Hondarribia (Gipuzkoa)

La herencia de balleneros y corsarios

Portuaria y fronteriza, guerrera y comerciante, pirata también, patrimonial, con una cultura local muy viva y abierta al de fuera, y con un castillo, el de Carlos V, convertido en parador, desde el que se observa o se entiende todo lo anterior

Mariano Ahijado

A Hondarribia le echan flores en invierno, cuando se visita con holgura, sin hacer cola para comer una sopa de pescado o sin apreturas para subir al santuario de Guadalupe. Con salida al Cantábrico y separada de Francia por el río Bidasoa, la ubicación de esta ciudad guipuzcoana de 16.934 habitantes explica la historia. Asediada por las tropas francesas de Luis XIII en 1638, pueblo comerciante y corsario, mestizo (donde se asentaron judíos expulsados de Castilla y gascones), cazador de ballenas hasta agotarlas, marinero –con una flota pesquera que se mantiene por la anchoa y el bonito–, monumental. Su iglesia de estilo gótico tardío parece una catedral, el barroco palacio Zuloaga brilla cuando sale el sol después de haber llovido y la fortificación de Carlos V, ubicada en la parte más alta, alberga el parador; un cubículo de arenisca resistente a los cañonazos, desde donde se ve la francesa Hendaya y a los remeros en las traineras (hoy deportistas, antes balleneros) navegar hacia el mar. Desde donde se entiende todo.

Dentro del parador

Enfrente, Francia

El parador de Hondarribia, inaugurado en 1968, se encuentra en la parte más alta de esta localidad guipuzcoana de tradición comerciante y corsaria. Desde su terraza se contempla la desembocadura del río Bidasoa, que traza la frontera con Hendaya (Francia). La cafetería y su extensión al aire libre están abiertas también a clientes no alojados. 

Todos a salvo

El hotel se ubica en el castillo de Carlos V, una construcción del siglo X, cuando esta localidad formaba parte del Reino de Navarra. La piedra arenisca con la que se levantó incorpora granos de cuarzo, un mineral de gran dureza que ayudaba a repeler los proyectiles de hierro lanzados por el enemigo. Cuenta con 53 habitaciones. 

Majestuosidad

El salón Emperador Carlos V, que tiene una capacidad para 70 personas, acoge celebraciones, actos culturales y reuniones. Ejerce también como zona común para los clientes alojados. El parador cuenta con otro salón decorado con seis tapices sobre la vida de Aquiles diseñados por Rubens en el siglo XVII y que se bordaron con hilos de oro y plata.

Dentro de la Historia

La última modificación de este edificio como fortaleza data del siglo XV. Tenía capacidad para 500 soldados. Los muros miden entre dos y tres metros de ancho. Hasta el siglo XIX tuvo carácter defensivo. La batalla más conmemorada ocurrió en 1638, cuando las tropas del rey francés Luis XIII sitiaron Hondarribia. Resistieron. La victoria se celebra cada 8 de septiembre en lo que se conoce como el Alarde. 

'Zimbabue’ (2001)

Una escultura del artista nacido en Hondarribia Néstor Basterretxea, en la plaza de Armas, donde se ubica el parador. Desde este espacio abierto se llega en cinco minutos a pie al paseo que recorre el Bidasoa, donde resulta habitual ver a hondarribiarras correr, montar en bici, andar deprisa o descansar en un banco. 

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Los vecinos franceses llegan a Hondarribia ahora en otro plan. Están enamorados del País Vasco, asegura Manuel Quintanar, el director del parador. “Son unos de nuestros clientes más importantes”, afirma. Para los españoles también resulta atractivo subirse a la barca que cruza el Bidasoa hasta Hendaya en siete minutos (2,5 euros) o mover el coche y visitar Biarritz, que es más aristocrático, describe en una pinceladita Miguel Isasti, camarero en el parador con 32 años de experiencia; o San Juan de Luz, “más vasco”, añade en la cafetería Carlos V, abierta a todo el público. “Tenemos una posición estratégica”, resume el director. Dicho esto, el que no quiera moverse de esta ciudad portuaria y amurallada tiene entretenimiento de calidad.

