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Crónica:FÚTBOL | Ida de las semifinales de la Copa del Rey
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Zaragoza destroza al Madrid

Diego Milito, autor de cuatro tantos, y un maravilloso Cani ponen en evidencia al equipo blanco

Un Zaragoza bestial, implacable, mágico, con hechuras de gran equipo, inhumano casi en el acierto, le dio un meneo de cuidado al Madrid en un partido inolvidable para uno y otro. El equipo de Víctor Muñoz, inspirado hasta el agotamiento, dejó a su rival con pie y medio fuera de la Copa y con el orgullo hecho trizas. Un rival que enterró su brillante racha de siete triunfos consecutivos e hincó la rodilla molido a palos. Culpables de la escabechina fueron un Cani que se doctoró como futbolista y un Diego Milito que vivirá en los altares del Zaragoza el resto de sus días. Y culpable fue, al alimón con ellos, el Madrid en pleno.

Dos detalles de Cani pusieron a volar al Zaragoza. Como si de una orden se tratara, el par de acciones de su capitán, un prodigioso control del balón y un envío al hueco mirando al tendido, provocaron que el conjunto aragonés perdiera el respeto al Madrid de forma insultante. Tanto se lo perdió que le empezó a golpear de manera desaforada una, dos, tres, cuatro veces, cuatro de Diego Milito. Loco andaba Sergio Ramos persiguiendo fantasmas, desquiciado Helguera sin llegar a un solo balón y a un solo rival, fuera de sitio los laterales y con cara de no enterarse de nada, porque de nada se enteraba, Gravesen. Y los goles, cayendo.

Todo nació en Cani. Era éste un jugador maltratado durante mucho tiempo por la grada de La Romareda, que no le perdonaba su supuesta desgana. Pero de un tiempo a esta parte el chico se ha revelado como un futbolista de altos vuelos, potente y hábil, que desborda, imagina, inventa y resuelve allá en el carril del diez. Dos detalles fueron los suyos y el Zaragoza tocó a rebato para sacar los colores al hasta ahora intocable Madrid de Juan Ramón López Caro.

Pronto se vio que la presión del Zaragoza podía resultarle insoportable al Madrid. Porque Guti no conectaba con Gravesen, que se veía rodeado de rivales y, lo que es peor para él, rodeado de la pelota. Ahí hurgó el Zaragoza y de ahí sacó petróleo. Tranquilo vivía el conjunto de Víctor Muñoz a la espera de dar con la tecla. Una arrancada de Ewerthon, por ejemplo. Que llegó. Se fue el brasileño por la derecha, no le vio Roberto Carlos, no llegó al cruce Helguera y su pase atrás lo colocó Diego Milito en la escuadra. Fue el justo castigo a un Madrid que no se reconocía. Y que se sintió aún más castigado por el árbitro, que en la jugada inmediata no vio cómo César arrollaba a Robinho. La jugada era penalti, algo más quizá. Nada fue a ojos de Pérez Burrull.

Inquieto como estaba el Zaragoza no cejó en su empeño. Sin embargo, fue a encontrar recompensa en una de esas jugadas con pinta de chiste. Sacó de banda el Zaragoza, los defensas del Madrid dejaron solo a Diego Milito y el argentino marcó tras engañar a Casillas. Mientras el Zaragoza hacía el partido de su vida, el Madrid no sabía cómo taparse de aquella lluvia de golpes. No se tapó en el enésimo centro de Cani, quien no necesitó una sola carrera de más para hacerle un roto a Salgado, que llegó a Diego Milito, a quién si no, para que éste cabeceara a placer.

Estaba el Madrid partido por la mitad, fuera del partido, de la eliminatoria y de la Copa cuando Beckham le dio brillo a su bota derecha. Acarició el inglés el balón, que se fue al punto de penalti, a la espalda de la defensa, al sitio justo donde entraba como un cohete Baptista. Cabeceó con todo el brasileño, se fue dentro la pelota y el moribundo Madrid resucitó.

Lo hizo sólo un instante. Volvió del descanso apretando, con Guti más pegado a ese Gravesen que ha cogido un hueco de capital importancia en este equipo no se sabe bien por qué. Se acercó el Madrid al área de César, de donde, por si hiciera falta, volvió a echarle el árbitro al pasar por alto un penalti a Baptista.

Pero aquello fue lo de menos. El Zaragoza encontraba un tesoro y un gol en cada jugada. En el córner sacado por Cani que cabeceó Diego Milito. En el pase del capitán a Ewerthon, otro que se hizo grande en la fiesta, y que aquél mandó dentro. Y en el zapatazo del brasileño que agujereó la escuadra de un Casillas acribillado. Fueron seis y pudieron ser diez. Borracho de gloria estaba el Zaragoza ante un Madrid que recibió uno de los más sonoros castigos de su historia. Un Madrid que ha muerto para la Copa y para algo más quizá. Porque ayer López Caro, su sistema, sus jugadores, hasta parecía que el escudo, fueron mentira. Los borró de un plumazo el mejor Zaragoza que recuerdan los tiempos.

Diego Milito celebra, junto a Cani, uno de sus cuatro tantos al Real Madrid.
Diego Milito celebra, junto a Cani, uno de sus cuatro tantos al Real Madrid.REUTERS

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