Una ‘terreta’ familiar que se abre al mundo
La DO Valencia está repleta de localidades en las que cultura, gastronomía, fiestas y parajes naturales se preservan gracias al legado entre generaciones y en las que la tradición, poco a poco, se va abriendo a todo el que quiere descubrirla
Pocas cosas le producen mayor pasión a Silvia Sáez (24 años) que hablar de su pueblo. Es la mejor embajadora de Buñol, un municipio valenciano internacionalmente conocido por su tradicional guerra de tomates, la Tomatina. Como explica esta escritora, “Buñol tiene muchísimo más: cuevas y cascadas, un castillo habitado por gente del pueblo, dos bandas de música rivales que se enfrentan en un mano a mano cada año... Y lo mejor de todo, las ganas de compartir nuestras tradiciones con quien quiera vivirlas”.
Este carácter familiar con ansias de mostrarse al mundo es la esencia del territorio de la denominación de origen (DO) vinícola Valencia, que comprende medio centenar de municipios en varias zonas del interior de la provincia. Desde vivir las populares Fallas más allá de la capital del Turia hasta un museo local de títeres único en España o un patrimonio natural e histórico que permiten, unidos, entender la forma de vida valenciana. Una terreta –como se denomina cariñosamente a la región– que hará sentir como en casa a todo aquel que desee visitarla.
SALIR DE CASA Y LLEGAR A ELLA
"Tenemos un fuerte compromiso con la naturaleza y el patrimonio, nuestra seña de identidad que transmitimos a las generaciones más jóvenes. El viajero se va a encontrar con pueblos que viven de manera apasionada su cultura y que les harán sentir como en casa”
Marzo fallero en el interior valenciano
En marzo comienza la celebración valenciana por excelencia: las Fallas. Si bien las más conocidas son las de Valencia capital, declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, también se puede disfrutar de esta fiesta en otras muchas localidades de la provincia. En las subzonas vinícolas de la DO Valencia de Valentino y Moscatel destacan las de Llíria, Montserrat y Turís.
Su celebración está asociada con el día de san José (19 de marzo), patrón de los carpinteros, quienes solían quemar sus parots (piezas de madera que usaban para prender sus candiles) vestidos con ropa para que pareciesen una persona. Aunque no está claro que ese sea el origen de la fiesta, también podría deberse a los rituales paganos de fuego vinculados al cambio de estacionalidad o incluso con otras tradiciones religiosas, como la Cuaresma: en pueblos valencianos es también común la construcción de un monigote representando a un ser non grato que luego es quemado en la hoguera. Oficialmente, las Fallas comienzan el último domingo de febrero y se extienden hasta el 19 de marzo.
Así son las Fallas, en cinco imágenes
Un pueblo familiar que conoce todo el planeta
Una fiesta de interés internacional, aunque de origen muy local, es la Tomatina de Buñol. Su celebración se remonta a 1945, cuando una trifulca entre vecinos del pueblo acabó en una guerra de tomates. Sin embargo, este pueblo valenciano, enclavado en la subzona vinícola Moscatel, esconde otros atractivos. Un patrimonio cultural y natural sorprendente y visitable en cualquier época del año que nos descubre la escritora buñolense Silvia Sáez.
Un tesoro oculto 700 años en el casco histórico valenciano
En 1999, durante unas obras en el barrio del Carmen, en el casco histórico de Valencia, se destapó un tesoro perteneciente a la época dorada de la ciudad: una bodega medieval del siglo XIII, cuando el rey Jaime I reconquistó las tierras valencianas para anexionarlas a la Corona de Aragón. En este celler (bodega, en valenciano) se almacenó, elaboró y vendió cereal, aceite y vino, los productos más preciados de entonces y base de la dieta mediterránea.
Tras su recuperación, esta bodega, dependiente del organismo de Promoción Agroalimentaria de Calidad de la Comunidad Valenciana (Proava), se ha convertido en un patrimonio cultural e histórico. Un tesoro, ubicado entre las actuales plazas del Árbol y Centenar de la Ploma, y de acceso por la calle Baja, en el que se programan visitas guiadas, catas de vino y jornadas gastronómicas para degustar los mejores productos valencianos.
Recorriendo el Turia desde las alturas
Pocas veces se puede recorrer el cañón de un río contemplando el paisaje desde las alturas. Unos puentes colgantes situados en el río Turia en la comarca de Los Serranos permiten hacerlo. En esta zona, una profunda garganta que atraviesa la roca calcárea da lugar a unas imponentes paredes verticales de más de 80 metros de altura. Conocida como ruta de los Pantaneros, este recorrido circular por las hoces del río llega hasta el embalse de Loriguilla. De dificultad baja y accesible para todos los públicos, merece la pena empezar la caminata desde el pueblo de Chullilla, perteneciente a la subzona vinícola de Valentino, y no perderse su castillo, con impresionantes vistas de la comarca, su casco histórico de origen medieval o el Charco Azul, una piscina natural de aguas tranquilas y cristalinas.
