Esto puede estar pasando aquí: la película ‘The Order’ reabre el debate sobre el fascismo en EE UU

La organización supremacista blanca Nación Aria, nacida en los años setenta y que retrata el filme de Justin Kurzel, acabó como grupo terrorista que cometió ataques con explosivos

Jude Law, en 'The Order'.

En la clarividente sátira política Eso no puede pasar aquí, escrita por el Premio Nobel de Literatura Sinclair Lewis en 1935, y ambientada en los Estados Unidos posteriores al crash bursátil de 1929, un candidato a la presidencia con un discurso demagógico y populista, sustentado por los supuesto...

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En la clarividente sátira política Eso no puede pasar aquí, escrita por el Premio Nobel de Literatura Sinclair Lewis en 1935, y ambientada en los Estados Unidos posteriores al crash bursátil de 1929, un candidato a la presidencia con un discurso demagógico y populista, sustentado por los supuestos ideales americanos, oculta su verdadera intención: crear una sociedad totalitaria a imagen de las europeas de su tiempo, pero con rasgos estadounidenses.

La organización supremacista blanca Nación Aria, nacida en los años setenta y de la que da cuenta la película The Order (La hermandad silenciosa), estrenada de tapadillo hace unas semanas en la plataforma Prime Video pese a los grandes nombres en su reparto y a haber pasado por el Festival de Venecia, degeneró aún más en los años ochenta hasta conformar un grupúsculo nacido de aquella: un movimiento de resistencia aria llamado La Orden, que cometió diversos ataques incendiarios y con explosivos.

El día 20 de enero de 2025, Elon Musk, el hombre más rico del mundo y principal asesor del presidente Donald Trump, realizó por dos veces el saludo fascista (y nazi), brazo derecho en un ángulo de alrededor de 40 grados sobre la horizontal y apenas ladeado hacia la derecha, ante un auditorio abarrotado de cámaras profesionales y móviles privados. A algunos les asombró tamaño atrevimiento. A otros, que lo veían venir desde lejos, aunque quizá no tanto como Lewis —formidable escritor hoy desgraciadamente semiolvidado—, no les extrañó tanto. Como dice José A. Vázquez Aldecoa en el prólogo de la edición española de Eso no puede pasar aquí (A. Machado Libros): “No nos podemos confiar, el germen está entre nosotros, y en cualquier momento puede surgir. Quizá no como un régimen puramente fascista, entre estandartes, uniformes, discursos agradecidos y nacionalismo de saldo, pero sí como un gobierno que se exceda recortando algunas libertades en nombre del bien común, de la seguridad e incluso de la propia democracia”. Esto (o aquello) no podía pasar aquí, pero quizá ya esté pasando.

Elon Musk saluda a la multitud en un evento del desfile de investidura presidencial de Donald Trump en Washington, el lunes 20 de enero de 2025.CONTACTO vía Europa Press (CONTACTO vía Europa Press)

Como muestra la película The Order, ambientada en 1983, basada en un libro de investigación de Kevin Flynn y Gary Gerhardt sobre las escalofriantes profundidades de la clandestinidad racista en el país, EE UU es una tierra apegada a la comunidad. Donde hay hombres que aman cosas tan sencillas como las barbacoas o la pesca del salmón. Aunque donde también se aman las armas, y se odia a los judíos y a los negros. Y donde la principal cuestión es que a veces son los mismos los que aman unas cosas y las otras. “Este es un gran país, el problema son nuestras mentes”, dice uno de los personajes. En The Order, dirigida por Justin Kurzel, autor de las excelentes Macbeth (2015) y Nitram (2021), y protagonizada por Jude Law y el muy de moda Nicholas Hoult (el jurado número dos de Clint Eastwood, y también en el Nosferatu de Robert Eggers), se dice: “Los grupos de odio no suelen robar bancos, hasta que lo hacen”. También, siguiendo al visionario Lewis, se podría haber dicho que los gobernantes no suelen ser fascistas, hasta que lo son.

Uno de los personajes secundarios de la película es Richard Butler, fundador de Nación Aria, nacida de un movimiento religioso, la Iglesia de Jesucristo Cristiano. Hasta la enorme sede de su organización, en el Estado de Idaho, presidida por una nave industrial ataviada en su techo con una bandera nazi, acuden los miembros del FBI encabezados por el personaje de Law. Es el clásico lugar de la América profunda donde hombres, mujeres y niños se desenvuelven con la naturalidad del día a día. Con un matiz importante: los niños que juegan en los columpios del parque infantil contiguo saludan a los visitantes adultos de la policía con el mismo brazo en alto de Elon Musk. En la entidad racista coexisten dos grupos: los sibilinos y los violentos. Los primeros han criado, en todos los sentidos, a los segundos. Pero estos se les han descarriado. Abogan por el exterminio a base de crímenes individuales. Los sibilinos, en cambio, hacen una apuesta de futuro: “En 10 años tendremos miembros en el Congreso y el Senado. Así se hacen los cambios, pero lleva tiempo”. La película, recordemos, está ambientada en los años ochenta.

