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EE UU

Greenspan percibe síntomas de recuperación en EE UU, pero anuncia un año imprevisible

El presidente del banco central estadounidense augura más bajadas de tipos para incentivar las bolsas

"No estamos en recesión", afirmó el todopoderoso presidente de la Reserva Federal. Ante la pregunta directa de un congresista, Greenspan ofreció por una vez una respuesta directa. Añadió que las posibilidades de una contracción económica son "pocas". Pero explicó que era muy difícil realizar una previsión fiable. "Técnicamente", dijo, "una recesión se define como dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. Es decir, la recesión debe estar ya muy avanzada para que uno constate que existe. ¿Cómo intuirla con antelación?".

"Creo que en ese caso", siguió, "debe definirse como una quiebra grave y generalizada de la confianza, y en mi opinión eso no ha ocurrido. Aunque la confianza de los consumidores ha caído, por ahora se mantiene en niveles que en el pasado han sido compatibles con el crecimiento". Agregó un matiz: "nunca hemos sido particularmente eficaces a la hora de intuir procesos económicos de raíz psicológica, impulsados en gran medida por comportamientos irracionales e imprevisibles".

El presidente de la Fed (como es conocida la Reserva Federal) reconoció, como había hecho ya hace unas semanas y como ratificó el secretario del Tesoro, Paul O´Neill, que el crecimiento era prácticamente nulo a finales de diciembre y principios de enero. Las empresas redujeron bruscamente la producción, porque sus almacenes ya estaban llenos y las ventas caían semana a semana. "En el cambio de año parecíamos a punto de encallar", afirmó.

El recorte de medio punto en los tipos de interés, anunciado por sorpresa el pasado 3 de enero, fue una reacción ante esa situación crítica. Desde entonces, han aflorado algunos signos positivos. Las ventas del comercio detallista, según se supo ayer, subieron un 0,7% en enero, frente al 0,1% de diciembre. Los indicadores de productividad también mantienen un tono positivo.

Greenspan revisó a la baja las previsiones de crecimiento que había ofrecido al Congreso en julio del año pasado. Pero, en conjunto, mantuvo el dibujo de un 2001 medianamente positivo, difícil en el primer semestre y más desahogado después del verano. De acuerdo con los datos de que dispone ahora, el banquero central de Estados Unidos calcula que el crecimiento será este año del 2%-2,5%, con una inflación controlada, cercana al 2%, y un desempleo al alza, que alcanzará el 4,5% desde el presente 4,1%.

"La transición de una economía de alto crecimiento y alto nivel de confianza a otra en la que la confianza sea media o baja tendrá sus dificultades", advirtió Greenspan.

Los mercados financieros no sólo esperaban el diagnóstico de Greenspan. Deseaban oir también una confirmación de que los tipos seguirán bajando. Y la oyeron, enmascarada como siempre en la alambicada sintaxis del presidente de la Fed, quien confirmó que la desaceleración era grave, subrayó que la debilidad económica seguía siendo el mayor riesgo para los próximos meses y proclamó: "la política monetaria no puede, y no debe, permanecer inalterable ante cambios significativos en la rapidez de los procesos económicos". La próxima reunión del Comité Federal del Mercado Abierto está prevista para el 20 de marzo, y los mercados esperan que apruebe una bajada de hasta medio punto en el tipo más significativo, el interbancario a 24 horas.

Greenspan admitió, de forma implícita, que la recuperación de la confianza podía pasar por una ecuación sencilla y directa: dinero más barato y subida de las bolsas. En su opinión, el factor más importante para explicar la reducción del gasto por parte de los consumidores a finales del año pasado había sido la caída de las bolsas. "Los cambios en el precio de las acciones tienen un mayor impacto en la actitud de las consumidores que hace cinco o siete años", afirmó. Los ahorros se invierten en acciones, y cuando éstas se revalorizan se tiende al optimismo. Lo contrario ocurre, explicó, cuando las acciones se deprecian.

Los mercados, siempre atentos

La expectación ante cualquier palabra de Alan Greenspan sigue siendo inmensa. Los mercados suben o bajan según se adivine, tras el tono monocorde del presidente de la Fed, cuál es su verdadera opinión sobre las perspectivas económicas y si planea subir o bajar los tipos de interés del dólar.

