Publicidad de apuestas
La forma de enganchar al público a juegos de azar es utilizar la imagen de famosos presentadores de televisión o deportistas de élite, personajes idolatrados por los más jóvenes
El Gobierno ha clavado sus ojos en la publicidad de los juegos de azar y las apuestas online,una actividad que puede llegar a convertirse en una adicción y derivar en un problema de salud pública. El principal objetivo es proteger al público más vulnerable, esos jóvenes y adolescentes que con gran facilidad salen del colegio y entran en las salas de apuestas deportivas. A veces con solo cruzar una calle.
Los anuncios que incitan al juego no son especialmente sofisticados. Tienen una producción anodina, sus imágenes son repetitivas, y los lemas, machacones. Los publicistas no recurren a los aguerridos vaqueros del Oeste que animaban al consumidor a fumar. Ahora, la mejor forma de enganchar al público para que gaste su dinero en juegos de azar no aptos para menores es utilizar la imagen de famosos presentadores de televisión o deportistas de élite, en general personajes idolatrados por los más jóvenes.
La publicidad se intercala hábilmente entre los programas radiofónicos de deportes. Es una estrategia que salpica el contenido narrativo con cuñas. No hay cortinillas de separación y los locutores pasan de cantar un gol a promocionar las marcas de apuestas. La proliferación de páginas por Internet y la apabullante apertura de locales en los barrios más desfavorecidos de las grandes ciudades hacen el resto. El ministro de Consumo, Alberto Garzón, puede inspirarse en la medida que adoptó la televisión pública andaluza hace dos años: restringir a la franja comprendida entre la una y las cinco de la madrugada la posibilidad de emitir programas y publicidad relacionada con los juegos de azar. Otros entes autonómicos han suprimido por completo este tipo de anuncios. Si se pudo con el tabaco, también se podrá con la adicción al juego y las apuestas digitales.
La industria del tabaco supo aprovechar los recursos que ofrecía la publicidad. Rodó anuncios con una estética propia del wéstern, incluida la banda sonora de Los siete magníficos. La invitación a fumar era inmejorable. Lo paradójico es que algunos de esos famosos vaqueros del mercado publicitario tuvieron un final trágico: murieron de una enfermedad pulmonar. Con el tiempo, también fue fulminada la propia publicidad del tabaco. La Unión Europea la prohibió en 2005 y los anuncios desaparecieron de las pantallas de televisión. Se esfumaron.
Las marcas de tabaco buscaron cobijo en el deporte. Se alinearon con nuevos valores. Patrocinaron equipos de ciclismo y sus logotipos empezaron a colorear los cascos de los pilotos de motos o de fórmula 1. La industria del tabaco supo explotar con eficacia las estrategias de marketing para persuadir al consumidor. Pero sus días de gloria acabaron y los anuncios en los medios audiovisuales se convirtieron en humo.
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