La abadía del Valle de los Caídos devuelve a la Biblioteca Nacional 477 libros retirados durante la dictadura

El traslado de ejemplares, descubierto por una trabajadora, se aprobó en 1961 sin que conste la razón oficial ni esté claro el número exacto de volúmenes entregados. El valor total de lo recuperado asciende a 400.000 euros

Primer de tomo de la obra 'In sacram Iudith historiam commentarius litteralis & moralis', de 1663, uno de los cinco ejemplares únicos que el Valle de los Caídos ha devuelto a la Biblioteca Nacional.David G. Folgueiras

En octubre de 2007, una trabajadora de la Comunidad de Madrid entró en la abadía del Valle de los Caídos. Tenía por delante la ingente tarea de inventariar y clasificar distintas bibliotecas eclesiásticas, cuya descripción y localización se volcaría después en el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español, dependiente del Ministerio de Cultura. Una década después, se empleó en la Biblioteca Nacional de España (BNE), donde...

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En octubre de 2007, una trabajadora de la Comunidad de Madrid entró en la abadía del Valle de los Caídos. Tenía por delante la ingente tarea de inventariar y clasificar distintas bibliotecas eclesiásticas, cuya descripción y localización se volcaría después en el Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español, dependiente del Ministerio de Cultura. Una década después, se empleó en la Biblioteca Nacional de España (BNE), donde le resultó familiar el sello de algunos libros. Había visto aquella misma marca del Monasterio de Uclés (Cuenca) en la abadía de Cuelgamuros. Así dio comienzo una investigación interna hasta dar con el acta del traslado al Valle. Fechado a 14 de abril de 1961, el documento dejaba constancia de la entrega por parte de la biblioteca de 963 ejemplares de los siglos XVI al XIX, si bien el listado que lo acompañaba solo nombra 494, retornados ahora a excepción de 34 faltas. Se desconoce la razón de esta disparidad de cifras.

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El valor total de los volúmenes recuperados asciende a 400.000 euros, según cálculos de la BNE. El proceso contó con el apoyo de Patrimonio Nacional y culminó el pasado viernes tras una rigurosa investigación iniciada hace dos años, cuando se emprendió la revisión del listado original, afectado por “numerosas imprecisiones descriptivas y varias omisiones”, como explica Isabel Ruiz de Elvira, directora del departamento de Manuscritos, Incunables y Raros. En abril cotejaron aquel documento Fátima Ballesta, jefa del Servicio de Publicaciones; Adelaida Caro, jefa del Servicio de Reserva Impresa, y la propia Ruiz de Elvira, quienes visitaron a los benedictinos hasta en seis ocasiones. La primera de esas largas jornadas, gracias a las cuales se detectaron 14 volúmenes ausentes en el informe de 1961, resultó fallida. El abad bibliotecario encontraba impropio el acceso de tres mujeres a una zona de clausura y consultó al superior, que finalmente dio su aprobación.

Isabel Ruiz de Elvira, directora del departamento de Manuscritos, Incunables y Raros de la Biblioteca Nacional, junto a varios ejemplares que ha devuelto la abadía del Valle de los Caídos.David G. Folgueiras

La firma del acuerdo se produjo el miércoles en la Biblioteca Nacional, cinco días después de la restitución. El prior Santiago Cantera declaró esa tarde a EL PAÍS, a su regreso a Cuelgamuros, que “la relación entre ambas instituciones ha sido muy correcta, en todo momento de colaboración y ayuda”. Ningún responsable de la orden ha facilitado más información a pesar de los reiterados intentos realizados por este diario en las últimas semanas. Aunque Cabrera declinó aclarar la causa del depósito efectuado en 1961, Ruiz de Elvira apunta razones históricas: “Toda abadía debía tener un fondo bibliográfico, por lo que se recogieron donaciones de particulares religiosos, conventos y otras instituciones benedictinas”. La dirección de la BNE estaba vacante en aquella época. Cesáreo Goicoechea Romano fue destituido el 10 de noviembre de 1960 y Miguel Bordonau no se incorporó hasta el 30 de noviembre del año siguiente. Fue el subdirector José López del Toro quien autorizó la entrega, aunque se desconoce el origen de tal disposición.

Entonces administraba la abadía el fundador de la misma, fray Justo Pérez de Urbel, investido en presencia del dictador, a quien asesoraba como miembro del Consejo Nacional del Movimiento. Además, el benedictino compaginó su priorato con un privilegiado asiento en las cortes franquistas. “No hemos podido averiguar si la decisión fue suya, aunque sí tenía la influencia necesaria para ello”, apunta Ruiz de Elvira. La investigadora recuerda que la devolución a la Biblioteca Nacional pudo completarse porque nunca hubo escritura legal del traslado. La palabra “donativo” solo se cita en la tarjeta de agradecimiento que los monjes dedicaron al secretario de la BNE. La Abogacía General del Estado determinó en un informe que “se trata de bienes del Patrimonio Histórico Español y son bienes de dominio público, inalienables, por lo que su depósito en el Valle de los Caídos solo pudo haberse hecho en concepto de préstamo o comodato”.

Puerta de acceso a la abadía del Valle de los Caídos, el pasado miércoles por la tarde. DAVID EXPOSITO

Cinco ejemplares únicos

El título devuelto más antiguo es una edición de Plutarco impresa en 1535, seguido por las obras de Platón ―edición de Marsilio Ficino― publicadas en Lyon en 1567 por Antoine Vincent. Si bien en la BNE se conservan más copias de estos libros, se han recuperado cinco ejemplares únicos, como un biografía de médicos germanos que escribió Melchior Aldamus (1620). Destaca In sacram Iudith historiam commentarius litteralis & moralis (1663), ilustrado por el benedictino José de la Cerda y del que solo se guardaba el primer volumen. El tema religioso es preponderante, incluyendo sermones, vidas de santos, teología, derecho canónico o doctrinarios de órdenes religiosas y militares. Les siguen las obras historiográficas y los ensayos filosóficos. El tipo de referencias menos habituales proceden de varias colecciones privadas, del siglo XIX, como la del jurista Fernando José de Velasco y Ceballos ―miembro honorario de la Real Academia Española― o el legado del historiador Pascual de Gayangos, que coleccionó un alfabeto tibetano.

Abundan los ejemplares extraídos de conventos, algunos de ellos ingresados en la BNE durante las sucesivas desamortizaciones. Destacan las obras sobre demonología, rama teológica encargada del estudio de las distintas formas que adquiere el maligno. Los investigadores han identificado dos decenas de títulos, de los siglos XVI y XVII, que cuentan con marcas de expurgo o están incluidos en índices prohibidos. En cuanto a la forma, se pueden encontrar encuadernaciones singulares del barroco, como envolturas en piel sobre tabla, gofrado con hierros dorados o supralibros, donde se indicaba al propietario mediante el uso de su heráldica. De las 34 faltas, solo dos son únicas, es decir, que la BNE carece de otra copia. Se trata del Tractatus diversi super maleficiis (1560), valorado en 390 euros. Y un catálogo de medicamentos, impreso por el Colegio de Farmacéuticos de Valencia en 1605, que un portal de libro antiguo vende por el equivalente a 96 euros.

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