El wéstern olvidado de Federico Fellini
El cineasta Juan Manuel Chumilla-Carbajosa encuentra en Italia 197 imágenes perdidas y un guion original que documentan el rodaje de la única incursión del director italiano en ese género
Casualidad o causalidad. El cineasta Juan Manuel Chumilla-Carbajosa (Cartagena, 61 años) compró a principios de 2020, un par de semanas antes de la pandemia, cerca de 200 negativos en blanco y negro en una librería de viejo del barrio romano del Trastevere. Al trasluz creyó distinguir a Federico Fellini tocado con un gorro vaquero en un poblado del Oeste. Al revelarlos encontró también una diligencia tira...
Casualidad o causalidad. El cineasta Juan Manuel Chumilla-Carbajosa (Cartagena, 61 años) compró a principios de 2020, un par de semanas antes de la pandemia, cerca de 200 negativos en blanco y negro en una librería de viejo del barrio romano del Trastevere. Al trasluz creyó distinguir a Federico Fellini tocado con un gorro vaquero en un poblado del Oeste. Al revelarlos encontró también una diligencia tirada por caballos blancos, un actor vestido de cowboy y a un jovencísimo Terence Stamp saludando desde un coche, en medio de un decorado de pistoleros. Chumilla-Carbajosa, que estudió en el Centro Experimental de Cine de la capital italiana y un enamorado de la obra del realizador italiano, no tardó en asociar esas imágenes con la secuencia suprimida del montaje final de Toby Dammit, rodado por Federico Fellini en 1967. Se trata de un corto de 46 minutos que forma parte de la película Historias extraordinarias, una coproducción francoitaliana protagonizada por Terence Stamp. La película narra la historia de Toby Dammit, un atractivo y siniestro actor inglés que viaja a Roma para recibir un premio y conocer a los productores, vinculados al Vaticano, que lo han contratado para protagonizar el primer wéstern católico de la historia. El filme está inspirado muy libremente en el relato de Edgar Allan Poe Nunca apuestes tu cabeza al diablo.
Chumilla-Carbajosa, director de películas como Zapping y Amores que matan, vivía obsesionado desde sus años de estudiante con ese filme de Fellini que algunos estudiosos consideran como uno de sus trabajos fundamentales. Su pasión por el cineasta italiano, del que guarda algunos carteles originales de sus películas, le impulsó a documentar, en la medida de lo posible, esa secuencia fantasma que nunca llegó a incluirse en la película y que constituye la única aproximación de Fellini al wéstern. En el proceso de búsqueda documental, recurrió al periodista de la Radiotelevisión Italiana Leopoldo Santovincenzo, experto también en la obra del director italiano. Contaban con un reportaje sobre el rodaje, emitido por la RAI en noviembre de 1968, y algunas fotografías olvidadas que, a su juicio, parecen los únicos testimonios de esta singular incursión felliniana en un género que, a mediados de los sesenta, vivía el auge del spaghetti-western. En Almería se rodaron títulos fundamentales como El bueno, el feo y el malo, pero en los estudios Elios de Roma se erigían los decorados permanentes de un poblado del Oeste, habitualmente usado para ese tipo de filmaciones.
“Tengo que hacerte una confesión muy sincera: esos dos días que estuve en los estudios donde está construido de manera permanente este pueblo del Oeste, los disfruté mucho —tengo envidia de mis compañeros que ruedan este tipo de películas—. He disparado, habría montado a caballo si hubiera encontrado uno lo suficientemente manso. No, de verdad, es un ambiente muy estimulante, electrizante, también porque te traslada a los orígenes del cine, cuando este era verdaderamente una expresión ingenua de hechos populares que exaltaban el mito de la amistad, la aventura, el misterio. Me lo pasé muy bien, lástima que se trate de una secuencia muy corta, que se inserta en mi película cuando al protagonista se le muestra el plató donde tendrá que rodar una película wéstern”, contó Fellini en el reportaje de la RAI.
En la filmoteca italiana y en una universidad de Indiana encontraron sendos guiones, firmados por Federico Fellini y Bernardino Zapponi, pero no figuraba la secuencia en el poblado del Oeste. Sin embargo, sí se reflejaba —con actores y escenografía— en el plan de rodaje, depositado en el Archivo de Estado. La pista los llevó después hasta Nueva York, donde actualmente vive Caterina Zapponi, conocida cantante de jazz e hija del guionista fallecido en Roma en el año 2000 y con el que Fellini firmó los guiones de Casanova y Roma, entre otros títulos. La artista, en medio de una gira y pendiente de la grabación de un disco, los emplazó al siguiente verano en Roma para rebuscar entre los papeles que conservaba de su padre. Todavía con mascarilla, pero vacunados de la covid, encontraron una de las copias del primer guion de rodaje, en el que figuraba el paso de Toby Dammit por los estudios Elios.
Finalmente, tras 26 días de rodaje y 46 minutos de montaje, la secuencia fue cortada del negativo y destruida. “Fellini eliminaba todo el material que desechaba. Quizás, por contrato, la película tenía una duración determinada y era más larga o, simplemente, el montador o el guionista le aconsejaron suprimirla”, argumenta Chumilla-Carbajosa, que prepara un largometraje bajo el título El diablo, el Ferrari y el wéstern perdido sobre la película y sus avatares. En paralelo, el realizador español negocia con la filmoteca romana la realización de una exposición que reúna las fotografías y el guion olvidados durante más de medio siglo.
Los negativos encontrados, procedentes de la liquidación de un archivo fotográfico que la librería acababa de adquirir y estaban sin clasificar, podrían formar parte de la foto fija de la película, pero, de momento, se desconoce el nombre del autor. “Hemos descartado a los fotógrafos que habitualmente trabajaban con el director italiano, podrían pertenecer a un fotógrafo de prensa que en ese momento realizara un reportaje sobre el rodaje”, especula el director cartagenero. “La mayor parte de los protagonistas han fallecido y todavía estamos pendientes de la versión de Terence Stamp, de 84 años, que vive en Estados Unidos”.
Edgar Allan Poe entró oficialmente en la vida artística de Fellini cuando el productor francés Raymond Eger lo involucró en una película episódica inspirada en sus historias: “Fellini se embarca en la empresa sin aparente entusiasmo, sobre todo aprovechando la oportunidad para escapar, una vez más, a su proyecto maldito, Il viaggio di G. Mastorna, que había pasado por interminables tribulaciones y que, en ese momento, se encontraba nuevamente en preproducción”, sostiene Chumilla-Carbajosa.
En Historias extraordinarias participan también con sendos cortos los directores Roger Vadim y Louis Malle. En la versión felliniana del relato de Poe, el protagonista se convierte en un actor inglés alcohólico y en permanente viaje lisérgico (la psicodelia también se encontraba en boga) que viaja a la capital italiana para rodar el “primer wéstern católico”. Más que una estrella, Toby Dammit representa un fantasma del glorioso Hollywood sobre el Tíber que ha llegado a la cita fuera de tiempo. “El fondo se transforma en una dolce vita ahora corrupta y siniestra, un crepúsculo que pronto se convierte en una noche larga y oscura. El Diablo que se le aparece a Dammit ya no es un hombrecito cojo con traje negro, sino que tiene la apariencia de una niña vestida de blanco. Y la apuesta fatal tendrá lugar sobre un puente derrumbado, en la oscuridad de la campiña romana, a bordo de un flamante Ferrari donado al actor por los productores de su película”, relata Chumilla-Carbajosa.