Actividades para todos en un entorno natural

Visitas culturales, turismo sostenible, dinamización de la zona…
Cómo sacarle el máximo partido a la zona en la que se ubica el parador de Hondarribia

La fundación Arma Plaza organiza actividades culturales en otoño e invierno desde hace una década. Uno de los guías de las visitas patrimoniales y de las salidas por el entorno de Hondarribia es el historiador Ramón Barea, técnico en esta entidad municipal muy activa, que hace partícipes a los vecinos. Dicen que alarga la vida salir de casa y mezclarse con la gente, apagar un rato la tele.

—El viernes tenemos cita. Estaré en primera fila.

Un jubilado asiduo a las conferencias le garantiza a Barea su asistencia mientras almuerza un pincho de tortilla (se veía jugoso y la cebolla oscura, puede que caramelizada) en la terraza de un bar de la Marina, el barrio de pescadores en el que se concentran los de siempre y los de fuera a comer y beber. “Este programa cultural que hemos llamado Ezagutu zure hiria (Conoce tu ciudad) fomenta el sentido de pertenencia a Hondarribia”, afirma Barea. “A veces el local es el que menos conoce la historia de su ciudad”, añade este experto en Historia Contemporánea hijo de una “niña de la guerra” entregada a una familia en Bélgica tras el inicio de la Guerra Civil. “Los que están de visita también se pueden apuntar. Es para todos”, confirma Barea.

La Marina, el barrio de pescadores, en cuyas casas de colores se ubican hoy bares y restaurantes.
La Marina, el barrio de pescadores, en cuyas casas de colores se ubican hoy bares y restaurantes.Javier Hernandez Juantegui

El 7 de marzo se celebra una conferencia en torno a Máximo Sagarzazu, un agricultor que dibujó mapas de Hondarribia y nombró en euskera calas, montes, caseríos, como él los recordaba cuando era joven, hace un siglo. En la sede que tiene Arma Plaza enfrente del parador estará abierta una exposición desde el 8 hasta el 30 de marzo de 2025 con seis de estos mapas originales y cuadernos con anécdotas relativas a las gentes del lugar.

La anterior actividad, también gratuita, fue una visita a la cala de Xixurko, donde se ubicaba el antiguo puerto que operaba en el siglo XVI, lugar de desembarco de contrabandos. En esa época todavía se cazaban ballenas. Su aceite era combustible para alumbrar; con los huesos, de grandes que eran, se hacían muebles; y las barbas delanteras era materia prima para la confección de corsés. La carne no gustaba, se vendía. “La piratería nació cuando empezaron a faltar las ballenas, en el XVII”, cuenta Barea. Era una actividad al servicio del rey.

Está a punto de comenzar, el 1 de marzo, otro trabajo que también trae riqueza del mar: la campaña de la anchoa (el boquerón) y el verdel (la caballa). Amarrados permanecen todavía unos 20 barcos recién pintados. Las redes, algunas de 400 metros de largo, ya están casi listas gracias al trabajo que llevan a cabo estos días las rederas, que las remiendan a mano.

José Javier, Elena y Miguel recomiendan

Desde el parador se puede hacer una ruta a pie que te lleva bordeando la costa hasta el cabo de Higuer, para después ir por el monte Jaizkibel en dirección al santuario de Guadalupe y de ahí volver a Hondarribia. Son unos 12 kilómetros, se tarda algo más de dos horas.

José Javier Oña

Jefe de mantenimiento 39 años en Paradores

Desde Hondarribia todo el mundo tira para Francia o para San Sebastián. Yo recomiendo Pasajes de San Juan, un pueblo pequeño que cuenta con un paseo muy agradable hasta la bocana del puerto. También se puede visitar el faro de la Plata. A 20 kilómetros del parador.

