Musicales en madrid

El lado oscuro de los musicales en Madrid: precariedad, sin bajas laborales y cansancio extremo

Músicos y actores de obras en cartel en Madrid relatan las malas condiciones generalizadas del sector y el miedo a hacerlo público por las posibles represalias

Anuncios de varios musicales en la Gran Vía de Madrid.Samuel Sánchez

El pasado 11 de junio, Aladdín y The book of Mormon triunfaron en los Premios del Teatro Musical en una gala llena de brillo celebrada en Madrid. Ambos espectáculos se llevaron cuatro galardones, pero el protagonismo inesperado lo robó el intérprete de Aladdín Roc Bernadí, que cuando subió a recoger su premio no pudo contenerse. “A Madrid muchos la comparan con las grandes mecas del tea...

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El pasado 11 de junio, Aladdín y The book of Mormon triunfaron en los Premios del Teatro Musical en una gala llena de brillo celebrada en Madrid. Ambos espectáculos se llevaron cuatro galardones, pero el protagonismo inesperado lo robó el intérprete de Aladdín Roc Bernadí, que cuando subió a recoger su premio no pudo contenerse. “A Madrid muchos la comparan con las grandes mecas del teatro musical: Londres y Nueva York. Lo que no suelen comparar son las condiciones laborales”, dijo, entre los aplausos del público, compuesto por trabajadores del mismo sector. No lo sabía, pero en ese momento Bernadí estaba rompiendo un tabú largamente callado por el “el poder del miedo”, como lo llamó. “Miedo a que nos echen, a lo que dirán; miedo a no volver a trabajar”, prosiguió. “Pero sobre todo creo que no deberíamos tener miedo a hablar públicamente de las injusticias que nos rodean. Sin nosotros no habría musicales. Somos afortunadas de poder trabajar de nuestra pasión, pero no deja de ser trabajo, y el trabajo tiene que ser digno”.

Aquel vídeo se hizo viral durante unos días, pero luego su eco se fue apagando. Desde entonces, EL PAÍS ha tirado del hilo de aquella denuncia para recoger las quejas no solo de los intérpretes, sino también de los músicos de una industria, la de los musicales, que se promociona en Madrid como tercer punto neurálgico a nivel mundial, pero que detrás de los grandes carteles y las luces de neón de Gran Vía esconde el malestar y la insatisfacción de un sector que se siente humillado y maltratado.

Si mis condiciones son que me vas a descontar el día que falte, prefiero morirme en el escenario a pedir que me sustituyan”
Albert Muntanyola, actor

“Siempre trabajamos aunque estemos tocados. Te dicen: ‘Si no estáis en condiciones, decidlo y se os sustituye’. Eso nunca pasa. ¿Por qué? Porque si mis condiciones son que me vas a descontar el día que falte, prefiero morirme en el escenario a pedir que me sustituyan”, cuenta Albert Muntanyola, que interpreta al sultán en Aladdín. Durante estos meses, este periódico ha recopilado los testimonios de una veintena de intérpretes y músicos, hombres y mujeres de edades diversas. Los intérpretes van desde actores principales hasta los que hacen rotaciones (como alternantes o cover) o cubren bajas (swings). Todos ellos trabajan y han trabajado con las grandes compañías que operan en Madrid: Stage (Aladdin, El rey león, Tina…), SOM produce (Mamma mia!, The book of Mormon, Chicago, Grease, La Función que sale mal…), Let’s Go (El fantasma de la Ópera, Ghost, Charlie y la fábrica de chocolate…) y Beon Entertainment (El médico, Forever Van Gogh, La historia interminable…). Las reclamaciones son idénticas. En el caso de los músicos, un colectivo que sostiene haber perdido un 45% de poder adquisitivo en dos décadas, se suma el hecho de no contar siquiera con un convenio colectivo. La mayoría de las empresas mencionadas, contactadas por EL PAÍS, afirman que cumplen el convenio escrupulosamente, que comparten algunas de las quejas, y dicen estar comprometidas con el crecimiento de la industria cultural en España.

