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Crónica:Qinta jornada de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Madrid se acerca al abismo (1-1)

El declinante equipo madridista apela al coraje para rescatar un punto ante el Leverkussen y seguir vivo en Europa

El Madrid se acerca al abismo a toda máquina. Salvó su casi segura eliminación de la Copa de Europa con un empate que no le garantiza nada. Tendrá que hacer méritos en Roma. En otros días sería una empresa difícil, pero no temible. Ahora resulta difícil confiar en el Madrid. Confirmó en una infame primer tiempo todos los datos del Camp Nou. A saber: fatiga, desorganización, debilidad defensiva, ausencia de poder ofensivo. Fue la apoteosis de lo plano. Cuando convirtió el encuentro en un asalto, mereció imponerse al Bayer. Pero fue tarde. Fue un acto de coraje más que un ejercicio de fútbol. Justo lo que no tiene este Madrid declinante.

Una mediocridad sorprendente domina el fútbol del Madrid, destinado a un periodo de enormes dificultades. Le salvó el orgullo, y no tenía otro remedio. Concedió el primer tiempo al Bayer, que aprovechó el regalo sin ningún esfuerzo. Marcó Berbatov casi por obligación. El gol se lo dio Samuel, que vive una tragedia. En cada partido comete un fallo irremediable. Esta vez entregó la pelota a Berbatov, ante la sorpresa general. Samuel coronó en ese error la larga cuenta de equivocaciones del Madrid. Nada funciona bien en un equipo que se ha instalado en la crisis desde el comienzo de la temporada. Es un caso palmario de desplome: de ideas en el club, de irresponsabilidad del entrenador llamado a dirigir al equipo, de unos jugadores que anunciaban su declive y ahora lo proclaman en cada partido, de desafecto de una hinchada que observa al Madrid con irritación. Hasta ahora, en el Bernabéu persistía la idea de un equipo gastado pero capaz de ofrecer detalles y de imponer el prestigio de nombres como Zidane, Roberto Carlos, Beckham y demás estrellas. Ese efecto disuasorio sobre los rivales, que se hacía particularmente evidente en la Liga de Campeones, ha desaparecido. Nadie le teme. O nadie repara en el prestigio de sus jugadores. Al Madrid se le ha pasado el arroz y la noticia corre por el mundo. La derrota frente al Barça certificó esa realidad. Lejos de resistirse a su decadencia, los jugadores dan toda la impresión de admitirla. Bastó verles frente al Bayer, un equipo que se limitó a hacer sus deberes. Estuvo a punto de ganar, sin hacer ningún mérito.

Pocas veces se ha visto un equipo más abatido que el Madrid del primer tiempo: por juego, por actitud, por soledad. Lo último que se esperaba era la mediocridad, como si no hubiera nada que esperar del equipo. Hasta Guti se contagió del desánimo. Después de dos meses magníficos, tuvo una actuación irrelevante durante demasiado tiempo, la peor noticia para un equipo que se había sostenido alrededor de Guti. La primera parte fue un espanto. Uno por uno, los jugadores del Madrid fracasaron de manera clamorosa. Zidane se ausentó del encuentro. Está exprimido. Aunque se alejó del ala izquierda, donde no puede aguantar los grandes recorridos defensivos, su presencia en el eje del campo fue testimonial. Sólo tiró de repertorio cuando el Madrid se lanzó a la heroica y asedió al Bayer en el segundo tiempo, cuando el encuentro se jugó en los últimos 25 metros. A Zidane le resultó un poco más fácil tirar algún pase, regatear un poco. Con un pase comenzó la jugada del empate, bien interpretada por Figo —decididamente mejor en la banda izquierda que en la derecha— y por Raúl. Un regate le sirvió para cobrarse un penalti que no sirvió para nada: el portero se lo atajó a Figo, que tiene precedentes. No transformó el penalti en la famosa semifinal frente a la Juve. Tampoco lo hizo ayer. A toque de corneta, el Madrid arrolló al Bayer, con Morientes, sin Beckham, con un medio centro, sin doble pivote, con Zidane cerca del área, con Figo desbordando por la izquierda, con ocasiones clarísimas de Raúl y Morientes. Era un Madrid más desaforado que coherente, pero la cosa tenía sentido. Y estuvo a punto de funcionar.

Antes de la obligada marea madridista, se observaron todos los defectos. Tiempo atrás, Zidane evitaba los esfuerzos defensivos por la inmensa contribución de Roberto Carlos, lateral y extremo en un mismo paquete. Ahora Roberto Carlos ataca poco y marca peor que nunca. No le queda el recurso de la velocidad para revolverse. Beckham tiene los mismos problemas, pero con cinco años menos que el resto. Y con menos ideas para jugar. A Guti le sienta mal. Cuanto más cerca está Beckham, peor juega Guti.

Al Madrid le dio un ataque de orgullo en el segundo tiempo, después de conceder la ventaja decisiva al Bayer. A nadie se le ocurrió desbordar, tirar un par de centros, manifestar al equipo alemán que jugaba en el Bernabéu y no en una playa. El primer remate decente del Madrid se produjo después del tanto de Berbatov, un jugador altísimo, de tranco largo y bastante habilidad. Berbatov se encontró sin oposición y le dio un mal trago al Madrid durante todo el encuentro. Sólo valía la heroica. Figo se fue a la izquierda y Beckham a la derecha, solución no explorada hasta el momento. No hubo tiempo para apreciar el efecto en el partido, porque García Remón retiró al inglés cinco minutos después. Ingresó Morientes y comenzó el cerco en un partido que se volvió trepidante por fin. Sirvió para el empate y fue raro que no sirviera para la victoria del Madrid. Pero en ningún momento se alejó la certeza de su debilidad.

Raúl pelea por el balón con el capitán del Leverkusen Jens Notwotny.
Raúl pelea por el balón con el capitán del Leverkusen Jens Notwotny.REUTERS

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