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Tordesillas (Valladolid)
Territorio Paradores, un proyecto de Paradores
Contenido patrocinado por una marca

Una historia custodiada por un río

Esta villa atravesada por el Duero presenció cómo España y Portugal se repartieron el mundo en 1494, guarda un arte hispanomusulmán sobresaliente en el monasterio de Santa Clara y cuenta con un parador en el que alternar el ‘spa’ con un asado castellano

Mariano Ahijado

El otoño tiene sus cosas: los chopos se desvisten de sus hojas amarillas en la ribera del Duero a la altura del embarcadero de Tordesillas (Valladolid). Por la camita vegetal que se forma discurren los paseos a caballo organizados por el centro ecuestre. En la lejanía, pero con nitidez, se aprecia el real monasterio de Santa Clara, arte hispanomusulmán sobresaliente. El sol bajo de noviembre entra con prudencia por los tragaluces con forma de estrella que rompen la bóveda de sus baños árabes. Las Casas del Tratado, en las que España y Portugal se repartieron con diplomacia el mundo en 1494 para no ir a la guerra, se visitan a solas. La bodega subterránea Muelas enseña sus cuevas de hasta 13 metros de profundidad repletas de vino de Rueda tras una vendimia generosa. La sauna y el baño turco del parador, ubicado a las afueras por su antigua condición de albergue de carretera, llaman la atención en las horas muertas sin luz previas a la cena. La sopa castellana (a saber: pan, ajo, huevo, jamón) pone buen cuerpo antes de dormir. Es lo que tiene Tordesillas en esta época del año.

Dentro del parador

Una parada en boxes junto al Duero

El parador se ubica en una casona castellana en medio de un pinar a las afueras de Tordesillas, el pueblo más visitado de Valladolid. Se inauguró en 1958 como albergue de carretera. Contaba con cocheras, taller, gasolinera e incluso capilla para dar un servicio completo a los automovilistas. Sigue funcionando como un alojamiento perfecto para descansar en un viaje largo.
FOTOS: Emilio Fraile

Un hogar abierto al público

El parador acaba de adquirir una colección de 24 fotografías firmadas por artistas como Joan Fontcuberta, Alberto García-Alix, Chema Madoz, Isabel Muñoz, Pilar Pequeño o Javier Vallhonrat, que muestran una perspectiva diferente del museo de El Prado, ahora que se cumple su bicentenario. El nuevo proyecto artístico también incorpora una impactante obra de Cecilia Paredes en la recepción, que rinde homenaje a Juana I de Castilla.

Un circuito para bajar la tensión

La mitad de las 68 habitaciones dan a la piscina de verano, que se hace acompañar de un bosque de pinos. El parador tiene spa con sauna y baño turco, piscina climatizada y gimnasio. Cuenta con tres salones para celebraciones o reuniones de empresa, el más grande acoge hasta 200 comensales. El hotel, que estuvo el año pasado cerrado por reformas, ha mejorado su eficiencia energética y modernizado sus instalaciones.

Colón y los suyos presiden el comedor

El restaurante, como todos los de la red de Paradores, se especializa en platos regionales. El gallo turresilano es lo más vendido. También triunfan el lechazo y el cochinillo. Para compartir va muy bien el queso cañarejal, entre una torta extremeña y un brie. También miran a las provincias cercanas: chacinas de Guijuelo, morcilla de Burgos. De postre, leche helada. Todo con la compañía de un tapiz del Descubrimiento.

La casa recomienda

El gallo de corral turresilano es un plato que se creó en el parador en 1994 para conmemorar el quingentésimo aniversario del tratado de Tordesillas. Era un ave, recuerda Ana García, la directora, que se servía antiguamente a la nobleza. El animal pesa entre seis y siete kilos antes de ser sacrificado. La carne es más fibrosa que la de un pollo, más oscura. Se cocina con vino blanco y almendras.

