Pamplona debate qué hacer con el segundo monumento de exaltación franquista más grande de España tras el Valle de Cuelgamuros

Asociaciones memorialistas y expertos en arquitectura y derechos humanos plantean diferentes soluciones, resignificación o derribo, para el Monumento a los Caídos, ubicado en el centro de la capital navarra

Monumento a los Caídos de Pamplona, fotografiado el pasado febrero.PABLO LASAOSA

Es el segundo monumento de exaltación franquista más grande de España tras el Valle de Cuelgamuros en Madrid y el primero en un núcleo urbano. Conocido como Monumento a los Caídos de Pamplona su nombre oficial es “Navarra a sus Muertos en la Cruzada”, y es un homenaje a los cerca de 4.500 navarros del bando sublevado que murieron durante la ...

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Es el segundo monumento de exaltación franquista más grande de España tras el Valle de Cuelgamuros en Madrid y el primero en un núcleo urbano. Conocido como Monumento a los Caídos de Pamplona su nombre oficial es “Navarra a sus Muertos en la Cruzada”, y es un homenaje a los cerca de 4.500 navarros del bando sublevado que murieron durante la Guerra Civil española. Esa denominación está grabada en la fachada del edificio, pero ahora está oculta tras una lona en la que puede leerse “Sala de Exposiciones” por una ley de memoria histórica aprobada en Navarra en 2013. En dicho espacio se han celebrado durante años misas de exaltación franquista organizadas por la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz. Tras un breve periodo en el que funcionó como sala de exposiciones municipal, el edificio permanece cerrado al público y, desde hace años, se repite la pregunta: ¿Qué hacemos con Los Caídos?

En noviembre de 2015, durante la anterior legislatura del actual alcalde de Pamplona, Joseba Asiron (EH Bildu), se cambió el nombre del espacio donde se ubica: la plaza Conde Rodezno (por Tomás Domínguez Arévalo, exministro de Justicia con Franco) pasó a ser plaza de la Libertad. Además, se puso en marcha un concurso de ideas para decidir qué hacer con el edificio. El Tribunal Administrativo de Navarra anuló el fallo del jurado, que había seleccionado siete proyectos y obligó a reevaluar las propuestas alegando que no se había establecido “el modo y manera por la cual el jurado ha clasificado las propuestas”. Con el siguiente gobierno municipal, liderado por Enrique Maya (2019-2023, UPN) y Cristina Ibarrola (UPN, 2023), no se produjo ningún avance en esta cuestión. Tras la vuelta de Asiron a la alcaldía en diciembre de 2023, se ha incluido una partida de 50.000 euros para resignificar el espacio a través de un plan de participación ciudadana. Hay dos opciones: resignificar o derribar; y dos perspectivas: sociológica y arquitectónica.

El monumento cierra la céntrica avenida de Carlos III y fue construido durante la década de los cuarenta del siglo XX siguiendo el diseño de José Yárnoz y con Víctor Eusa como director de obra. Tiene una extensión de 2.000 metros cuadrados en forma de cruz griega y está coronado por una cúpula visible desde buena parte de la ciudad. La obra fue inaugurada por Franco en 1952 y, hasta 2016, cuando fueron exhumados los restos, estuvieron enterrados en su cripta, entre otros, los generales franquistas Emilio Mola y José Sanjurjo. En 1997, el Arzobispado de Pamplona y Tudela cedió el edificio al Ayuntamiento, pero se quedó con el usufructo de la cripta “a perpetuidad”.

Monumento a los Caídos de Pamplona.PABLO LASAOSA

“No hay una receta mágica”, apunta Maider Maraña, directora de Baketik, organización dedicada a promover procesos de transformación social y resolución de conflictos. “Una de las claves es saber si el monumento forma parte de la vida cotidiana de una comunidad, si la gente le da un valor positivo o negativo”. La profesora de Sociología en la UPNA e investigadora del instituto I-COMMUNITAS, Marta Rodríguez, destaca el factor de la victoria: “En Alemania no te vas a encontrar un monumento que ensalce a Hitler porque no ganaron y está prohibido. En España ganaron y tenían y mantienen cierto apoyo social. Además, durante la Transición hubo un pacto para no remover ese pasado identificando responsables y eso generó un conflicto”.

Fosas clandestinas

Hay que tener en cuenta que en Navarra no hubo frente de guerra, pero sí que existió una atroz represión que se saldó con más de 3.000 muertes y desapariciones forzosas. A estas personas se les enterró en fosas clandestinas, simas y cunetas y sus familias —las que pudieron— tuvieron que exhumarles con sus propios medios. El Instituto Navarro para la Memoria sigue tratando de identificar y exhumar esas fosas. Sigue existiendo dolor y, por eso, para la presidenta de Affna-36 (Asociación de familiares de Fusilados de Navarra), Amaia Lerga, solo cabe una opción: el derribo. “Es un elemento contrario a la memoria democrática que, por motivo y finalidad, es franquista y eso no se puede resignificar”.