Nicholas Hoult, en 'The Order'.

Los dos grupos son una amenaza para los demócratas. Ambos persiguen las mismas metas, aunque de un modo diferente: destruir el sistema desde fuera, o cambiarlo desde dentro. Sin embargo, los violentos, que comenzaron sus delitos y crímenes con atracos a bancos y atentados en tiendas de pornografía y erotismo, tampoco gustan a los sibilinos. Se apela a la pérdida de los puestos de trabajo, a la dignidad. Es el renacimiento del White Power. Y buena parte del discurso se basa en la educación. Bob Matthews, el activista neonazi que lidera La Orden, al que interpreta Hoult, lee a su hijo por las noches Los diarios de Turner, la biblia de la derecha racista estadounidense. Una historia de ficción sobre un grupo de separatistas blancos que libra una guerra racial contra el gobierno de EE UU y acaba con el exterminio de los no blancos, de los políticos y los liberales, que está estructurada en seis pasos: reclutamiento, recaudación, revolución armada, terrorismo nacional, asesinato y Día de la Soga. Un libro prohibido en Canadá por ser pura propaganda de odio, y de decisiva influencia, según los especialistas, en atentados como el del terrorista blanco Timothy McVeigh en Oklahoma City, en 1995, con 168 muertos, así como en el asalto al Capitolio del año 2021, alentado por Trump.

El Día de la Soga de Los diarios de Turner, la jornada en la que finalmente se cuelga a los traidores a la raza, nos devuelve la mirada a otra película reciente que elucubra con lo peor, y en la que esa imagen de los ahorcados en puentes, naves y otros recintos resulta recurrente: Civil War, con un personaje interpretado con terrorífica garra por Jesse Plemons, y sus ya inolvidables gafas rojas de sol como fuente de pesadillas sociales y políticas. En realidad, el cine nos lo ha avisado siempre. Si algo de bueno tiene el cine americano (y son muchas cosas más) es que siempre ha mirado a sus sociedades de frente, y en tiempo presente, además de en retrospectiva. “No todos aquí hemos nacido con una sábana blanca en la cabeza”, dice en The Order el ayudante de Law, al que da vida Tye Sheridan. Seguro que es así, pero, por lo que sea, desde el Ku Klux Klan hasta la Nación Aria, algunas impactantes imágenes y terribles actos siempre estuvieron ahí. Y el cine se ha hecho eco de ello, junto a la literatura (entre los ejemplos más importantes, la ucronía La conjura contra América, de Philip Roth).

Una marcha neonazi, en el evento Red Shirts March.Stephanie Keith (Getty Images)

Películas tan relevantes como Arde Misisipi (por no acudir a la fundacional, y contraria en ideología, El nacimiento de una nación), Siete días de mayo, Acción ejecutiva, De presidio a primera página e Infiltrado en el KKKlan hablaron de ello: de complós, golpes de Estado y crímenes raciales. Incluso un título reciente como la comedia de terror El club del odio (2022), que, de nuevo con las comunidades como eje, estaba protagonizada por un grupo de mujeres blancas que, alrededor de una tarta con la esvástica dibujada con mermelada, merendaba cada tarde mientras forjaba una asociación en lucha contra la diversidad, la inclusión y cualquier persona que osara amenazar la pulcritud del país creado en su día por lo que ellas consideran “los padres fundadores”. Como se cuenta en ¿Por qué no hay socialismo en Estados Unidos?, otro revelador ensayo, escrito por el sociólogo alemán Werner Sombart en 1905 (editado en España por Capitán Swing), todo parecía destinar a EE UU como la auténtica patria del socialismo: industrialización precoz, ausencia de jerarquías, culto a la igualdad. Sin embargo, nunca salió de los círculos más estrechos. ¿Tan estrechos como el fascismo? Eso no está tan claro, y ahora aún menos.

Kirsten Dunst, en 'Civil War'.

De hecho, si se rasca un poco en el exterior de The Order hay datos preocupantes. Es una película de producción canadiense, rodada en Alberta (de nuevo, Canadá), dirigida por un australiano (Kurzel) y protagonizada por dos ingleses (Law y Hoult), acerca de una parte de la idiosincrasia de EE UU, que apenas recaudó dos millones de dólares en los cines locales, y que Prime Video, sin apenas publicidad, ha llevado sin antes pasar por las salas a todos los territorios internacionales. Quizá por todo ello es tan importante una historia como Civil War, tal vez no por casualidad fuera de las nominaciones a los Oscar y dirigida por otro británico: Alex Garland. La magnífica Arde Misisipi es de los años ochenta, y está ambientada en los sesenta; The Order es de 2024, pero se desarrolla en los ochenta; Civil War es de hoy y se ambienta en pasado mañana. ¿Tan premonitoria como Eso no puede pasar aquí? Esperemos que no.

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