El relato de Muntanyola es a cara descubierta (“Tengo una edad que me permite decir lo que pienso”, explica), pero la mayor parte de los demás testimonios prefiere el anonimato. Muchos, además, tienen cláusulas de confidencialidad en sus contratos. Es una muestra más del “miedo” en el que viven. “Nadie quiere señalarse, porque no te renuevan la temporada que viene, y listo”, explica un miembro del elenco de uno de los grandes musicales de Madrid, que acaba de abandonar la producción al no llegar a un acuerdo de mejora salarial: “Al menos, en algunas productoras puedes entrar al despacho a negociar, aunque te digan que no; pero todos conocemos casos de gente a la que le han roto el contrato delante de la cara solo por plantear siquiera una reunión para pedir una subida”. Los actores principales, los alternantes, los cover y los swing tienen cada uno sus propias reivindicaciones. Pero las quejas generales que todos comparten se juntan en tres bloques principales.

En primer lugar, está el tema económico. El convenio de los actores es de 2014, y “las mejoras salariales que se puedan dar no cubren el incremento del coste de la vida. Además, el 90% de las producciones se agarran a las cantidades mínimas del convenio, que está desfasadísimo”, explica la intérprete de un famoso personaje. A veces, los salarios directamente se han desplomado. “Por hacer en 2015 la misma función que en 2007, cobré un 40% menos”, apunta la misma fuente. “Y siempre te amedrentan: si no lo haces tú, lo hará otro”, señala un joven que realiza reemplazos.

Las empresas no proporcionan datos concretos, pero el teatro musical en Madrid facturó más de 119 millones de euros en 2019 (según el Registro Mercantil) y, descontando la temporada de pandemia, no ha parado de crecer, señala la Unión de Actores y Actrices, el sindicato del sector, donde calculan que, actualmente, trabajan en la quincena de musicales madrileños entre 500 y 600 intérpretes. “Es evidente que esto es un gran negocio, pero los que realmente lo hacemos posible no lo vemos por ningún lado”, cuenta una de las entrevistadas. “Lo gracioso es que, cuando pides algo, las productoras te dicen que no ganan tanto dinero”, cuenta un miembro del reparto de The book of Mormon, de SOM Produce; la empresa, que se halla en plena inspección de trabajo enviada por la Unión de Actores, acaba de comprar el madrileño teatro Amaya, donde representa una de sus producciones, La función que sale mal.

El actor Albert Muntanyola.Pablo Monge

En segundo lugar, todos señalan a las vacaciones, las enfermedades laborales y el hecho de que les dan de baja entre funciones como uno de sus mayores problemas. “Cuando hablas con alguien y dices tu sueldo mensual [2.556 euros brutos en el caso de elenco, reparto, sustitutos y cover, que forman el grueso de las producciones, como establece el convenio del sector], lo lógico es pensar que no está mal [en España el salario mínimo interprofesional es de 1.323 euros mensuales en 12 pagas]. Pero hay que ver la letra pequeña: todos los complementos están prorrateados a 12 pagas. También las vacaciones”, cuenta un actor que ronda la cincuentena. Es decir, cuando se cogen sus 30 días al año, no cobran ese mes. “Es una profesión en la que, cuando se acaba una producción, puedes estar semanas y semanas sin trabajar. Y los dos meses de ensayos previos cobramos 57,75 euros al día, hasta el más protagonista. Además, cuando la función baja el telón [por ejemplo, 10 días a mediados de julio entre una temporada y otra], lo que hacen es echarte a la calle y te vuelven a contratar a los 10 días. Siempre contrato por obra. Es decir: no cobras esos días, y no hay antigüedad”. “Por cierto, lo de quedar en paro entre temporadas tiene cada vez menos sentido en un contexto en el que los musicales ya se piensan para durar varios años”, dice una swing, que recita: “Mamma Mía va a por la tercera temporada, The book of Mormon y Chicago a por la segunda, El rey león lleva 13…”.

“Además, esos 10 días entre temporadas no son suficientes para descansar”, denuncia otro miembro del elenco de un gran musical. “Somos atletas, y a los atletas no les puedes romper el pico de descanso, que está justo en ese período. Si los pones a trabajar entonces, se rompen. De hecho, en septiembre es cuando más gente cae”, agrega. “Dos funciones seguidas es una aberración para el cuerpo”, dice alguien que se dedicaba a la danza clásica antes de entrar en los musicales, “y dos dobletes seguidos es atroz”. Es lo que suele pasar viernes y sábados, y el cuerpo se resiente. Es otra de las quejas generales: el extremo cansancio en el que viven, que multiplica las lesiones.