Ayer, sin embargo, además de expectación hubo una clara hostilidad en parte de su audiencia. Greenspan se había acostumbrado a que todo fueran parabienes en sus comparecencias ante el Congreso. Pero desde que apoyó los planes de George W. Bush para reducir los impuestos, los demócratas han recordado que el responsable de la política monetaria es republicano e ideológicamente ultraliberal, y le tratan en consecuencia.

Alan Greenspan se había pronunciado, durante la campaña electoral, en contra de las bajadas de impuestos. Lo prioritario, decía, era dedicar el superávit a reducir la deuda. Tras la victoria de Bush, cambió de opinión. Consideró conveniente reducir la presión fiscal, con lo que no sólo se enemistó con los demócratas, sino que se extralimitó en sus funciones: su ámbito como banquero central es el monetario, no el presupuestario y el fiscal, que corresponde al poder político.

Ayer, sometido a un interrogatorio implacable sobre sus tesis en materia de impuestos, Greenspan tuvo que dar un paso atrás y matizar sus palabras. Cuando apoyó la bajada de impuestos, dijo, lo hizo por razones técnicas. Si la economía entrara en recesión, sería mejor hacerlo con impuestos bajos. En su opinión, sería como un seguro, explicó el todopoderoso Greenspan, porque concedería mayor margen de maniobra a la política económica.

También rechazó el argumento central de Bush y de su secretario del Tesoro, Paul O´Neill. Ambos políticos insisten en que bajar los impuestos ayudará a evitar la recesión. El presidente de la Fed indicó que los efectos de una modificación fiscal serían perceptibles en un plazo largo de tiempo. Greenspan no quiso acortarlo, pero explicó que probablemente las consecuencias de esta medida no se verían hasta el año próximo, demasiado tarde en cualquier caso, como para incidir en las dificultades actuales.

Los problemas de Alan Greenspan no se limitan a la desaceleración económica y al riesgo de recesión. Tiene también un complejo problema técnico. Porque en el momento en que la política monetaria debería ser más eficaz, a Greenspan le falta un instrumento: la deuda pública. Al coincidir la caída del crecimiento con un amplio superávit presupuestario, la Reserva Federal (Fed) se encuentra ante una situación insólita que la obligará a operar con bonos de otros países y a crear algunas distorsiones en los mercados internacionales.

La Reserva Federal fija los tipos de interés del mercado interbancario a 24 horas (lo que los bancos se prestan entre ellos) y los de los créditos que la propia institución concede a entidades comerciales con problemas de liquidez. El tipo interbancario se considera la referencia básica. Pero subir o bajar ese tipo puede carecer de incidencia en la realidad. Lo importante es que los bancos se muestren interesados en conceder créditos, cuando se trata de relajar la política monetaria, o que los restrinjan, cuando el objetivo es combatir la inflación.

El poder real de Alan Greenspan radica en sus intervenciones en el mercado de deuda. Si quiere que el dinero se abarate, compra a los bancos y grandes inversores cantidades masivas de bonos del Tesoro estadounidense. Los bancos e inversores se encuentran entonces con dólares líquidos en sus cofres, y tienen que colocarlos en alguna parte: créditos a los clientes, acciones, etcétera. En caso contrario, la Fed vende bonos y con ello retira liquidez del mercado. Pero, ¿qué ocurre cuando no hay bonos que comprar o vender? Esa es la situación en estos momentos.

El presupuesto federal está en superávit. No hace falta emitir nueva deuda para financiar los gastos presupuestados. Al revés, el Tesoro recompra (a la propia Reserva en ciertos casos) algunos tramos de su deuda viva. Para inyectar o drenar liquidez, la Fed deberá operar los próximos meses con bonos emitidos por los distintos Estados de la Unión o con bonos de países extranjeros. "Habrá que elegir cuidadosamente para no causar distorsiones en los mercados, o las mínimas posibles", dijo ayer Greenspan, sin expresar sus preferencias. La Fed dispone de reservas gigantescas y sus intervenciones eran poco perceptibles cuando se realizaban con deuda estadounidense. Los efectos serán mayores en mercados más reducidos.

Algunos senadores preguntaron si no sería conveniente que la Fed operara directamente con acciones en Bolsa. Greenspan descartó esa posibilidad.

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