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Crónica:COPA DEL REY
Crónica
Texto informativo con interpretación

Caída libre

Atlético ahonda en su crisis al perder con el Zaragoza en el Calderón ante sólo 7.000 aficionados

El Atlético, con sólo 7.000 aficionados ejerciendo de deprimidos testigos, confirmó que se encuentra en un peculiar y vertiginoso proceso autodestructivo. Aguantó en el césped con voluntad y coraje. Le puso ganas, tuvo garra, como dicen desde los despachos. Pero no jugó al fútbol. Sin una sola célula inteligente en el eje del campo el equipo quedó irremediablemente partido en dos. Dos fracciones, y ninguna buena. El centro del campo, compuesto por Colsa y Zahínos, reprodujo todos los desesperantes defectos y limitaciones de las parejas de pivotes rojiblancas de los últimos seis años. Por delante de ellos, Ibagaza jugó su propio partido en solitario, apoyándose a veces en Petrov y Maxi. De Torres tampoco se supo mucho. Mientras, el Zaragoza se dio cuenta de que no era necesario inventar la rueda para sacar un resultado positivo. Le bastaba aguardar.

Y aguardó con mucha paciencia. Tanta, que el primer disparo del equipo aragonés, un tiro raso de Sergio García desde fuera del área, llegó pasada la primera media hora. Celades hacía posturitas en el centro del campo, separaba los brazos del cuerpo, movía como un resorte las piernas, pero era incapaz dar un pase en condiciones. De Zapater, atacando, poco se supo. De modo que no conectaban con el trío de mediaspuntas ni con el solitario García. Todos los centrocampistas, los de los dos equipos, estaban muy ocupados reculando hacia su propia portería.

El Atlético, como jugaba en casa, se esforzó en dar una apariencia de ambición ofensiva. A trompicones y con lanzamientos muy lejanos o pases kilométricos, consiguió generar varias ocasiones de gol. Dos, por ejemplo, del búlgaro Petrov. La primera de ellas, un mano a mano. Es curioso lo difícil que le resulta a este jugador esquivar el bulto del portero cuando se queda solo delante de la portería. Dos jugadas de genio de Ibagaza acabaron con lanzamientos altos de Maxi y Zahínos. Todo a base de ganas. El poco fútbol lo ponía el pequeño medio argentino. Pero su ubicación en el césped, tan distante de los delanteros como de los medios, le convirtió en una isla irrelevante.

Víctor Muñoz hizo un cambio inteligente. En vista de que sus chicos no eran capaces de elaborar complejas combinaciones, lo mejor era introducir en el césped a Ewerthon. Y eso, porque Ewerthon corre mucho, se busca la vida por su propia cuenta, y dispara con fuerza y acierto desde cualquier parte. Ewerthon, claro, marcó el gol del Zaragoza. Un tanto que vino precedido de un lamentable error de marcaje de Valera.

El lateral murciano jugó mal. Ofensivamente se mostró torpe, siendo incapaz de controlar el balón y, defensivamente, descuidó su banda continuamente. Antes, las dos mejores ocasiones del equipo de Muñoz también habían llegado por ese costado: dos carreras de Óscar que acabó plantándose ante Falcón. El meta canterano del Atlético volvió a repetir una actuación notable y aunque apenas le exigieron respondió con agilidad y reflejos. En el tanto no pudo hacer nada ante el balón cruzado de Ewerthon.

Carlos Bianchi, el técnico rojiblanco, que observaba el desastre de los suyos desde el lateral sin apenas modificar el gesto, sacó a Kezman para forzar la suerte. No lo consiguió, pero estuvo cerca. En los últimos 10 minutos el Atlético embotelló al conjunto aragonés y tuvo hasta cinco ocasiones de gol consecutivas. César, el portero del Zaragoza, salvó a su equipo en esos instantes finales. También, un poco antes, sustituyó a Colsa por Mario Suárez. Colsa se fue del campo entre la bronca de la hinchada. El canterano tampoco mejoró perceptiblemente la dirección del cántabro.

El entrenador apenas escucho gritos contra su labor, aunque unos cientos de hinchas, al final del encuentro, le increparon pidiéndole que abandone el club y se marche. El preparador argentino despidió a todos sus jugadores en la bocana de vestuarios, a los que entró el último, mientras desde la grada se pitaba y se lanzaban objetos. Varios policías protegieron el palco —en el que estaba el presidente de la entidad, Enrique Cerezo— a la conclusión del choque en previsión de un asalto al mismo. No fue necesaria su actuación. Tampoco quedaba ya apenas público, de los poquísimos aficionados que se acercaron al Calderón, en ese momento.

En realidad, ese escasísimo público llevaba esperando una semana para ver el choque. No merecía la pena. El partido fue aplazado por la famosa gastroenteritis que afectó a 19 jugadores de la plantilla rojiblanca y que ayer se confirmó desde el Instituto de Toxicología que no se debió a una intoxicación alimentaria.

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