¿Qué pasa, además, cuando “caen”? Todos los testimonios recogidos señalan a las bajas como uno de sus mayores problemas. “En algunos musicales caen como moscas, se lesionan constantemente. Y ya no es solo eso, es que las mutuas aceptan un esguince como motivo de baja, pero una afonía o una disfonía no. Es demencial. ¿Cómo no va a ser una afonía un motivo de baja, si me dedico a cantar? Pero en la mutua no lo aceptan, debes ir a la seguridad social para que te dé tu baja y los tres primeros días no los cobras”. De ahí la frase de Muntanyola (“Prefiero morirme en el escenario a pedir que me sustituyan”), que de una u otra forman han verbalizado todos los contactados por este medio. “No conozco a nadie que no haya salido al escenario con 40º de fiebre” es otra de las frases repetidas. “En el fondo, tiene sentido”, reflexiona una cover de Gran Vía “las mutuas no trabajan para nosotros, trabajan para las productoras”.

Imagen de la Gran Vía madrileña, con anuncios de musicales.Samuel Sánchez

En tercer lugar, piden que se cumpla de forma efectiva tener dos días seguidos de descanso. Es decir: la desconexión de 48 horas semanales seguidas, que ya es una imposición europea, no se respeta casi nunca. Hay función el domingo por la tarde-noche, el lunes se libra, y el martes después de comer se vuelve a la carga. “Pero no siempre a las 18.00. Dependiendo de la semana, no es raro que el martes a las 14.00 tengas que ir a ensayar”, se quejan muchos. Además, la desconexión digital es prácticamente imposible para quienes hacen sustituciones o rotan. “Vives pegado al móvil. Y no es raro que a las 2.00 de la mañana te manden planillos con horarios”. Estos intérpretes sustitutos tienen además reivindicaciones propias. Por ejemplo, aseguran que las empresas mencionadas no les retribuyen por los ensayos ni tampoco les pagan más si, una vez comenzada la temporada, les piden aprender nuevos papeles para poderlos sustituir.

Huelga y maltrato

“Ser actor es algo vocacional. Si no, no lo haces, porque hay una parte atroz de la profesión. Entonces, las empresas juegan con eso, te manipulan. Yo no me siento más ni menos que un oficinista, pero no lo somos, trabajamos exponiendo nuestras emociones y nos machacan constantemente”, resume una actriz que durante dos décadas ha trabajado con las productoras mencionadas. Ella, como muchos de los consultados, insinúa una palabra que cada vez tienen menos miedo de decir en voz alta: huelga. “Lo que hay que hacer es parar los teatros un fin de semana de puente. Ya verás cómo nos empiezan a hacer caso”.

“Desde el sindicato hemos estado poco atentos a los musicales”, entona el mea culpa Ignacio Martín, abogado de la Unión de Actores y Actrices. “A principios de este año nos dimos cuenta de que lo que pasaba era verdaderamente grave”. Martín desgrana que, al no haber comités de empresa (otro de los grandes problemas denunciados), para la Unión no era tan fácil enterarse de lo que pasaba, pues su información salía solo de los afiliados, que no eran muchos. Pero este número se ha multiplicado en los últimos meses. “Hay un despertar general. En algunas producciones hemos pasado del 20% de afiliados al 80%”.

“El teatro musical tal y como lo conocemos llega a España a principios de los 2000″, repasa Martín. “El primer convenio es de 2005. Y en 2014, derivado de la crisis, se firma un convenio de supervivencia. Está claro no solo que está desfasado económicamente, sino que choca con el modelo de producción de musicales de hoy: antes se pensaba en producciones que duraban pocos meses, y había que garantizar el trabajo. Hoy hablamos de obras que duran años, y hay que regular el descanso, las bajas, los ajustes salariales…”. “Ya no digo Broadway, pero en Londres el salario medio de un intérprete es cuatro o cinco veces el español”, recalca.

Antes de verano se produjo la primera y hasta ahora única reunión entre la Unión y la patronal, la Asociación de Productores y Teatros de Madrid (Aptem), dirigida por el productor de teatro de texto Jesús Cimarro y a la que están adscritas tres de las cuatro grandes productoras (Beon, Stage y Let’s Go; SOM está fuera). “Dan largas, como todas las patronales, pero parece que podremos sentarnos a negociar”, cuenta Martín. El sindicato propondrá muchas cosas: mejoras salariales, ajustar las bajas, topar en nueve el número de funciones semanales (ahora son ocho), que se establezcan desde ya las 48 horas seguidas efectivas de descanso semanal… Pero, ¿y si no se alcanza ningún acuerdo? ¿Pueden ir los actores a la huelga? “Si me lo llegan a preguntar hace seis meses diría que es imposible. Con un 20% de afiliados en algunas producciones no es viable. Pero ahora… Es una medida extrema y de último recurso, pero claro que puede pasar. Con un 80% de afiliados en muchas producciones puede pasar”. Martín afirma que hay más actores que trabajan en la quincena de musicales en activo en Madrid que nunca, y señala que una negociación lleva tiempo. “Creo que podría salir en 2026″, indica. “Pero para entonces las productoras quizá hayan entrado en una deriva reputacionalmente muy peligrosa. Deben ser conscientes de ello”.

