Consejos a Violeta, la hija trans de Nacho Vidal
La niña empezó su proceso de transición antes de llegar a la adolescencia. Un documental muestra, a través de un mosaico de testimonios, los retos a los que se enfrenta
"Me llamo Violeta", fueron las primeras palabras que Ignacio dijo a sus padres, Franceska Jaimes y Nacho Vidal, para explicarles, con 6 años, que era una niña trans. Esa reveladora expresión es la que da nombre a un documental que muestra los retos a los que se enfrentará a partir de su adolescencia con "una historia luminosa y llena de colores que nos ayuda a maravillarnos de la diferencia", cuenta a EL PAÍS uno de sus directores, David Fernández de Castro. Junto a Marc Parramon han pasado dos años investigando casos similares. [Puedes lograr una invitación doble para el estreno en Madrid participando en el sorteo de El País +]
Porque la historia de Violeta, que tenía 11 años cuando rodó la película, también es la de Alan, el adolescente barcelonés que se suicidó en la Nochebuena de 2015 por el acoso que sufría en su instituto. También la de Carla Delgado, de 59 años, la primera diputada trans de España y conocida como Carla Antonelli. Todos ellos comparten una misma esencia con distintos desenlaces y varios denominadores comunes. Por eso, sus experiencias personales sirven de guía para lo que la niña todavía no ha vivido.
"Cuando conocimos su caso era ya popular por quiénes son sus padres y, además, es un ejemplo de transición de éxito. Vive en un entorno familiar privilegiado y, por su edad, sigue en el colegio rodeada de los niños que conoce desde hace tiempo. Así que lo interesante era mostrar la vida de los niños trans desde más de un punto de vista", dice el cineasta por teléfono.
Su película se proyecta en el festival DocsBarcelona, donde ganó el premio del público y el deAmnistía Internacional. Se estrena en salas de cine españolas el 28 de junio, coincidiendo con las celebraciones del Orgullo LGTBI+ 2019.
Nacho Vidal, consciente de que los prejuicios no entienden de clases sociales y enfrentado durante años a la burocracia hasta lograr que el DNI de su hija reflejara su verdadero sexo, intenta prepararla sobre una realidad ajena a su burbuja de protección.
Alan comenzó a hormonarse con más edad que Violeta y todavía conservaba rasgos femeninos cuando le tocó enfrentarse a un entorno hostil como el de un instituto. Aunque también contaba con el amor de sus padres, la presión social fue más fuerte.
"No se trata de debatir si los niños trans deben iniciar su proceso de transición lo antes posible, sino de plantearnos si tienen que apresurarse a hacerlo para que su vida sea más plácida. Vivimos en una sociedad todavía aferrada a la norma binaria. Cuando la gente acepte que puede entrar en el metro una mujer con barba cerrada y que no pasa nada, muchos de nuestros problemas se resolverán", opina Fernández de Castro. "Mi hija no está en un cuerpo equivocado, es una niña con pene", decía Nacho Vidal a SModa en septiembre de 2018.
En torno a Ester y Xavi, los padres de Alan, gravitan un montón de historias de niños y adolescentes trans. Algunos de ellos pueden verse en el documental. Tras la muerte de su hijo se convirtieron en un referente para la comunidad LGTBI+ del extrarradio de Barcelona.
"Ellos han sabido convertir el enorme dolor de perder a un hijo en energía para luchar por una causa. Los chavales de la zona pasan por su casa para pedirles consejo y a que les ayuden con el papeleo necesario", cuenta el director. Cada uno de ellos decide, dentro de sus circunstancias, cuándo empezar a hormonarse o si desea o no someterse a una operación de cambio de sexo.
El ascenso de la visibilidad de los niños trans
Cuando Carla Delgado participó como consejera en la Ley de Identidad de Género del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, en marzo de 2007, no se incluyó en ella a los menores trans. "Ella nos contaba que, simplemente, no existían casos en ese momento", recuerda el cineasta.
Desde entonces, los padres de estos niños se han organizado por su cuenta y están logrando poner en la agenda política un asunto hasta ahora ignorando. El género documental y las redes sociales han ayudado a darles voz y a que pongan nombre a su situación. Franceska Jaimes empezó a saber lo que le ocurría a su hija Violeta tras conocer en YouTube el caso de un menor canadiense en pleno proceso de transición. Sus vídeos le dieron la clave para saber qué pasos debía tomar junto a su marido.
Mientras rodaban Me llamo Violeta, la Fiscalía de Menores recomendó que el rostro de la niña no apareciera en pantalla. Los directores buscaron soluciones creativas para respetar esta decisión. “Esta situación nos hizo plantearnos si en realidad, la Fiscalía está estigmatizando así al menor en vez de protegerlo” comenta David Fernández de Castro.
Al final, esta circunstancia ayudó a introducir otro elemento de debate en el documental. “En mi opinión, la sociedad está mucho más adelantada que las leyes. Es la que, a menudo, logra derechos que las instituciones no están en disposición de ofrecer”, defiende.
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