Villafranca del Bierzo (León)

El Bierzo, en tiempo y forma

Esta comarca limítrofe con Galicia, zona de paso, se agarra a Las Médulas, que se disfrutan más con la luz y la tranquilidad del otoño, y a su parador para que el viajero se quede y no pase por alto Villafranca, con sus palacios de la calle del Agua o la puerta del Perdón de la iglesia de Santiago, justo en el Camino Francés

Mariano Ahijado

Todo se conoce ya, por supuesto Las Médulas, en el Bierzo (León), una explotación minera de oro de tiempos de los romanos: una destrucción del entorno (aquí el hombre se lució) a fuerza de crear canales interiores y precipitar grandes cantidades de agua desde depósitos artificiales en altura. El aluvión derrumbaba la montaña y el metal amarillo y brillante aparecía, con mucho trabajo, eso sí, el de la población local, pero no esclava, dicen los estudios. Todo se visita ya también, pero hay horas y hay fechas. Conviene madrugar si uno se queda en el parador de Villafranca del Bierzo, a media hora en coche de este Patrimonio de la Humanidad; y vale más hacerlo en otoño, por la luz y por el silencio, porque a las 9 de la mañana la foto sale mejor que la de Google que le ha llevado hasta allí y porque al amanecer resulta más fácil ver un corzo que un humano en las inmediaciones del mirador de Orellán, un punto accesible para contemplar cómo las paredes de arcilla se elevan sobre robles, encinas y castaños.

Dentro del parador

Sin salir de la villa

El parador de Villafranca del Bierzo, renovado al completo en 2010, ocupa el lugar de un antiguo albergue de carretera de 1959. Se ubica dentro de Villafranca, un pueblo monumental. Sus clientes se cuentan por viajeros que transitan por la A-6 y hacen un alto en el camino y visitantes que pernoctan dos o tres noches para conocer la colegiata de Santa María o la explotación minera de Las Médulas.

Construir un hogar

La chimenea, presente en todos los albergues de carretera de la red de Paradores (llegó a haber 12 establecimientos), es el principal vestigio del edificio antiguo. El hotel cuenta con salas de reunión y salones de estar. Emplea a 35 trabajadores, entre los que se encuentran algunos que hablan gallego por su proximidad a las provincias de Lugo y Ourense, y se nutre de productos locales, como los embutidos (el botillo a la cabeza), los quesos o la fruta.

El descanso del caminante

El hotel cuenta con una piscina al aire libre de temporada y otra climatizada con un sistema de chorros y sauna. En la parte trasera se dispone una terraza con mesas y sillas para cuando hace bueno y una zona de tumbonas para el verano. Algunos de los clientes que se relajan en estas instalaciones son peregrinos: el Camino Francés (el más transitado) pasa por Villafranca.

Referencia

Con 51 habitaciones, este hotel es el más grande de la zona. Alberto San Sebastián, su director, asegura que ayuda a que el Bierzo sea un destino turístico y supone un motor económico para la comarca. “Merece la pena venir en otoño solo por ver los castaños, que son de hoja caduca”, afirma. “Muy buena época también para hacer senderismo”, añade.

Obra de cercanía

El hotel lleva el nombre de Antonio Pereira (1923-2009), un poeta local que frecuentaba la cafetería. Existen ejemplares de su obra en una pequeña biblioteca que se ha habilitado en uno de los salones. En esta zona común descansan algunos de los clientes que piden botillo en el restaurante, un plato contundente típico del Bierzo a base de costillas y rabo de cerdo adobado, embutido todo en tripa.

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Villafranca del Bierzo (2.694 habitantes; INE, 2023) se encuentra al lado de la A-6. Siempre ha sido un lugar de paso, cuenta el director del parador, Alberto San Sebastián, sentado junto a una chimenea herencia de cuando este hotel era un albergue de carretera, en 1959. Los viajeros pernoctaban, ponían gasolina y reparaban sus coches. Si el parador de Manzanares (Ciudad Real) acogía a automovilistas de la antigua N-IV, el de Villafranca lo hacía con los de la autovía que une Madrid con Galicia. “Seguimos teniendo clientes de paso, pero también los hay que se quedan dos o tres noches para ver los recursos de la zona”, afirma San Sebastián, nacido en Ponferrada, la capital del Bierzo.

