctica que nunca fue a más. En el terreno de juego, por haber, hubo poco.
El Racing es un equipo extraño en su cancha. Juega a la contra y presiona como si actuase siempre a domicilio. Sus llegadas son, pues, contadas. Muchas veces, a base de balonazos al aire en busca del grandullón Pinilla. Y el resto, por el ímpetu del brasileño Melo, que ha hecho de su físico su principal argumento para jugar al fútbol.
Sin Antoñito, el Racing es un conjunto laborioso y rutinario que tira poco a gol y, eso sí, acumula kilos de sudor en la camiseta. Es decir, un rival adecuado para un Athletic que también ha hecho del esfuerzo su único argumento.
Así que fuerzas equilibradas y un primer tiempo sólo animado desde la grada por la guerra de voces. En el campo sólo había protestas en las áreas por los posibles penaltis y el juego subterráneo, pero no violento. Y mucha igualdad.
Javier Clemente decidió jugársela con Urzaiz, a la vista de que Aduriz estaba absorbido por la experiencia de Alfaro, y sacó al navarro aunque sólo fuera para hacer de pantalla. Manuel Preciado optó luego por Antoñito y el partido recobró el pulso de la emoción.
El Athletic perdía fuelle en el centro del campo, aunque intimidaba en el área, y al Racing se le habrían pequeñas autopistas para llegar a Lafuente. Pero el portero del cuadro bilbaíno no falló y sacó dos manos y un pie para evitar otros tantos goles de Antoñito, Pinilla y Serrano.
Pero la fe suele mover montañas. Y fe tuvo Aduriz, quien se llevó un balón imposible ante Pinillos, que se durmió, y el guipuzcoano metió el pecho para convertir en contragolpe lo que sólo era una pedrada. El remate posterior lo firmó Urzaiz a su estilo tradicional: raso y cruzado.
No había tenido más ocasiones claras el Athletic a pesar de que se jugaba en Santander media vida. Y la ganó. Sufrió hasta el minuto 95 con una falta de última hora llena de agarrones, empujones, y una expulsión de Moratón, pagano del rifirrafe.
Y todos, vuelta a cantar, mientras otros se iban con la cabeza gacha. Importaba el resultado, no el fútbol.
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