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Crónica:FÚTBOL | 15ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Tristán marca entre silbidos

El Depor salva los puntos ante el Cádiz (1-0) gracias a un tanto del discutido delantero

La amargura y la felicidad del fútbol se condensaron en un minuto para Tristán. Acabababa de arrancar el segundo tiempo y Tristán, que ya tenía al público encabritado, se enredó en una jugada penosa que repite mucho últimamente y que retrata su triste penitencia de cada partido: los contrarios lo asediaban al borde del área y él ni supo controlar la pelota ni mantener el equilibrio. La cólera estalló en Riazor, alimentada por unas recientes declaraciones del delantero atribuyendo su poco acierto a que el entrenador, Caparrós, casi siempre le sustituye antes de acabar los encuentros. Pero, cuando las gradas se volvían hacia el banquillo estirando el pulgar hacia abajo para sentenciar a Tristán, que mascullaba maldiciones apartado en una esquina del área, Valerón se encontró con la pelota suelta frente a la portería. Sólo tuvo que entregársela a Tristán para que éste rematase cómodamente. El esférico pegó en un poste y acabó entrando. Pero ni siquiera así se acallaron los silbidos.

Tristán se señaló el número 9 que lleva grabado en la cabeza y se fue hacia una banda repartiendo aspavientos de reproche. La gente, en vez de celebrar el gol, volvió a descargar su bilis contra el delantero, que, sin embargo, quedó indultado poco después, cuando el técnico le cambió por Taborda y la gente lo despidió con más indulgencia.

A pesar del tanto, pues, fue otra tarde estéril para Tristán, probablemente el jugador más inoperante de todos los que alinearon el Deportivo y el Cádiz. El hecho de que su golito fuese el que decidió el partido dice bastante de la clase de indigestión que tuvo que soportar Riazor.

La primera parte fue la apoteosis del tedio, un fárrago infumable del que cuesta trabajo rescatar algo. El Deportivo salió acartonado y durante un buen rato consintió que el partido anduviese bajo el gobierno del Cádiz, que desperdició una gran ocasión a la salida de un córner.

El Cádiz hizo lo que se esperaba de él. Es un equipo humilde que se agrupa en torno al centro del campo agarrado a su estructura y su laboriosidad. Puede bastarle para entorpecer al rival, pero se le queda corto para manejarse en estadios como Riazor.

Así que el Deportivo fue tomando las riendas sin importarle la ortodoxia de sus métodos, que muchas veces se reducían al pelotazo de los centrales hacia arriba. Como delanteros no había —es decir, estaba Tristán—, sus principales recursos fueron los lanzamientos lejanos, en los que Sergio se prodigó especialmente, y los combates cuerpo a cuerpo dentro del área, en los que Andrade estuvo a punto de marcar por dos ocasiones antes del descanso.

El gol llegaría al poco de la reanudación, en ese extraño minuto que protagonizó Tristán. Pero,tras él, Tristán volvió a las tinieblas. Y el partido siguió sin salir del aburrimiento.

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