Israel Elejalde: “Ahora parece que todos debemos abanderar una causa inamovible”

El intérprete madrileño, fundador del extinto Pavón Teatro Kamikaze, debuta con Pedro Almodóvar en ‘Madres paralelas’ y defiende que todo trabajo escénico es un acto político

Israel Elejalde, el 25 de agosto en Las Vistillas (Madrid).INMA FLORES (EL PAIS)

Israel Elejalde (Madrid, 47 años) es un actor comprometido, con su oficio, con las ideas que defiende, con su historia, con la vida. Ahora, sin embargo, observa que “todos parecemos abanderar una causa inamovible” y defiende que la autocrítica es la salida al ambiente de enfrentamiento que tanto se parece a otros periodos de la historia. Como actor (acaba de presentarse en Venecia Madres paralelas, de ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Israel Elejalde (Madrid, 47 años) es un actor comprometido, con su oficio, con las ideas que defiende, con su historia, con la vida. Ahora, sin embargo, observa que “todos parecemos abanderar una causa inamovible” y defiende que la autocrítica es la salida al ambiente de enfrentamiento que tanto se parece a otros periodos de la historia. Como actor (acaba de presentarse en Venecia Madres paralelas, de Pedro Almodóvar, en la que él es uno de los principales intérpretes) ha llevado a cabo una de sus máximas: “Cualquier obra escénica es un acto político”, y con ese espíritu ha protagonizado, sobre todo en el teatro, a clásicos y modernos, últimamente con Miguel del Arco en la extinta experiencia del Teatro Kamikaze. Esta entrevista se hizo por teléfono en agosto.

Desde la izquierda, Israel Elejalde, Penelope Cruz, Pedro Almódovar, Milena Smit y Aitana Sanchez Gijón el pasado 1 de septiembre en el festival de Venecia. En vídeo, el tráiler de 'Madres paralelas'.Vídeo: ETTORE FERRARI / EFE

Pregunta. ¿No se puede ser un simple espectador? En los montajes teatrales en los que ha participado parece que busca sacudir al público.

Respuesta. El teatro no es solo entretenimiento. Es un sitio donde sentirse reflejado, partícipe, interpelado. Como dice Juan Mayorga, de allí siempre debes salir con más dudas de las que tenías antes de entrar. Yo he intentado esto en los montajes con Miguel del Arco y en aquellos en los que he dirigido. No me gusta hacer teatro para que la gente confirme sus ideas, aquellas con las que entró a la sala. Me gusta que sea incómodo, que te obligue a reflexionar, a volver a mirar el mundo.

No me gusta hacer teatro para que la gente confirme sus ideas. Me gusta que sea incómodo, que te obligue a reflexionar

P. ¿Lo que ha escuchado o leído le ha hecho cambiar sus convicciones?

R. No siempre, pero sí me ha ocurrido. Hoy parece que todos tenemos que abanderar una causa inamovible y eso es algo que indica falta de autocrítica, y lleva a enfrentamientos brutales que no se dan solo en la política. Pero es cierto que en la política, como en el fútbol, al enemigo se le niega todo. Una sociedad sana no debería funcionar así. Hay cuestiones en las cuales debemos enfrentarnos, pero debería haber una conciencia crítica de las personas que supuestamente están más cerca de ti o de tus opciones políticas. Ahora, cualquier disentimiento entre los que consideramos los nuestros es castigado brutalmente. Esto hace una sociedad con una conciencia crítica muy baja, donde el nivel de violencia va a ir subiendo, si no conseguimos pararlo. El teatro y las artes en todas sus formas son un buen mecanismo para intentar mostrar que ese no es el camino. Así que hay desarrollar manifestaciones artísticas no dogmáticas, sino reflexivas, que provoquen la duda, que no acepten esa dicotomía de malos y buenos.