El músico Gabriel Szternsztejn.Pablo Monge

El hartazgo de los músicos

El panorama de los músicos no es mejor que el de los actores. Corre “una sensación de hartazgo y de indefensión”, resume Gabriel Szternsztejn, guitarrista de El rey león y voz de la recién creada Coordinadora de Músicos de Teatro Musical (CMTM), que reúne a 250 profesionales que pretenden organizarse para unir sus demandas. Dentro del nicho laboral, es prácticamente la totalidad de los músicos que trabajan en musicales.

“Hoy, este es el único gremio sin convenio dentro de la escena musical; los técnicos tienen, los actores tienen…”, explica. “Hay precariedad, hay falta de regularidad. Existe una disonancia, porque tenemos un contrato real en el mundo de la música, lo cual es poco habitual, pero no tenemos convenio. Esto hace, por ejemplo, que las diferencias entre una empresa y otra sean abismales”, agrega Szternsztejn. Una opción que la Coordinadora baraja es la de sumar a los músicos al convenio de los actores, con un epígrafe propio.

El panorama que dibuja es igual de gris que el de los actores. Las productoras, señala, piden que los músicos pongan el instrumento, pero no pagan el seguro. Además, deben tener un suplente y es responsabilidad del titular prepararlo. Cuando toca el suplente, descuentan el salario del titular. La práctica totalidad de músicos dan clases y tienen bolos, lo que alimenta la rueda de días en los que no pueden acudir al musical porque tienen otras obligaciones profesionales.

El salario, explica, no es suficiente. “Se gana desde 85 euros en el mejor de los casos a 52 euros brutos. Pero claro, esto es por día, no por función. Es decir: un músico que haga dos funciones en un día puede cobrar 26 euros por una función que dura tres horas”, cuenta. “En los últimos 20 años la pérdida de poder adquisitivo ha sido del 45%”, resume. Y no es que lo diga, sino que aporta documentos que la Coordinadora ha elaborado para comparar cifras a lo largo de los años. “Por no hablar de que hay productoras que abusan de la música grabada. Eso es engañar al público, además de que quita trabajos a los artistas”.

En las giras deben buscar alojamiento los propios músicos. Un ejemplo lo da Batiste Bosch, artista con muchos años a sus espaldas en la industria de los musicales: “Te ofrecen un mes en Bilbao. Son 2.000 euros. Brutos, claro, así que quita el 21% [en impuestos]. Y busca y paga tú el alojamiento. Eso es lo que se paga por nueve funciones semanales”. Bosch ejemplifica la pérdida de poder adquisitivo: por una salida como la mencionada, en 2008 ganaba 74 euros al día más 80 de dietas. En 2024, 80 euros al día, sin dietas.

“Vivimos en la semiprofesionalidad”, denuncia Bosch, que vuelve a la figura del suplente. “Hay una línea del contrato que obliga a que tengas siempre listo a tu suplente. En teoría es porque los músicos hay días que tienen bolos, conciertos, dan clases… pero, aunque decidas no hacer nada más y centrarte en el musical, tienes que preparar y presentar un suplente que corre de tu cuenta”. Por obligación, el suplente debe tocar una función a la semana. Pero los titulares suelen ser generosos y dejarles alguna más, a costa de su sueldo. Y nadie paga los ensayos del suplente.

“En el 85% de los casos, las productoras no dan instrumentos, ni aseguran los nuestros”, explica Bosch, que señala que, por ejemplo, durante una gira, este es un problema relativo para un guitarrista, pero enorme para un músico de viento metal, que puede llegar a tocar (y desplazar) cinco instrumentos “muy caros”.

Ecosistema “empobrecido”

“Cobrar el salario mínimo es legal”, respone Yolanda Pérez Abejón, directora general de Stage Entertainment en España. “Es un salario mínimo muy por encima de otras profesiones, y es un tema que, si cambia, debe ser a través del convenio colectivo”. Pérez Abejón indica que los asalariados de musicales no llegan a trabajar 40 horas semanales, y que su empresa lleva este año intentando negociar las 48 horas de descanso (adelantando la función del domingo). Sobre las bajas médicas señala que es “un tema de las mutuas”, y recalca que Stage lleva 25 años en España sin ningún problema con las inspecciones laborales.

