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SHOCK (EL CÓNDOR Y EL PUMA)
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El horrible caso del Dr. Nixon y Mr. Pinochet

Andrés Lima despliega toda su artillería teatral para trasladar a la escena el famoso ensayo 'La doctrina del shock'

Raquel Vidales
Imagen de 'Shock (El Cóndor y el Puma)'.
Imagen de 'Shock (El Cóndor y el Puma)'.SAMUEL SÁNCHEZ

La médula de este espectáculo del Centro Dramático Nacional se manifiesta ya en los primeros minutos. El psiquiatra Donald Ewen Cameron, director de un proyecto de investigación con terapias de electrochoque para lavar el cerebro de sus pacientes y construirles una nueva personalidad, recibe una oferta de la CIA para llevar sus experimentos al extremo y buscar aplicaciones en los interrogatorios. El personaje es real y esto ocurrió de verdad en los años cincuenta. Cameron acepta la propuesta y de pronto, a la manera del Doctor Jekyll metamorfoseándose en Mister Hyde, se convierte en Milton Friedman, máximo adalid del liberalismo económico radical. Una metáfora poderosa, usada ya por Els Joglars en Dr. Floit & Mr. Pla, que condensa lo que también es la médula del libro en el que se inspira, el exitoso ensayo La doctrina del shock (2007), de Naomi Klein, que conecta las teorías del psiquiatra con las del economista: las crisis —provocadas por electrochoques, guerras, golpes de Estado o desastres naturales— son idóneas para hacer tabla rasa e imponer reformas impopulares.

Habrá otras transformaciones a lo largo de la función: Nixon-Allende, Videla-Kempes. No solo porque entre seis actores deben interpretar más de 40 personajes, sino porque lo que interesa aquí es que todo esté conectado, igual que en el libro de Klein, en un esforzado intento de encontrar un sentido global a la historia: el liberalismo salvaje con las dictaduras latinoamericanas, la guerra de las Malvinas y la de Irak, el tsunami de Indonesia y el huracán Katrina. Aun cuando casi todo lo que se cuenta fue verdad, ese afán por conectarlo todo roza lo conspiranoico: todo encaja demasiado bien en este relato.

Se entiende —y es excitante— la ambición de recrear en un teatro este gran viaje por la historia reciente. El director Andrés Lima, en complicidad con los dramaturgos Albert Boronat, Juan Cavestany y Juan Mayorga, despliega toda su artillería para que lo teatral venza a lo ensayístico: transita de lo didáctico a la farsa, la astracanada, el monólogo dramático, la parodia y el clown, todo ello aderezado con música, vídeos, baile y fútbol. Es muy difícil hilar todo esto y a veces pierde el tono. Sobre todo durante la primera mitad, que es la más discursiva, hay escenas que pierden peso porque mueven a la risa. Por ejemplo, desconcierta el acento cheli de la reunión en la que Nixon maquina la destrucción de Allende. La escena del asedio al palacio de la Moneda, que debería estremecer, emociona poco porque es pura simulación.

La segunda mitad contiene un momento glorioso: la visita de Margaret Thatcher a Pinochet en Londres, dramatizada por Mayorga. Todo el reparto está estupendo, pero María Morales, que encarna a la Dama de Hierro, está soberbia en esa escena. Fue un momento en el que de verdad se sintió vibrar el patio de butacas.

Shock (El Cóndor y el Puma). Texto: Albert Boronat, Andrés Lima, Juan Cavestany, Juan Mayorga. Inspirado en La doctrina del shock, de Naomi Klein. Dirección: Andrés Lima. Teatro Valle-Inclán. Madrid. Hasta el 9 de junio.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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