Real Madrid y Zaragoza empatan en el partido más triste
Portillo y Toledo marcaron los goles de un encuentro teñido de dolor por los atentados del 11-M
"El dolor ocupa nuestros corazones". Éste fue el mensaje de una pancarta del Bernabéu y el enunciado perfecto de las dos horas de fútbol que se vivieron en la ciudad del dolor. Real Madrid y Zaragoza empataron en un choque marcado por las noticias de detenciones que llegaban desde las radios y por las innumerables ocasiones desperdiciadas por ambos equipos. Marcaron Portillo y Toledo. Goles al cielo en el partido más triste.
El partido más extraño y emotivo se representó sin que nadie hablara de fútbol. Ni siquiera la gran rotación de Carlos Queiroz, que dio descanso a Helguera, Guti, Figo y Raúl, alteró el escaso ánimo de los 65.000 fieles que acudieron al Bernabéu con el grito ahogado en la garganta y los ojos al borde del llanto. Hubo lazos negros, pancartas y minuto de silencio antes de que la castigada Madrid diera la salida a la vigesimoctava jornada de Liga.
Pudo haber sido un partido para jugar al despiste, visto el compromiso de la final de Copa del miércoles. El caso es que el ambiente fue raro, extraño, desde las gradas al césped. Dominó el Madrid con tres ocasiones que pudieron haber sentenciado antes de la media hora. Marcó Portillo, por fin, a pase de Juanfran cuando los rumores de detenciones llegaron al Bernabéu. Empató Toledo, también de cabeza, mientras el público atendía más al ministro de Interior que a lo que pasaba en el campo. Y se fue el primer tiempo con empate y la gente escapó en busca de noticias.
El descanso dejó noticias esperanzadoras en la búsqueda de la verdad. Un hecho que, inconscientemente, reactivó el fútbol en el Bernabéu, el ambiente en las gradas. La segunda parte trajo también cambios en un Real Madrid que no quería dejar escapar puntos de su reino. Se fueron Juanfran y Solari (jugará la Copa) y entraron Figo y Guti. Ambos enchufaron a su equipo, lo que, unido al hecho de que el Zaragoza dejó hacer, volcó el estadio hacia la portería de Lainez.
Presionaron los de Carlos Queiroz sin fortuna y asustaron a la contra los de Víctor Muñoz. En ésas pudieron haber sentenciado los aragoneses si no hubiera sido por un poste que frustró a Drulic y por un inmenso Casillas, que sacó un balón inverosímil a Galletti. Las ansias de unos y las posibilidades de otros abrieron el partido hasta romperlo en un ir y venir de oportunidades. Amagos que no fructificaron, que dejaron el encuentro en un empate escaso de goles, pero que alertaron de todo lo bueno que se puede ver en la final de Copa.
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