Antonio Iturbe: “Soy un melómano zopenco”
El escritor bucea en la vida de su abuelo para rescatar la historia real de una banda municipal que libró en los años treinta la batalla contra la oscuridad
Antonio Iturbe ha puesto música a los años treinta y viceversa: ha puesto miseria, progresía y falangismo a unos músicos de pueblo que lograron forjar una banda y acompasar su empeño con la lucha por la educación, la lectura y los derechos frente a la oscuridad que iba a traer el franquismo. Basado en la historia de su propio abuelo, un rudo saxofonista que guardó para siempre el instrumento cuando ganaron los malos, el escritor nacido en Zaragoza en 1967 y criado en Barcelona firma ...
Antonio Iturbe ha puesto música a los años treinta y viceversa: ha puesto miseria, progresía y falangismo a unos músicos de pueblo que lograron forjar una banda y acompasar su empeño con la lucha por la educación, la lectura y los derechos frente a la oscuridad que iba a traer el franquismo. Basado en la historia de su propio abuelo, un rudo saxofonista que guardó para siempre el instrumento cuando ganaron los malos, el escritor nacido en Zaragoza en 1967 y criado en Barcelona firma Música en la oscuridad (Seix Barral). Pura inyección de combate con las armas de la cultura y la razón.
Pregunta. ¿La música nos salva?
Respuesta. La cultura es salvadora y se demostró en la pandemia. Teníamos bebida y comida, pero estábamos angustiados porque nos faltaba algo, esa proyección más allá de las cosas materiales. La música es sanadora. Oliver Sacks cuenta que la música no se puede explicar porque, a diferencia de otras habilidades que tienen centros determinados en el cerebro, la música no tiene uno solo, sino una docena de redes que intervienen. No se sabe cómo es el proceso de convertir ritmos y sonidos en emociones.
P. Defina música.
R. No tiene materia, es invisible, no se puede tocar, no tiene color, ni sabor, es un soplo de aire y sin embargo nos transforma, nos cambia el ánimo, nos enardece o nos pone melancólicos. ¿De qué está hecha? No lo sabemos.
P. Dice en el libro que no está en el oído, sino en el cerebro.
R. Es un intangible absoluto, es el arte por excelencia. Frente a la literatura, por ejemplo, que necesita traducción, la música es un lenguaje universal. La misma pieza musical la entienden en España, en Hong Kong y en Acapulco. No sabemos exactamente por qué y está bien que no lo sepamos todo, si no la vida sería muy aburrida y la música forma parte del misterio de la vida.
P. ¿Usted con qué música llora?
R. Claro de luna de Debussy me sume en una especie de alteración de conciencia. No sé qué tiene que me absorbe, me hipnotiza. Soy muy fan de Karen Blixen y la banda sonora de Memorias de África me lleva a otro sitio.
El silencio es parte de la música porque tú lo rellenas, te pertenece”
P. También está cerca de las matemáticas.
R. Hay una parte de matemáticas. Debussy decía que la música es una mezcla entre las matemáticas y lo imposible. Hay una serie de acordes, ritmos, cadencias, pero si tú solo llevas esa cadencia matemática serás buen ejecutor, pero nunca llegas a ser un músico, porque te tienes que dejar arrastrar por ella. Tienes que estar dentro.
P. ¿Qué papel tiene el silencio?
R. El silencio es parte de la música porque tú lo rellenas, te pertenece. El silencio es importante para que te metas dentro.
P. Hay otro silencio. El que llegó con el franquismo. El de su propio abuelo.
R. Con el franquismo cayó una losa de silencio, mi abuelo empeñó su saxofón y nunca quiso comprarse otro ni tocar. Cuando era pequeño me llevaba los domingos a escuchar la banda municipal de Barcelona y yo no entendía nunca por qué. Después, por indagación, conocí la humillación que supuso para él el final de la banda, su militarización y tener que tocar el Cara al sol ante sus vecinos. El miedo creó una gran vergüenza. Fue una renuncia muy amarga, algo de lo que no quiso hablar.
P. ¿No les preguntamos suficientemente a los abuelos por sus vidas?
R. Cuando eres joven eres una flecha que solo va hacia adelante. Y solo a partir de cierta edad te das media vuelta y vuelves la mirada hacia atrás. Y esta novela parte de las preguntas nunca hechas. Entre la indagación y la proyección de la imaginación he podido contestarme y rellenar esos huecos.
P. ¿Es melómano?
R. Soy melómano zopenco, es decir, de muy poca cultura musical sólida, de ir picoteando de aquí y de allá. Tengo muy mal oído y me da mucha pena. Si empezara de nuevo intentaría aprender un instrumento. Cuando voy a un concierto, más que en la música, me fijo en los músicos, en cómo no miran al público ni a su instrumento, sino que cierran los ojos y me pregunto: ¿Qué están viendo? Esas muecas, esa gesticulación… Ves que están en otro sitio, no están ahí, y eso me maravilla.
P. Su libro denuncia el peligro de inquisición. ¿Ve ese peligro de nuevo hoy con Vox y la cancelación?
R. Lo de Vox es tan burdo que me inquieta hasta cierto punto, porque se les ve venir, contra eso podemos defendernos porque es obvio. Casi me preocupa más la cancelación más sibilina que se cuela entre las rendijas, la autocensura en los medios, me preocupa más la autocancelación que la cancelación. Contra esta ya lucharemos, se les ve venir.
P. Se refiere a la que viene de la izquierda.
R. También, desde la izquierda hay un cierto puritanismo y miedo, hay que medir hasta el sentido del humor. La libertad de expresión ha costado mucho de conquistar, no seamos tan imbéciles de perderla por fascículos.
Desde la izquierda hay un cierto puritanismo y miedo, hay que medir hasta el sentido del humor”
P. ¿Qué ha descubierto al escribir su libro?
R. Ostras, la España que pudo haber sido y se guillotinó. Ese país que llevaba bibliotecas a los pueblos, que abría escuelas, que enseñaba solfeo, que incorporaba a la mujer al primer plano de todo… Por más veces que se diga, no me deja de dar pena.
P. Aún quedan tantas historias por contar.
R. Muchísimas, porque arrastramos un déficit de 40 años de silencio y una transición en la que estábamos muy ocupados en ir hacia adelante y no mirar mucho por el retrovisor, no fuera a ser que algo se torciera. Aún hay déficit.
P. ¿Es la hora de los nietos?
R. Sí, la hora de los nietos, a lo mejor tenemos hasta una responsabilidad porque hubo gente que se esforzó mucho y se dejó hasta la vida para sembrar una semilla muy pequeña. Y no podemos dejar que se muera, hay que regarla. Y cuando vienen los leñadores con el hacha de Vox, tenemos que ponernos a eso, no podemos mirar a otro lado.