Los recursos que señala el director se dividen en monumentales, como la colegiata de Santa María (que iba para catedral), el monasterio de La Anunciada, los palacios de la calle del Agua y el castillo de los marqueses de Villafranca. O naturales, formados por los Ancares, una reserva de la biosfera por la que practicar senderismo; el valle del Silencio, “zona de eremitas con muchos monasterios”, explica; o Las Médulas –o Médulas, sin el artículo, como dicen los de la zona–: “La mina de oro más grande del Imperio Romano”, describe San Sebastián, que lleva 31 años en Paradores.

Naturaleza para los sentidos

Actividades culturales, turismo sostenible, dinamización de la zona...
Cómo sacarle el máximo partido al entorno del parador de Villafranca del Bierzo

La forma más sencilla de visitar esta explotación a cielo abierto es desviarse de la A-6 con el coche y dirigirse al mirador de Orellán, que cuenta con aparcamiento (4 euros, pero a partir de las 10; madrugar encierra valor). Pero hay alternativas más movidas para aquellos que se quedan unos días en el Bierzo. Existen rutas de senderismo y de cicloturismo señalizadas para practicar deporte y conocer con pausa las cuevas y los canales que formaron parte de esta explotación durante 200 años. Y luego está Marco Barba y sus caballos. Lo primero que hace este experto ecuestre es aclarar que Las Médulas no es solo la foto que aparece en Google en la que se ven las paredes naranjas rodeadas de vegetación. “Es mucho más. Ahora mismo estamos en Médulas”, afirma. Su rancho, en Salas de la Ribera, se incluye dentro de este paraje, por lo que nada más iniciar una ruta a caballo se atraviesan valles de castaños y robles que se incluían dentro de la zona minera. “Hay quien agradece conocer esta parte y hay quien quiere ver la arcilla naranja”, zanja Barba, de 47 años, mientras cita a los caballos desde lejos. Y vienen e imponen.

Marco Barba a lomos de una yegua lidera una ruta por un bosque de castaños en Las Médulas, en el Bierzo.
Marco Barba a lomos de una yegua lidera una ruta por un bosque de castaños en Las Médulas, en el Bierzo.César Manso

Las salidas duran una o dos horas para los nuevos y medio día o un día entero para grupos de polacos o alemanes muy aficionados que organizan viajes solo para montar a caballo, explica Barba. En las más cortas, para todos los públicos (también para los que nunca se han subido a uno), se enseña a buscar oro y se encuentra, pero solo pepitas como un grano de arena. Este hombre tranquilo, que responde con precisión si se le pregunta, ofrece rutas por la noche con luna llena o visitas a viñedos. Pero la gran distracción es el animal, por suponer una novedad para muchos. “El caballo me hace estar bien, me mantiene en el presente”, explica. “Te aporta equilibrio, claridad, disciplina. Te ayuda a no recrearte en lo malo, a valorar las cosas que tú aportas”, relata este licenciado en Bellas Artes, que en cierto modo se somete a terapia cada día cuando los cepilla y los monta.

Se empieza preguntando por el Imperio Romano y el oro –siempre tan cautivador, “aunque no sirva para nada hoy”, dice– y se acaba aprendiendo que las pesadas moscas evitan que a los caballos se les infecten las heridas y que la dificultad para domarlos radica en que ellos son presa y tienen miedo. “Llevo sombrero en lugar de casco porque es más probable que me dé una insolación a que me caiga del caballo”, cuenta con suficiencia. Es lo que uno espera oír.

Siria, Juan Manuel y Eva recomiendan

Me gusta adentrarme en el monte, en la zona de Corullón, donde se encuentran los sotos de castaños. Cada propietario pinta sus iniciales en los troncos para saber cuáles son los suyos y así recoger las castañas. Es temporada ahora.