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La afición de los ingleses por los paradores es conocida. Muchos llegan en ferry al puerto de Santander en su propio coche, cuenta Ana García, la directora del parador de Tordesillas. De camino a Andalucía o al Algarve hacen una noche en este pueblo en el que se hizo historia, donde van a conocer lo que es la España del imperio, lo que fue en el siglo XVI. Castilla y Portugal trazaron una línea en 1494 de polo a polo y acordaron que todo lo que quedara a la izquierda lo podían conquistar los primeros y todo lo que quedara a la derecha, los segundos. Así se alcanza la paz. El pacto se firmó en las Casas del Tratado, convertidas en un museo gratuito en el que pararse a mirar varios mapas de entonces. “Visitas culturales”, cuenta García que buscan los clientes del parador.

“Descanso y gastronomía también”, añade. La cafetería del hotel mezcla sillas y sofás, mesas bajas alargadas, cuadros. Hay un salón con chimenea, hay muebles, hay madera, alfombras, es un sitio para estar, anochece antes de las 6. Las zonas comunes tienen ambiente, los ingleses se ponen a hablar unos con otros, toman una caña en el bar, han aprendido la palabra, se atreven con el español, piden cochinillo luego para cenar, lechazo se ve también en los carros que salen de la cocina. Claro que se ve a clientes nacionales, de empresa y de vacaciones, de fin de semana, muchos de Madrid, cuenta García. Todos caminan en albornoz en dirección al spa, a la ducha de sensaciones, la temperatura del agua varía, ahora cae en cascada, ahora en aspersión, ahora en redondo, las luces cambian, un juego que no hay en casa.

Actividades para todos en un entorno natural

Visitas culturales, turismo sostenible, dinamización del lugar…
Cómo sacarle el máximo partido a la zona en la que se ubica el parador de Tordesillas

Otra España anterior, la del siglo XIII y XIV, se impone también en Tordesillas. El real monasterio de Santa Clara, espléndida arquitectura hispanomusulmana, se conserva en un estado excelente. De la mano de Leticia García de Ceca, la conservadora del edificio, se aprenden técnicas de restauración como el rigatino empleado en las bóvedas de cañón de las tres estancias que forman los baños árabes. Las pinturas con formas geométricas desaparecidas con el tiempo se han replicado a base de líneas finas verticales que imitan los colores originales. El trazo ayuda a distinguir la parte intervenida de la existente desde el siglo XIII. “Siempre hay que establecer una diferencia entre lo nuevo y lo viejo”, cuenta García de Ceca.

La iglesia gótica del convento –viven siete monjas clarisas (tres son de la India)– alberga una escultura de piedra de San Pedro del siglo XIV. La pieza de 200 kilos y 1,80 metros de altura acaba de ser restaurada, cuando a primera vista lo que parece es que necesita precisamente ser restaurada. Luce incompleta, con lagunas blancas sin estucar. Las partes en las que había desaparecido la pintura se han respetado, se han dejado sin colorear. Las zonas con policromía original se han limpiado. García de Ceca explica que esta restauración permite a investigadores trabajar en el futuro sobre las capas de pintura originales.

Punto de encuentro de siempre

Otro buen arreglo se llevó a cabo en 1494, con la firma del mencionado tratado de Tordesillas. Ana Triguero, técnica de Turismo, recuerda la fama de diplomáticos que siempre acompañó a los portugueses. “Vienen muchos turistas de Portugal. Me cuentan que son buenos a la hora de ponerse de acuerdo”, afirma delante de una recreación del primer mapamundi que contiene una representación de América, el de Juan de la Cosa de 1500. Tordesillas era un lugar importante entre los siglos XIV y XVI, lo que explica que se eligiera para acordar el reparto del mundo, cuenta Triguero. Pertenecía a Castilla, se encontraba cerca de Portugal.

Este pueblo asomado al Duero y por el que se cruzan varias autovías, resalta García, la directora del parador, sigue siendo un lugar de paso y reunión. Queda a una hora de Salamanca, Zamora, Palencia, Ávila… “Todas las capitales están cerca”, resume. La cafetería del parador sirvió de punto de encuentro entre unos empresarios vascos y unos fabricantes de suelas portugueses un miércoles de finales de octubre.

