Joe Sacco: “Hay que cavar para llegar a la verdad, en la superficie solo están las mentiras”
El reportero y dibujante, autor de álbumes como ‘La guerra de Gaza’, dedica su nuevo libro a un episodio de violencia interreligiosa en el norte de la India
Lo que más sorprende en un cara a cara con Joe Sacco es que tiene ojos tras las gafas. El célebre periodista y dibujante, autor de cómics (denominación que prefiere a novela gráfica) memorables de la historia del género, como Palestina, Gorazde: zona protegida, El mediador: una historia de Sarajevo o La guerra de Gaza, ríe al decírselo. “Los tengo, sí, lo de dibujarme en mis historias s...
Lo que más sorprende en un cara a cara con Joe Sacco es que tiene ojos tras las gafas. El célebre periodista y dibujante, autor de cómics (denominación que prefiere a novela gráfica) memorables de la historia del género, como Palestina, Gorazde: zona protegida, El mediador: una historia de Sarajevo o La guerra de Gaza, ríe al decírselo. “Los tengo, sí, lo de dibujarme en mis historias sin ojos es una convención. Si te fijas en mis primeros trabajos todos los personajes eran un poco así, algo grotescos, influenciados por el cómic underground y alternativo de los setenta y por Sergio Leone y los primeros planos de sus westerns, en los que veías los poros de la piel y los defectos de los rostros. Con el tiempo me di cuenta de que si quieres tener verosimilitud periodística has de dibujar con más realismo, la gente tal y como es. Así que he tenido que forzar la mano, lo que no es cómodo para mí. Alguien me señaló entonces que hacía a la gente más realista pero no a mí mismo. La verdad es que no me había dado cuenta. Me seguía dibujando como un croquis rápido. Ahora me voy mejorando, pero aún con ese blanco tras las gafas, que tiene algo de autoparódico y también de autoprotección, de no mostrar mis emociones”.
En todo caso, en la realidad los oscuros e inteligentes ojos de Sacco (Kirkop, Malta, 64 años), el reportero del cómic, impresionan: son los que han mirado el dolor, la devastación, el odio y la muerte en Gorazde, Sarajevo, Gaza o ahora en los pueblos de Uttar Pradesh, en el norte de la India, a cuyos conflictos interreligiosos entre hindúes y musulmanes dedica su nuevo trabajo El disturbio eterno (Reservoir Books, Penguin, 2025, traducción de Montse Meneses Vilar). ¿Qué le interesó de esta historia? “Había trabajado antes en la India, sobre la vida rural, y buscaba una excusa para volver. Un colega me habló de esos disturbios y me pareció muy interesante descubrir qué había pasado. Le di vueltas, no quería una historia ordinaria, me pareció mejor realizar una historia sobre el relato, sobre lo que la gente cuenta para explicar lo que hizo en una situación como aquella”. Para Sacco, el argumento esencial de su libro es “la dificultad de encontrar la verdad”. De entrada, señala, “no la tienes, tienes el relato”. Y enfatiza que la labor fundamental del periodismo es “cavar para llegar a la verdad, en la superficie solo tienes las mentiras”.
En el origen de los disturbios de Uttar Pradesh de 2013 que fue Sacco a investigar y que hunden sus raíces en la partición de la India en 1947 y amenazan con seguir prolongándose, hay una violación, la de una chica musulmana de 16 años que desató —tras dar lugar a un asesinato y a un linchamiento— el conflicto entre los jats (un grupo étnico de mayoría hinduista) y los musulmanes. Sacco no dibuja la violación, algo que es tabú para él. “Nunca lo he hecho, no puedes evitar que pasen, en las luchas entre hombres las mujeres siempre acaban sufriéndolas, pero nunca he querido dibujarlas. Tengo una sensibilidad media, me repelen ciertas cosas, me repugnan. Soy muy cuidadoso cuando reproduzco situaciones de violencia. Dibujar una violación supondría cruzar mis límites, que creo que son bastante los mismos de mis lectores”.