“Además de alguna empresa que no hace lo que debería, hay un problema con productoras pequeñas nuevas; gente que se ha metido en el negocio de los musicales porque se creen que se van a hacer de oro y donde las condiciones laborales son muy malas”, cuenta Pérez Abejón, también subdirectora de Aptem, que señala a esas productoras como “competencia desleal, porque muchas veces no tienen ni música en directo”, y cree que “empobrecen el ecosistema general de los musicales”. Pérez Abejón reconoce que en Madrid “hay músicos y actores que están siendo explotados”, pero asegura que en su empresa no. Varios de los que han hablado en este reportaje trabajan o han trabajado para Stage. Varios más han señalado que “no es ni mucho menos la peor”. “Pagan a varios trabajadores por encima del convenio y, por ejemplo, tenemos fisioterapeuta”, señala un miembro del elenco de un musical de esa empresa de Gran Vía. “Pero todos nos conocemos, todos hemos trabajado con varias empresas. Esto no va de denunciar a una empresa concreta, va de un sistema que funciona como una picadora de carne”. Stage, también, es la única productora con comité de empresa, desde 2021.

Lets Go señala, a través de un comunicado, que cumple “rigurosamente con la legalidad del convenio de actores” para su marco salarial. Un convenio que, sostienen, se ha beneficiado de cuatro subidas salariales desde 2022 y que es “un 73% más que el salario mínimo interprofesional que percibe el resto de trabajadores en España”. Lets Go asegura que comparte algunas reivindicaciones, como “reconocer la baja laboral pagada por afonía”, y anima a que “la Unión de Actores siga trabajando para que tanto la Seguridad Social como las Mutuas atiendan estas particularidades del sector”.

Beon Entertainment, por su parte, asegura que cumple “rigurosamente con las normativas y los convenios colectivos establecidos”. “Estamos comprometidos con el crecimiento de la industria cultural en España, y lo demostramos creando producciones de gran formato originales, hechas íntegramente en el país, que generan empleo en diversas disciplinas del sector”, manifiesta. EL PAÍS también ha hablado con SOM, que finalmente no ha remitido ninguna respuesta.

En Madrid hay músicos y actores que están siendo explotados”
Yolanda Pérez Abejón, directora general de Stage Entertainment en España

El panorama de los musicales madrileños no se circunscribe a las grandes empresas, pero son las que aglutinan la mayor parte de las obras. Los intérpretes que han pasado por producciones de compañías más pequeñas señalan las mismas condiciones en ellas, o peores. Existen también producciones más personalistas, ligadas a una figura famosa. Los intérpretes que han pasado por las producciones de Antonio Banderas no pueden hablar mal de él en lo personal (“es el único productor que me ha tratado bien en la parte humana”, coinciden tres fuentes), y achacan malos funcionamientos a la inexperiencia de la empresa (Teatro del Soho). Los que han pasado por producciones de Nacho Cano temen que, dados los problemas policiales en los que se halla inmerso, hablar de su figura desvíe la atención de un panorama que es “estructural y generalizado”. Más allá de esos problemas legales, Cano acaba de ser multado por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid con 24.000 euros por el despido improcedente de un bailarín de Malinche.

Hay muchas otras reivindicaciones. Teatros viejos, llenos de polvo y que propician las enfermedades de garganta y hasta las neumonías. Menosprecio incluso dentro de la profesión de actor o músico. Todo contribuye a la frase que suscriben todos los consultados: “La práctica totalidad de intérpretes, bailarines y músicos de musicales se siente maltratada por las empresas detrás de las obras”.

“Todas las productoras dicen lo mismo: ‘No os quejéis, os dedicáis a lo que os gusta”, lamenta una miembro de uno de los musicales más exitosos de la temporada pasada. “Juegan con nuestra ilusión para machacarnos. Yo no tengo la culpa de que me encante mi trabajo”, apostilla, en plena Gran Vía, antes de girarse y enfilar hacia el teatro para hacer otra función más. Es una frase que muchos han dicho para este reportaje, y que en junio ya esbozó Roc Bernadí en el discurso que destapó la mugre detrás de los focos; el discurso que hizo que los trabajadores del sector se unieran y decidieran que ya era hora de plantarse.

Se perdonará la broma: solo Aladdín podía levantar esa alfombra.

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