El Camp Nou se rinde ante Torres
El Atlético, con dos goles de su delantero centro y el trabajo defensivo liderado por Perea, neutraliza y abate al Barça
Al frente de un antimadridista de nombre Niño Torres, el Atlético se afirmó ante un Barça especialmente negado y de nuevo achuchado por el Madrid. A efectos azulgrana, en mala hora llegaron los rojiblancos al Camp Nou, que se rindió después de más de un año sin contar derrotas en la Liga, justamente desde que el Madrid ganara en diciembre de 2003. Equipo inestable y desestabilizador por naturaleza, el Atlético encontró en un día la fórmula con la que nadie había dado durante trece meses. Así de sorprendente es el Atlético. Muy alejados de la portería, sin capacidad de remate, los barcelonistas desperdiciaron la única ocasión que les concedieron por la magnanimidad del colegiado, que les regaló un penalti. El error de Ronaldinho, incapaz de encontrar los tres palos, expresó el desatino local ante el Atlético, que se defendió con entereza e incluso un punto de suficiencia, siempre liderado por un colosal Perea.
Aunque se perdía cada día que salía de casa, el Atlético se reencontró ayer con su mejor versión nada más saltar al Camp Nou, como si hubiera necesitado del mayor de los escenarios para olvidarse del anonimato y cobrar el protagonismo que la Liga le venía reclamando. En una acción prodigiosa, por vistosa y rápida, Ibagaza conectó con Torres y El Niño le hizo saber a la hinchada azulgrana que, por mucho que se diga, aún no es jugador del Barça. El Caño Ibagaza se sacó un taconazo de espaldas que habilitó al delantero para que, en una situación de máxima exigencia, fuera por una vez tan veloz como certero. Había aparecido el Atlético futbolísticamente cuerdo, muy complicado de encarar, normalmente desequilibrante en el ataque cuando Ibagaza pueder armar el último pase y dar cuerda a la carrera de Torres y especialmente solvente en la defensa siempre que se trate de medir la velocidad de Perea y el sentido táctido de Pablo con la de cualquier punta, ni que sea el pichichi Eto'o.
El buen funcionamiento de la columna vertebral rojiblanca posibilitó que los futbolistas de acompañamiento entraran en el partido con comodidad. El Atlético levantó un muro defensivo contra el que el Barça se golpeó reiteradamente. Falto de juego por las bandas, exigidos como estaban sus laterales por las alas forasteras, los azulgrana se estrangularon frente al balcón del área. No encontró el Barça el punto de pausa necesario para desubicar al Atlético. La aceleración llevó a la imprecisión y a la confusión. Ni un remate de mérito contaron los barcelonistas en un primer acto manejado por el bienestar rojiblanco.
El Atlético amenazó con repetir el tanto de Torres, un gol que le identifica con sus mejores momentos, que le evoca los mejores partidos. La buena organización defensiva y la capacidad de tirar contraataques de los rojiblancos pesaban más que la perseverancia y la intensidad azulgrana. Por más vueltas que le daba, no encontraba el Barça la manera de encontrar la portería de Leo Franco. A Rijkaard no le quedó más remedio que recurrir a Albertini, un futbolista capaz de aportar precisamente la paciencia y el toque de serenidad que demandaba la contienda desde el punto de vista azulgrana. Las acometidas del Barça, sin embargo, continuaron favoreciendo el atropello y fomentaron la rechifla del aficionado con el árbitro, que las pasó canutas y casi siempre se equivocó. No rompía Giuly, no decidía Ronaldinho y no había manera de dar con Eto'o. No mezclaba el equipo azulgrana ni profundizaba.
Necesitaba el Barcelona un jugador de entrelíneas, un futbolista que combinara y cosiera al equipo, e Iniesta pareció la mejor solución. La irrupción del centrocampista animó al colectivo, ayudó a centrar la posición de Ronaldinho, y el equipo acabó por enfilar la portería rival. Iniesta fue quien puso en ventaja a Eto'o ante Perea en una acción que el árbitro sancionó como penalti cuando la falta se produjo fuera del área. Ocurrió, sin embargo, que Ronaldinho falló ante el portero y los azulgrana ya cuentan cuatro penaltis fallados de diez. El error supuso un golpe psicológico del que el Barça ya no se recuperó ni con el debut de Maxi López. Acomodado, el Atlético tuvo tiempo incluso de timbrar su triunfo con un segundo gol de Torres en un penalti que no lo pareció porque Valdés le había sacado la pelota al propio ariete. La jugada sancionó la calamitosa noche del Barça, al que nada le salió para suerte del Madrid, que recupera sus opciones en la Liga.
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