Lo que sí dibuja, y magistralmente, Sacco en El disturbio eterno son las masas, hindúes y musulmanas, a pie o en transportes como camiones o remolques tirados por tractores. Multitudes inquietantes, amenazadoras, armadas con palos, espadas, cuchillos, armas de fuego caseras o lathis, los emblemáticos bastones tradicionales indios. “Me esmero mucho, es básico dibujarlas bien a las multitudes. Algunos dibujantes se limitan a dibujar a las personas de las primeras filas y luego disimulas al resto, los de detrás, con unos trazos. Yo quiero que el lector sienta la masa. Y que vea cada cara, que entienda que son seres humanos los que integran la multitud, reconocibles, cada uno hijo de su padre y de su madre. Intento darles a todos una personalidad. Fui a ver los sitios donde se realizaron esas manifestaciones multitudinarias incontrolables y enfurecidas y tomé fotos para poder reconstruir el ambiente físico”.
En las viñetas en que se mueven esas multitudes, Sacco introduce reflexiones sobre la dinámica que lleva al grupo a convertirse en masa enfurecida. ¿Ha leído a Elias Canetti? “¿Masa y poder?, lo tengo, y Psicología de las masas, de Gustave Le Bon, pero decidí deliberadamente no leerlos hasta acabar el libro, para que no me influyeran”.
Sacco se considera por encima de todo un periodista. “Es lo que estudié, y pienso como periodista. No me formé como periodista de cómic porque no existía tal cosa. Recuerdo que cuando en clase se hablaba de los corresponsales de guerra o que trabajaban en el extranjero me intimidaba mucho. Me parecían omnímodos y omnipresentes, como moscas en el techo que tenían una visión completa de los acontecimientos. Luego, al estar yo también sobre el terreno comprendí que en realidad nadie puede tener esa omnisciencia, que todos nos servimos de informadores y de periodistas locales [Sacco dedica El disturbio eterno a “los periodistas rurales de la India, que trabajan tan duro” y varios de los cuales aparecen dibujados en el álbum]. Todos necesitamos de otras personas si quieres tener toda la historia. En ese sentido, yo intento mostrar las costuras, las puntadas del periodismo”. El reportero y dibujante recalca que “el periodismo no es una ciencia, sino una práctica de seres humanos falibles”.
Su sistema es tomar muchas notas in situ, pisando los lugares y hablando con los testigos, y también hacer fotos, para dibujar después. “Mi trabajo no es distinto del tuyo, del de cualquier periodista. Dibujo nada o muy poco sobre el terreno. Pero es cierto que trato de obtener datos visuales, información que luego me sirva para dibujar”.
Sacco simultaneó la creación de El disturbio eterno con la de La guerra de Gaza. “Fue difícil, dedicaba cuatro o cinco días a la historia de la India y dos a la de Gaza. Era complicado porque lo de Gaza era lo actual pero tenía una gran responsabilidad también con la otra historia. Son historias de violencia diferentes. Sumergirte en las dos fue doloroso. Te cuestionas qué diablos les pasa a los seres humanos para comportarse así”. Para Sacco, la historia de Gaza era más fácil, “la tenía más clara en la cabeza, la India es un lugar inmenso, con una población de mil millones de personas y una variedad dificilísima de asimilar”. Precisamente El disturbio eterno muestra una voluntad pedagógica de aproximar al lector a un conflicto muy complejo. “Siempre intento configurar la historia para que sea comprensible, empezando para mí. En ese sentido, pienso en mí como el primer lector”.
Joe Sacco, que por cierto no tiene nada que ver con el célebre anarquista Nicola Sacco (“En todo caso preferiría ser pariente de Bartolomeo Vanzetti, personaje más interesante, sus cartas en la cárcel mientras esperaba la ejecución son conmovedoras”), tiene una larga relación familiar con la guerra, uno de los temas de sus álbumes. “Mi madre me explicaba historias de cómo era vivir en Malta durante la Segunda Guerra Mundial, donde sufrió el terrible asedio italiano y nazi. Mi padre también hablaba de la guerra, los dos lo hacían sin problemas. Comprendí lo fácil que es que tu vida sea interrumpida por un conflicto bélico. Además crecí en Australia, donde está muy presente en la conciencia nacional el recuerdo de las dos guerras mundiales”. Sacco cree que no hay una respuesta fácil a el por qué de la guerra. “Entiendo que a veces la gente necesita defenderse, no soy un pacifista. Pero cuando los disparos empiezan todo se hunde. En realidad no se pueden poner reglas en la guerra y todo lo corrompe. Es la vergüenza máxima de la especie humana”.
