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Columna
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De la guerra fría al supremacismo blanco

Damon Lindelof no se habría embarcado en una nueva serie, ‘Watchmen’, sin tener garantizado un poderío económico, técnico y artístico inimaginable para la mayoría de las productoras

En vídeo, el tráiler de la serie.
Ángel S. Harguindey

Watchmen es una de las grandes apuestas de HBO, con Damon Lindelof a sus mandos como productor ejecutivo y principal guionista. Naturalmente, el responsable de Perdidos y The Leftovers no se hubiera embarcado en una nueva serie sin tener garantizado un poderío económico, técnico y artístico inimaginable para la inmensa mayoría de las productoras. Se puede competir en talento, y de hecho así ocurre; lo que no se puede es competir en medios. Un reparto de lujo (Regina King, Jeremy Irons, Don Jonhson, Louis Gossett Jr. o Jean Smart, por citar tan solo a algunos); una utilización hábil y funcional de los recursos digitales; localizaciones impecables y, en ocasiones, extraordinarias, y una banda sonora apabullante, desde Dinah Washington y los Ink Spots a Wagner, Mozart, Bowie o una versión de I Am the Walrus, de los Beatles, también por citar tan solo algunos temas de sus nueve capítulos

La serie se basa en el cómic homónimo de Alan Moore y Dave Gibbons. Los forofos de los tebeos descubrirán una interpretación muy libre de la historia original, pero ya se sabe que “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”, que decía la zarzuela. Las ciencias, las costumbres y los tiempos; por lo tanto, recrear una historia no conlleva necesariamente respetarla al pie de la letra. Y eso que gana el espectador.

El caldo de cultivo en el que se desarrolla la historia ha cambiado radicalmente: ya no se trata de la Guerra Fría ni del gran enemigo que era la Unión Soviética. Ahora, la trama se sustenta en el racismo de la América profunda, concretamente en Tulsa (Oklahoma), y el enemigo son los supremacistas blancos. Nunca se entendió mejor a la Billie Holiday de Strange Fruit.

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