Transmitir la sabiduría popular con las manos
Antes de que la vida pudiese ser explicada a través de imágenes se recurría a las representaciones, ya fuese con personas de carne y hueso o con pequeños muñecos accionados con una cruceta y un par de hilos que pendían de ella. Los títeres o marionetas eran el formato perfecto para transmitir la sabiduría popular en tiempos en los que no todo el mundo sabía leer. Un arte que desde la localidad valenciana de Albaida quieren cuidar y divulgar. En este municipio se encuentra el Museo Internacional de Títeres de Albaida (MITA), el primer museo de España que se dedica a la preservación, conservación, estudio, investigación y comunicación del arte del títere.
Ubicado en el interior del palacio de los Milà i Aragó, un espectacular conjunto arquitectónico del siglo XV con más de 1.100 metros cuadrados, el museo alberga títeres de todo el mundo. Su directora Julia Rodríguez explica la historia de algunos de los más curiosos y relevantes:
Cocas, el otro tesoro gastronómico valenciano
Más allá de la famosa paella, hay otro plato que llena de orgullo a toda la Comunitat Valenciana: la coca, en sus versiones dulces y saladas. Cada localidad, e incluso cada familia, tiene una forma particular de cocinarlas, por lo que resulta difícil establecer una receta única.
La coca más tradicional de las meriendas o como dulce que se comparte incluye huevos, harina, leche, ralladura de limón, aceite, azúcar y canela. Para la versión salada, la masa puede ser con o sin levadura; en este último caso, se elabora con cerveza. Se puede comer todo el año gracias a las conservas de tomate que se realizan en los hogares de zonas de huerta. También es conocida la coca amb tallà, una masa de pan redonda sobre la que se suele colocar una tajada de panceta y varias piezas de embutido. En otra versión sin carne, se le añade sardina en salazón y un pimiento verde.
Cuando en el Mediterráneo se comerciaba con nieve
Por extraño que parezca, hubo un tiempo en el que la nieve era un bien comercial: se recolectaba, conservaba, transportaba, vendía y consumía. Y, además, el Reino de Valencia fue pionero en esta actividad. Se popularizó especialmente durante la Edad Moderna entre las diferentes clases sociales gracias a usos terapéuticos –el frío es un excelente antinflamatorio y analgésico– y gastronómicos, indispensable para mantener alimentos fuera de temporada.
En la vertiente mediterránea, principalmente en la comarca de Vall d’Albaida, quedan restos de esta actividad comercial: los neveros, estructuras cavadas en la propia montaña para la recolección y almacenaje de la propia nieve. Situados muchos de ellos a más de mil metros de altura, en la sierra de Mariola, estos monumentales depósitos recuerdan hoy ese legado, como explican desde el Ayuntamiento de Bocairent (Valencia), el término municipal donde se localizan algunas de estas construcciones perfectamente conservadas, denominadas también cavas.
1. La apertura del nevero permitía la recolección de la nieve de manera natural.
2. Una puerta a nivel superior permitía acceder a los neveteros para recolectar la nieve en forma de hielo.
3. La galería inferior, de 20 metros de profundidad, conectaba con una acequia para desaguar la nieve descongelada. Fotos: Ayuntamiento de Bocairent
1. La apertura del nevero permitía la recolección de la nieve de manera natural.
2. Una puerta a nivel superior permitía acceder a los neveteros para recolectar la nieve en forma de hielo.
3. La galería inferior, de 20 metros de profundidad, conectaba con una acequia para desaguar la nieve descongelada. Fotos: Ayuntamiento de Bocairent
Los años en los que se vivía bajo tierra
Al estallar la Guerra Civil, la aviación italiana, aliada del ejército sublevado, instaló su base de operaciones en Mallorca. Desde la isla, atacó los principales puertos y ciudades de la franja mediterránea. Entre esas localidades se encontraba Ontinyent, convertida en núcleo industrial para la fabricación de armamento y, por tanto, foco de los bombardeos que se convirtieron en la banda sonora casi diaria de aquel periodo de guerra. La única protección ante el asedio fueron los refugios antiaéreos: algunos eran públicos; otros, particulares. Se utilizaban sótanos, fábricas, talleres, cualquier cosa siempre que estuviera bajo tierra.
Se llegaron a construir 12 refugios para una población que rondaba los 12.000 habitantes. Tres de ellos, en buen estado de conservación, se han convertido en museos y están enmarcados dentro de la ruta Memoria Histórica, propuesta por el Ayuntamiento de Ontinyent para conocer la localidad a través de este patrimonio histórico-cultural valenciano.
Variedades de uva
Blanca
- Chardonnay
- Macabeo
- Malvesía
- Merseguera
- Moscatell
- Verdil
Tinta
- Bobal
- Cabernet Sauvignon
- Merlot
- Monastrell
- Pinot Noir
- Tempranillo
- Tintorera
Una variedad geográfica de interior para una diversidad de sabores
La DO Valencia está formada por cuatro subzonas de interior: Alto Turia, Valentino, Moscatel de Valencia y Clariano. Una variedad geográfica que se adivina también en sus vinos: los tintos destacan por su color rubí con reflejos violáceos, su aroma intenso y su potente sabor en boca gracias a su buen cuerpo. De los rosados, elaborado con variedades de uva tinta, destacan su color y aroma, con tonalidades que van desde la grosella hasta la cereza, y aromas frescos. En el vino blanco, el intenso aroma afrutado se consigue gracias a las características de las variedades Merseguera, Malvasía, Macabeo y la autóctona Verdil, principalmente.
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