Una de las creaciones más singulares de Sacco ha sido La Gran Guerra, una plasmación gráfica en un desplegable de 7 metros de la primera jornada de la batalla del Somme, el 1 de julio de 1917, trabajo inspirado en el tapiz de Bayeaux. “Jacques Tardi es el maestro en dibujar la Primera Guerra Mundial, pero lo que me influyó a mí fue la conexión nacional australiana con aquella contienda, Gallipoli, etcétera. Cuando hice ese cómic empecé a cuestionarme la naturaleza humana, mi trabajo está muy basado en la experiencia individual pero en la guerra ves la creación de colectividad para matar a otros. Siempre pienso qué vería un alien que se asomara a la guerra de trincheras en esa época: gente matándose de manera impersonal”.
Sacco ha dibujado a Nixon. ¿No le apetece hacerlo con Trump? “Dibujé a Nixon en Bumf, en el que el presidente resucitaba en la piel de Obama. Tengo planes para Trump. ¿Qué si es difícil de dibujar? En realidad no, son más difíciles las personas que tienen rasgos más estandarizados. El físico de Trump y sus gestos y posturas lo hacen fácilmente reconocible”. ¿Le tienta? “Sí, claro, pero tienes que pensar muy bien lo que vas a hacer con él, no es fácil hacer algo original con alguien cuyos discursos parecen escritos por un guionista de comedias. La cuestión es cómo sacar algo interesante de alguien así”.
Como persona de izquierdas que ya encontraba cosas a criticarle a Obama la era Trump ha de ser un tormento. “Criticaba a Obama y a Biden porque estaban allanando el camino para alguien como Trump. En sus administraciones, EE UU ya se hundía en aspectos oscuros y Trump es ahora eso. Trump no lo ha cambiado todo en un día. Las cosas no funcionan de esa manera”.
Joe Sacco es un admirador confeso del periodismo gonzo y de Hunther S. Thompson. “Me han influido mucho, definitivamente. Thompson entendió cómo funcionaba realmente el sistema electoral de EE UU al cubrir las elecciones de 1972. Entendió la mecánica y la explicó de manera entretenida y dijo ‘¡mierda!’. Esa combinación me parece genial. También soy muy fan de Michael Herr. En Despachos de guerra pude sentir el sabor de Vietnam en la boca. ¡Qué manera tan formidable de evocar eso! Me inspiró mucho. La sensación de estar ahí”.
Del que considera uno de sus maestros, Art Spiegelman no se atreve a decir si ha cambiado de opinión sobre quiénes son hoy los gatos y quienes los ratones. “Eso deberías preguntárselo a él; va con tiento con sus metáforas, yo no debo hablar en su nombre”.
¿Hay alguna razón para el optimismo hoy en Gaza? “Si quieres estrujar el concepto de optimismo puedes pensar que al menos el mundo en general siente más empatía por los palestinos y se pregunta por qué los Gobiernos de Occidente han permitido un genocidio. No puedo hablar tampoco en nombre de los gazatíes. Pero creo que no saben qué futuro les espera, están en un limbo existencial. Pueden ser expulsados o Israel lanzar otra ofensiva en cualquier momento”.
No le gusta el término “novela gráfica” que le suena a “marketing para vender cómic a los adultos y que se sientan bien”, pero considera que es “una lucha semántica que ya hemos perdido”. Los cómics de superhéroes, por cierto, “no me interesan, ya apenas los leía de niño, un par de Superman y alguno de The Phantom [El hombre enmascarado]. Y subraya: “Nunca me ha interesado la gente que gana siempre, ya no me parecía real eso ni de niño”. Reconoce que los superhéroes forman parte de “la ecología del cómic” y se los necesita para dar apoyo económico al resto del sector, “y siempre hay la esperanza de que los chavales que leen de superhéroes se pasen a cómics más serios”.