Siria Rodríguez

Gobernanta 12 años en Paradores

Se puede dejar el coche en Balboa y desde ahí caminar cuatro kilómetros hasta Cantexeira, que está lleno de pallozas, unas construcciones de origen celta de dos plantas y con el tejado de paja. Las vistas al valle del Bierzo son muy espectaculares.

Juan Manuel Méndez

Jefe de Administración 24 años en Paradores

Para desconectar me gusta ir por un sendero que transcurre al lado del río Burbia y que se conoce como la ruta de los pozos. Empieza en Villafranca, es circular y se completa en una hora. Se pasa por el pueblo de Puente de Rey. Apto para ir con niños.

Eva Borbolla

Recepcionista 3 años en Paradores

Al volver a Villafranca, si se pasa por Cacabelos, un pueblo a 10 kilómetros, la vista se dirige desde la ventanilla a los viñedos que flanquean la carretera. Verdes y frondosos todavía a finales de septiembre, como los castaños que pueblan la zona. “A medida que avanza el otoño las hojas de estos árboles se empiezan a dorar”, describe Siria Rodríguez, la gobernanta del parador, a días de jubilarse. Lleva unos cuantos años observándolo.

Tom Donnellan y Christine Pierret, una pareja de jubilados, en el mirador de Orellán, desde donde contemplar las paredes de arcilla.
Tom Donnellan y Christine Pierret, una pareja de jubilados, en el mirador de Orellán, desde donde contemplar las paredes de arcilla.César Manso

La excursión principal, la ineludible, son Las Médulas, adonde ha llegado una pareja de jubilados. Él es inglés, de Warwick, una ciudad a 14 kilómetros de Stratford-upon-Avon, donde nació Shakespeare. Ella es francesa, de Rennes. “Vamos mirando por el suelo a ver si encontramos oro”, afirma él, bromista, actor de teatro afincado en Álava desde hace 40 años. Están de paso, se dirigen a Ourense. Los que se quedan en la zona, los que reservan varios días, visitan Villafranca en profundidad. Ayudan las explicaciones de Noelia Correa, de Guías Bierzo. Se detiene en la calle del Agua, donde se alinean palacios del siglo XVII a un lado y a otro de la acera; también una casa judía con una estrella de David en el suelo de canto rodado. Está en obras la calle, levantada por completo, desluce un poco la visita, pero por otra parte impide que pasen los coches: tal vez se encuentre en su mejor momento. Correa no necesita amplificar su voz.

El Camino de Santiago francés a su paso por la iglesia de Santiago, en Villafranca del Bierzo. La entrada de la izquierda es la puerta del Perdón.
El Camino de Santiago francés a su paso por la iglesia de Santiago, en Villafranca del Bierzo. La entrada de la izquierda es la puerta del Perdón.César Manso

Guías Bierzo lo forman tres trabajadoras a tiempo completo todo el año, algo de lo que se enorgullece Correa. Indica que hay público en cualquier época y tiene sentido porque a los peregrinos –por Villafranca pasa el Camino Francés– se les suman amantes de la naturaleza y paseantes de ciudad, viajeros que se mueven por el patrimonio.

Una muestra: la iglesia de Santiago, de estilo románico tardío, con ese arco que ya va volviéndose apuntado, ofrece indulgencia a los peregrinos lesionados que no pueden llegar a Santiago si atraviesan la puerta del Perdón. La colegiata de Santa Cristina, una de las sedes de la XXVII edición de Las Edades del Hombre, una exposición de arte sacro que está abierta hasta el 17 de noviembre. El retablo barroco italiano de columnas retorcidas y colores pastel alojado en el monasterio de La Anunciada. O las esculturas del artista berciano Arturo Nogueira, distribuidas por la ciudad, al aire libre, para contemplar con tiempo, como Las Médulas.

Castilla y León, en 15 Paradores

CRÉDITOS:

Redacción y guion: Mariano Ahijado
Coordinación editorial: Francis Pachá
Fotografía: César Manso
Desarrollo: Rodolfo Mata
Diseño: Juan Mayordomo
Coordinación de diseño: Adolfo Domenech

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