El Barça se desangra en su propia mediocridad (5-1)
El Málaga despedaza al contraataque a un coloso de barro que no existe sin Ronaldinho
Los equipos de fútbol son mecanismos de precisión en los que once jugadores despliegan su arte con mayor o menor fortuna sobre el campo para superar al rival. A veces por K.O., a veces a los puntos. Pero el Barça es un mecanismo escacharrado. Sus jugadores no suman sino que restan, y la ecuación sólo sale en positivo si se añade a Ronaldinho. Y como el brasileño está ahora lesionado, pues el Barça es menos que cero. En concreto, cinco menos que cero, los cinco goles que le ha propinado el Málaga para devolverle a la zona de la mediocridad.
Quedan apenas cuatro días para que el equipo catalán reciba en su campo al Real Madrid, y resultaría hilarante si no fuera patético tratar de defender el partido como un duelo entre grandes. Grande es Ronaldinho, y no juega. Pero el Barça, con su aportación, es apenas un equipo estimable, y sin ella, tan sólo digno de pena. Que se agarre los machos el presidente, Joan Laporta; que se agarre los machos el entrenador, Frank Rijkaard; que se los agarren los jugadores y los sufridos jugadores. Veinte años sin perder el Real Madrid en el Camp Nou se antoja mucho tiempo visto lo visto en Málaga.
Hoy el Barça dibujó su mediocridad desde la pizarra de Rijkaard. En la portería, Valdés, pero por delante una línea defensiva con Gabri, Cocu y Mario. ¿Y además? Pues Van Bronckhorst y Motta, y Xavi en el motor creativo. Para meter los goles, Quaresma, Luis García, Kluivert y Saviola. Nueve minutos tardó el Málaga en desnudar a la defensa con un contraataque rápido conducido por el argentino Insúa. Gol de Salva. Cuatro minutos después, de nuevo la zaga azulgrana se retrata: pase de Valcarce desde la banda izquierda, nadie hace nada y... gol de Salva.
El balón había sido hasta entonces del Barcelona, y lo siguió siendo después. El Málaga ya había cumplido, le bastaba con esperar otro contraataque afortunado para dejar de ganar y pasar a humillar. Y el Barça... el Barça querer quiere, pero otra cosa es poder. El Barça no alcanza, ni por detrás, ni por delante. Así, el partido degeneró en una charla de salón alejada de las porterías y aburrida a rabiar.
Rijkaard sentó durante el descanso a Luis García y Motta. La reacción debía llegar pues de mano de sus sustitutos, Gerard y Luis Enrique, dos jugadores venidos a menos pero útiles cuando no hay más. Fue sin embargo el único que parece recordar cómo se juega al fútbol, el pibito Saviola, el que lo intentó con más o menos fulgor aunque siempre sin éxito. Sus intentos murieron en las manos de Calatayud. El peligro, ahora ya bajo la lluvia, lo ponían los otros, los de la camiseta blanquizul, que lo intentaron (Duda), lo intentaron (Salva), y la final lo consiguieron (Salva). Y lo consiguieron (Diego Alonso).
Y aún les daría tiempo a conseguirlo una vez más, aunque esta vez en el área propia, un error de Fernando Sanz en el minuto 78 que permitió al Barça maquillar en parte la humillación pero que mostró a las claras la clave del partido: con el equipo azulgrana, los goles los marca siempre el rival. Y en fin, en el descuento, el último, el quinto, de Canaval. El Barça, cautivo y desarmado, espera ahora la visita del Madrid.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.