_
_
_
_
_
Crónica:FÚTBOL | 20ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Lección de fiabilidad

El Valencia se impone al Betis con dos goles de Villa y un gran juego colectivo

Villa abandonó el césped del estadio Ruiz de Lopera envuelto en los aplausos de la afición bética, que no pudo más que sentir envidia del juego del asturiano y del equipo en el que lo hace. Demostró ser un delantero genéticamente puro, marcó los dos goles del Valencia con una ejecución impoluta y cada vez que le llegaba el balón les castañeteaban los dientes a cerca de 40.000 personas. Aun así, sería injusto destacarle por encima de sus compañeros. El cuadro de Quique Flores ganó como quiso y cuando quiso. Incluso dio la sensación de que ni sudó.

Tiene especial aceptación abordar los partidos de fútbol como si de batallas se tratara, hechos puntuales, aislados en su fatalidad y terreno propicio para los héroes. Pero el de hoy no fue más que la lógica cristalización de dos maneras de vivir el trabajo de futbolista y la gestión de un conjunto humano. El Valencia no necesitó alarde alguno para demostrar su superioridad absoluta sobre el Betis. Con los conceptos claros y las funciones de cada cual definidas, envió a los verdiblancos al cuarto de los ratones. Si el miércoles, la derrota ante el Madrid en la Copa revitalizó la moral de los béticos, la de hoy fue un mazazo a la credibilidad del equipo.

Llorenç Serra Ferrer articuló el equipo con Capi como catalizador y los dos refuerzos invernales, Robert y Tardelli, ayudando a Joaquín y Edu en el ataque. Permitió el Valencia que los béticos disfrutaran de una mentirosa sensación de control. Prueba de que el Valencia no estaba dormido fue la buenísima jugada entre Villa y Aimar, en el minuto 3, que, con el español diciendo tiqui y el argentino taca, acabó con una gran parada a una mano de Doblas

En la primera media hora, el Betis estuvo dinámico. Los noveles brasileños rotaban con Edu y Joaquín y Capi solía encontrar apoyos y huecos para dar profundidad a algunos pases. Poco antes del primer cuarto de hora, Robert cabeceó a placer un buen pase de Óscar López desde la derecha. Tardelli también estuvo a punto de colarse frente a Cañizares a fuerza de tropezarse y tener suerte con los rebotes. El Valencia, mientras tanto, a lo suyo: la defensa, plantada como con escuadra y cartabón cerca de la mitad del campo; los medios centro, ocupando el espacio por el que sus colegas del Betis habrían querido colocar el balón, y los puntas, vivos y rápidos en sus movimientos. Ni apuros ni prisas.

Después, el Betis comenzó a acercarse al precipicio. Una serie de inexplicables fallos de control y de falta de concentración culminó con una pifia de Luis Fernández, que dejó una pelota suelta y mansa frente a la línea del área grande. Un valencianista aprovechó la situación para pasar a Villa, que sentó a un defensa y marcó con la facilidad con la que otros se rascan el pico de la oreja. Y el Betis se vino abajo.

Con la puñalada ya en el cuerpo, quedó evidente que Edu y Joaquín penan más que juegan, que Robert y Tardelli parece que juegan no ya en otro equipo, sino a otro juego, y que el centro del campo está flojo, flojito.

En la segunda mitad, el Valencia continuó con su dominio en todas las líneas: de Regueiro a Angulo, de Moretti a Miguel. Y, sobre todo, Villa, que marcó de nuevo. Esta vez en carrera, repitiendo recorte y pepinazo a la red. Antes se le había anulado un gol a Marchena. Ni hizo falta que Aimar apareciera o Miguel desbordara.

Este Betis funciona en la épica, cuando se siente David enfrentándose a Goliat: Madrid, Chelsea... Pero no está preparado para el trabajo continuado, más profesional que heroico. Seguro que los valencianistas también leen novelas o ven películas de caballeros y dragones. Pero después de entrenarse.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_