Sin embargo, el director de la dirección general de Paz y Convivencia, Martín Zabalza, apuesta por la resignificación. “No es un acto. Es un proceso complejo, de múltiples acciones, que tiene que estar participado por el tejido social y que no se hace en un periodo corto de tiempo”. En ese proceso también influye la mirada de las generaciones: una persona de 20 años no lo percibe de igual modo que otra de 70. Al respecto, Maraña aclara que “la resignificación no es que alguien nos diga qué tenemos que sentir hacia ese monumento a partir de ahora, porque nuestros vínculos con nuestro patrimonio son tensiones emocionales que hemos ido fabricando en positivo o en negativo y que pueden ir cambiando”. Y, en este punto, Rodríguez subraya: “Los significados no los instalamos a placer. Habitamos en el lenguaje, en su significado. Por eso, la capacidad que se tiene desde las instituciones y medios de comunicación para generar una resignificación es limitada”.

Cúpula del Monumento a Los Caídos, el elemento más emblemático del edificio, fotografiada en 2018. Jesús Diges (EFE)

Zabalza hace referencia al “cambio profundo de mentalidad” que se ha producido recientemente en el seno de la UNESCO, que ha definido los sitios de memoria asociados a conflictos recientes como “lugares accesibles al público que representan un espacio de reconciliación, de recuerdo, de reflexión pacífica y deben desempeñar un papel educativo para promover una cultura de paz y de diálogo”. Pone como ejemplo la ESMA, el mayor centro de tortura que operó en Argentina durante la dictadura y que la UNESCO ha protegido. La institución internacional también ha declarado Patrimonio de la Humanidad los cementerios de la I Guerra Mundial en Francia y Bélgica. Hay diferencias entre los dos ejemplos: en el primer lugar se cometieron violaciones de derechos humanos; en los segundos, no. Tampoco se han cometido en el Monumento a los Caídos, sino que es un lugar de ensalzamiento a quienes los cometieron.

La directora de Baketik pone como ejemplo el Palacio de Aiete, la residencia de verano de Franco en Donosti. “Los jardines están abiertos a la población, hay una casa de cultura, están las oficinas de Derechos Humanos del ayuntamiento, hay una asociación de jubilados... Hay algunas personas que prefieren no entrar, pero la población lo utiliza de modo cotidiano. Hay también varios espacios donde se resignifica el espacio porque no vale solo con recuperarlo, hay que recordar qué era antes”. Con el mismo planteamiento, pero diferente solución, Lerga defiende que, efectivamente, el monumento no es un lugar de memoria y por eso, insiste, hay que derribarlo: “Un lugar de memoria es un espacio donde se cometieron vulneraciones de derechos humanos o un memorial realizado por las víctimas o para las víctimas. Un espacio de exaltación franquista y que representa al victimario no puede ser un lugar de memoria”. Todavía menos, cuando “la intención del monumento es demostrar el poder que tenía el franquismo sobre las víctimas y humillarlas. Es un lugar por el que muchas familias todavía no pasean”.

Por su parte, Zabalza considera que la cúpula de los caídos puede servir para transmitir la memoria colectiva, como ocurre con los escolares alemanes en Berlín: “Hay una pintura en la cúpula que hace una apología de la aniquilación de una Navarra por parte de la otra. A los que defendemos la convivencia, nos viene muy bien para explicar a las nuevas generaciones lo que pasó”. Lerga discrepa: “Para conocer el horror, el Instituto Navarro de la Memoria ha hecho ya itinerarios de la memoria que recorren toda nuestra geografía. El Monumento a los Caídos no puede formar parte de ese guion, sería un grave error porque representa la humillación”.

Tumba del general Emilio Mola en el Monumento a los caídos de Pamplona. Fue exhumado en 2016.Jesus Diges (EFE)

No hay que olvidar la perspectiva arquitectónica. Desde el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarros, su presidente, Santi Iribarren, defiende que se retome el concurso de ideas con participación ciudadana y con un jurado cualificado. A nivel personal, sí cree que es posible resignificarlo y no descarta una tercera vía: demoler el edificio, pero manteniendo la cúpula. Es la opinión también de Patxi Chocarro, que fue decano del Colegio y participó en el concurso: “Es parecidísima a una cúpula del siglo XIX que hay en Copenhague y es un elemento académico que está bien. Lo que pasa es que todos sus aderezos son insoportables, es un mausoleo”. Aquí cobra especial relevancia la normativa urbanística. El monumento está protegido en el catálogo municipal. Para quitarle esa protección, explica Zabalza, el consistorio debe solicitárselo al Gobierno foral, que es quien elabora un informe vinculante. No hay que olvidar los condicionantes presupuestarios, señala Maraña, porque en muchas ocasiones “se necesitan millones de euros para reutilizar estos espacios” y no siempre es posible.

Las posiciones están tan encontradas, recalca, porque “los lugares de memoria nos retrotraen a los capítulos más oscuros de nuestra historia”. Abordarlos supone “tomar decisiones” y, para ello, hay que construir equipos multidisciplinares de trabajo en los que se incluyan historiadores, arquitectos, expertos en derechos humanos, “que tomen decisiones, políticos” y “personas con vínculos emocionales con este espacio, como las víctimas”. Advierte, eso sí, sobre el peligro de someter a referéndum la decisión final: “A veces, la población no conoce las implicaciones de quitar o poner un espacio y los derechos humanos no se pueden votar en referéndum”. La decisión es competencia municipal y, por ahora, hay discrepancias entre las fuerzas políticas sobre qué hacer. Todo apunta a que el camino es largo y la presidenta de Affna-36 apremia: “No se puede reabrir el debate cada tres años, hay que actuar. Es nuestra responsabilidad con una generación que vivió un genocidio en nuestra propia tierra y que se está muriendo”.

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