Elena Gómez

Recepcionista 20 años en Paradores

El parque natural de Peñas de Haya, ubicado a 20 kilómetros de Hondarribia, cuenta con muchas rutas de senderismo señalizadas. Es una zona muy verde, con riachuelos, un embalse. Se puede ir en bicicleta también. Hay una explotación minera de tiempos de los romanos.

Miguel Isasti

Camarero 32 años en Paradores

“Todo el bonito que se pesca, de junio a octubre, se queda en Gipuzkoa”, dice Barea, que disfruta hablando de comida. “¿Que qué lleva la sopa de pescado? Mucho trabajo”, bromea este cocinero aficionado, que pertenece a una sociedad gastronómica en Orio, donde vive, un pueblo pesquero también visitado en esta costa. “La merluza es muy elegante, pero un buen rodaballo… Es el pescado de los tres sabores: la parte blanca de abajo con la que rastrea los fondos y absorbe minerales; la de arriba, oscura, expuesta al sol, y la zona central”, describe mientras se encamina al escaparate de una confitería en la Marina. “La pantxineta es un milhojas muy delicado, con almendras y una crema avainillada. Te hace levitar”, asegura.

No tiene restaurante el parador, el único de la red. Sí tiene bufé para el desayuno, donde sirven unas jarras metálicas de café recién hecho para que uno se rellene la taza todas las veces que quiera, como en un diner americano. Y sí tiene cafetería, donde sirven bocadillos y raciones a todas horas, y se llena. Al final estás en un castillo con tapices del siglo XVII, entre muros de dos a tres metros, con una terraza que da a la desembocadura del río. Resulta agradable picar algo ya en el hotel después de todo el día fuera. Al cliente de Paradores le gusta estar en el parador. Son hoteles para estar: se está como en casa.

Playa o montaña

Quintanar, el director, señala lo cerca que está San Sebastián (18 kilómetros), una salida clásica. Las hay más imprevisibles. “Hay quien se queda en Hondarribia y visita el valle del Baztán, en Navarra, o llega hasta Bilbao [120 kilómetros]”, dice. No pasa nada si alguien no conduce, si uno prefiere hacerlo todo a pie. El aeropuerto de San Sebastián –llamado así por ser la capital, la ciudad con más nombre– en realidad está en Hondarribia, pegado al Bidasoa, en el mismo núcleo urbano. Tiene gracia bajarse del avión y llegar andando al parador en 10 minutos. Debe de ser parecido a tener una isla y llegar en tu jet.

Uno de los torreones levantados en el monte Jaizkibel, por donde realizar senderismo.
Uno de los torreones levantados en el monte Jaizkibel, por donde realizar senderismo.Javier Hernandez Juantegui

A pie también queda el santuario de Guadalupe, a una hora justo, en subida. La veneración a la virgen es libre. Los habitantes de Hondarribia le dan tanta importancia a su patrona como al castillo de Carlos V en la defensa de la ciudad en 1638, cuando las tropas francesas lanzaron 15.000 proyectiles, recuerda Barea, historiador. “Durante varios siglos no hemos tenido periodos de más de 25 años en paz”, afirma. La ermita se ubica en el monte Jaizkibel, donde también se levantaron torreones y en el que hay un mirador a la desembocadura del Bidasoa, a la frontera con Francia. Un monte costero de 543 metros de altitud, con acantilados, un clásico del senderismo en Gipuzkoa, otro lugar en alto como el parador desde donde entender la historia.

País Vasco, en 2 paradores

CRÉDITOS:

Redacción y guion: Mariano Ahijado
Coordinación editorial: Francis Pachá
Fotografía: Javier Hernández Juantegui
Desarrollo: Rodolfo Mata
Diseño: Juan Sánchez
Coordinación de diseño: Adolfo Domenech


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