Israel Elejalde.INMA FLORES (EL PAIS)

P. El contagio ultra es universal, parece.

R. Cuando las cúpulas empiezan a usar esos mecanismos el enfrentamiento prende hacia abajo. El fenómeno Trump y el asalto al Capitolio es consecuencia de un proceso de degradación constante, de una erosión brutal de la democracia. Cuando se empieza a usar un lenguaje ultra la masa acepta que eso es lo que hay que hacer. Por ahí vienen las proclamas racistas o el desprecio a cualquier decisión democrática. Ocurría en los bares, pero eso que antes eran bravatas ha llegado a ser un radicalismo que contagia a la sociedad. Da igual ahora que algo sea mentira si hasta los líderes le dan carta de naturaleza como verdad.

P. Un factor que fue potente en la Transición, el comunismo, ha tomado otro cariz casi de insulto.

R. Mi padre perteneció al Partido Comunista y yo crecí en las oficinas del Comité Central. Conocí a la Pasionaria, a Carrillo, y mi padre era sindicalista en Barreiro. La palabra comunista para mí está relacionada con la defensa de la democracia y la defensa de los derechos de los ciudadanos y no con esa visión fascista que tiene más que ver con otros sitios donde el comunismo sí que ha sido eso. Yo no voy a defender lo que hizo Stalin o lo que hizo Lenin, ni defenderé la URSS ni el régimen de Pol Pot…

P. ¿Cómo vive este fenómeno?

R. Esa descalificación me entristece porque no apela a la verdad. Una de las causas por las que se utiliza de esta manera la palabra “comunista” es porque nosotros, la gente que se mueve en el marco de ideas progresistas, también hemos utilizado en demasía la palabra “fascista”. La hemos soltado a la primera y todo el mundo la usa de modo que ha llegado un momento en que fascista es cualquiera que no piensa como tú. Y ahora empieza a haber fascistas de verdad en las instituciones, donde no los había. Gente que se empieza a reconocer fascista y te ataca como comunista. El fascismo nunca ha luchado por la democracia. Así que llega un momento en que esa palabra, “fascista”, deja de tener valor y se produce el movimiento contrario de gente que se jacta de serlo. Es triste.

P. ¿Cómo ha sentido el oficio de actor teatral?

R. El teatro es contemporáneo, está pegado al momento que estás viviendo. Todo el mundo puede hacer cine para el espectador del futuro, pero una función solo tiene presente y después se queda en el recuerdo, con lo cual uno tiene la necesidad de hablar de lo que está ocurriendo. A veces no sabes si eres tú quien elige las obras o son ellas las que te eligen. Por ejemplo, El misántropo aparece justo después del 15-M y la obra trata de la necesidad de ser honestos, de luchar contra la hipocresía. Después hicimos Hamlet, cuando comienza a haber un descrédito de las instituciones y el país está como perdido, y finalmente hacemos Ricardo III, en el que probablemente fuera el peor momento de nuestra política. No el peor momento de nuestro país, sino de nuestra política. Esa obra es una reflexión sobre la capacidad de seducción de estos seres cuya fortaleza, cuyo carisma, radica en desear fuertemente el poder. Y a nosotros, en vez de causarnos rechazo, nos seduce ese tipo de gente.

P. ¿Qué ha supuesto para usted la película que ha hecho ahora con Almodóvar?

R. Hemos estrenado en Venecia [en el festival de cine]. Ha sido muy emocionante. La película ha sido recibida de manera magnífica y yo estoy muy orgulloso de poder participar en un proyecto como este. Cuando leí por primera vez el guion me vinieron a la mente las palabras de Azaña en uno de sus últimos discursos, cuando decía que España necesitaba paz, piedad y perdón. Y creo que la película habla de una palabra que refleja o contiene eso: una película de concordia, de enfrentarnos a nuestro pasado para afrontar el futuro. Creo que es una película llena de amor y para mí fue muy emocionante reencontrarme en imágenes con ella.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Más información

Archivado En