Verónica, Ruth y Marta recomiendan

“Hay una ruta de unos 20 kilómetros para ir en bicicleta que llega hasta el pueblo de Serrada. Es circular, llana, muy cómoda, apta para aficionados. Atraviesas una zona de viñedos de la DO Rueda, se ve el paisaje típico de la zona. Va por los alrededores del Duero”

Verónica Mateo

Camarera 22 años en Paradores

“Pertenezco a un grupo de danza y percusión que se llama Juana I de Castilla. En diciembre actuamos en las casas del Tratado. Los componentes del grupo bordamos a mano los trajes, son espectaculares, usamos paño de Béjar, llevamos abalorios”

Ruth Gavilanes

Limpiadora 30 años en Paradores

“Me gusta mucho la lectura, recomiendo ir a Urueña, la villa del libro. Tiene librerías pequeñitas, especializadas en temáticas. Hay una que se ubica en la propia muralla. Y otra especializada en periodismo. De vuelta recomiendo parar en el monasterio cisterciense de Santa Espina”

Marta Sánchez

Responsable de Recepción 27 años en Paradores

Para los habitantes de Tordesillas, la Reina, así, como una figura única y reconocible, no es Letizia, sino Juana I de Castilla, conocida como Juana La Loca, una suerte que tuviera ese apelativo, piensan en el Centro de Iniciativas Turísticas (CIT) de Tordesillas, pues ayuda a recordarla aunque sea de manera injusta y equivocada. Acusada de padecer una enfermedad mental, la hija de los Reyes Católicos vivió 46 años (1509-1555) encerrada en el desaparecido palacio Real de Tordesillas por decisión de su padre, para apartarla del trono. Cada primer sábado de marzo organizan una recreación histórica de su llegada a la villa.

Un paseo a caballo o a pie por el río

Puertas afuera está el Duero, siempre a la vista, el agua corre delante del parador y de todos los monumentos, pasa por los diez ojos del puente medieval. En paralelo al cauce se despliega la senda GR14, conocida también como la senda del Duero. Por el suelo alfombrado de las hojas campan a buen ritmo los paseantes del pueblo. La vereda es estrechita, el saludo se hace obligatorio al cruzarse con alguien aunque vaya con los cascos puestos. Los caballos del centro ecuestre Tordesillas también hacen suyo el camino.

El jinete y monitor Javier Muelas cabalga el primero. El resto de los animales, montados por aficionados o por turistas curiosos, forman una hilera al paso. También trotan y galopan estos caballos, y de una forma especial, compiten en las pruebas TREC (Técnicas de Rutas Ecuestres de Competición). Muelas los entrena para que galopen corto, ya se sabe, en esta forma de moverse (en este aire, en argot equino) el animal mantiene por momentos las cuatro patas despegadas del suelo. El galope corto implica avanzar menos, galopar sin tanta velocidad, el animal va más recogido, el impulso es más vertical, “pero sin caer al trote”, explica Muelas. Con los turistas va al paso y durante una hora solo. Se hace ejercicio, se aprieta con los abductores y con las abdominales, hay que medir la excursión para no acabar con agujetas a la mañana siguiente en las Casas del Tratado. La ruta termina en el embarcadero a la caída del sol, Santa Clara está iluminado, el pueblo se ve a sí mismo en el río, los piragüistas salen del agua, han terminado de entrenar; debe de haber ya ambiente en la cafetería del parador, igual esta noche hay que pedir un plato de jamón, algo que en los paradores nunca falta, y un queso Cañarejal.

Castilla y León, en 15 paradores

CRÉDITOS:

Redacción y guion: Mariano Ahijado
Coordinación editorial: Francis Pachá
Fotografía: Emilio Fraile
Desarrollo: Rodolfo Mata
Diseño: Juan Sánchez
Coordinación de diseño: Adolfo Domenech

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