Los toros, atrapados, otra vez, por la política; ¿de izquierdas o de derechas?
Desde el siglo XII, la tauromaquia ha sido utilizada políticamente por el poder
¿La Semana Santa es de derechas o de izquierdas? ¿Y el flamenco? ¿Y el teatro, la música, la pintura o la literatura? ¿Forman parte de la ideología política la Feria de Abril o las Fallas? ¿Y el fútbol?
Pues la misma pregunta se puede hacer sobre la fiesta de los toros, y la respuesta es inequívoca: no.
Cualquier expresión cultural -máxime si así está reconocida por la ley- pertenece a los ciudadanos que, en uso de su libertad, deciden gozar, divertirse, extasiarse o emocionarse con su visión o ejercicio.
La fiesta de los toros es un hecho político porque forma parte del conjunto de actividades de los seres humanos, pero carece de ideología. Forma parte de la política al igual que el teatro, la gastronomía o los carnavales, pero existe al margen de programas electorales y gustos partidistas.
¿Por qué Vox pretende apropiarse de la fiesta de los toros?
El aficionado a la tauromaquia lo es en función de una herencia familiar, de un contagio de amigos, del descubrimiento de un destello de emoción, pero no está al servicio de un credo político. Gusta o no al margen de la orientación política del voto de cada cual. Quien lo dude no tiene más que darse una vuelta por un tendido para captar que quien pasa por taquilla, se sienta en la dura piedra y aguanta más de dos horas el devenir de un espectáculo que, por lo general, es decepcionante solo está envenenado por la afición a los toros, y entre estos ‘enfermos’ los hay ricos y pobres, urbanos y rurales, cultos e iletrados, creyentes y ateos, progresistas y conservadores… Y todos pretenden ejercen su derecho a ‘sufrir’ en libertad y sin injerencias de quienes rigen el gobierno del país.
Pensar lo contrario es una bobada que no merece más comentario.
¿Por qué, entonces, se dice ahora que está politizada la fiesta de los toros hasta el punto de que varios profesionales figuran en las listas de las próximas elecciones generales?
¿Por qué un partido de extrema derecha como Vox intenta apropiarse de la tauromaquia y se pasea por las plazas de toros con la etiqueta de defensor de la misma? ¿Por qué al Partido Popular ha sufrido de repente una acelerada fiebre taurina y promete en Andalucía y fuera de ella nuevas iniciativas legislativas a favor de los toros?
La fiesta está hoy politizada por decisión exclusiva de los partidos políticos; en concreto, por acción (o premeditada ambigüedad) de la izquierda y omisión de la derecha.
Los toros saltan a la arena política por los ataques sistemáticos de la extrema izquierda en la confianza de que tal decisión le produciría un alto rédito electoral. Es esa opción política la que se ha colocado al frente de la corriente animalista, ha pretendido liderar las diferentes opciones antitaurinas y no ha cejado ni ceja en su empeño de erosionar la muy debilitada salud de la tauromaquia en el siglo XXI.
Los toros saltan a la arena política por los ataques sistemáticos de la extrema izquierda
A su lado, le disputan el cetro los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP; el primero, con un complejo enfermizo hacia la fiesta, que lo impulsa a apoyarla sin fisuras en comunidades tan taurinas como Andalucía y a instalarse en la abstención permanente en el Congreso y el Senado; y el Partido Popular ha navegado constantemente entre su taurinismo vergonzante y un premeditado olvido de la Ley 18/2013 que regula la fiesta de los toros como patrimonio cultural que este grupo político promovió con plausible empeño.
Y, en medio de todos, el propio espectáculo, desesperante y rancio tantas tardes, y los taurinos, anticuados y silentes siempre, dispuestos a aguantar la crisis, el chaparrón de críticas y la sangría con tal de recoger las que pudieran ser las últimas migajas de un negocio en bancarrota.
Estaba, pues, el terreno abonado para que otras opciones de signo contrario hicieran suyos los lamentos de un sector asustado y escondido, y una afición vituperada y cansada de tanto insulto y trato denigrante.
No es, por tanto, la fiesta de los toros la que se politiza. Son los políticos los que la utilizan en su beneficio al hilo de las circunstancias de cada tiempo.
No obstante, no es la primera vez que esto sucede.
Las corridas de toros se han convertido en determinadas ocasiones a lo largo de la historia en acontecimientos políticos; festejos cuidadosamente planeados para la gloria de los reyes, el poderío imperial y el poder político, de modo que la corrida se erigió en una forma de hacer ‘política en la tarde’, según cuenta Adrian Shubert en su libro ‘A las cinco de la tarde’.
Cuenta el profesor de historia de la Universidad de York en Toronto (Canadá) que el primer festejo de esta índole se celebró en el siglo XII con ocasión de las bodas de un rey, y a merced de los intereses políticos ha pervivido hasta la muerte de Franco.
Recuerda Schubert que el primer aniversario de la II República se celebró en Valencia con corridas extraordinarias, y durante la guerra civil se organizaron festejos en ambos bandos para recaudar fondos. En 1937 se programó una corrida en Alicante a beneficio de las milicias del Partido Comunista, y los nacionales celebraron su triunfo con corridas de la victoria.
Los tiempos han cambiado, felizmente, y los toros, por fortuna, continúan. Y, a estas alturas, queda meridianamente claro que la permanencia de esta tradición no puede depender del resultado de una votación en las Cortes.
Mantiene con toda la razón Victorino Martín, prestigioso ganadero y presidente de la Fundación del Toro de Lidia, que “los toros nunca han sido propiedad de ninguna ideología política; forman parte del patrimonio del pueblo español”.
Y añade: lo que deben hacer los políticos es cumplir la ley y defender la libertad de los ciudadanos.
Mientras tanto, queda la incógnita sobre el futuro de los candidatos toreros al Congreso de los Diputados. Aunque consigan su acta ‘degenerando’, como aquel subalterno de Juan Belmonte que, según el maestro, llegó de tal modo a gobernador civil de Huelva, tendrán la oportunidad de levantar la voz en beneficio de una expresión cultural que no merece el maltrato que recibe.
Lo que está claro es que la tauromaquia no es de izquierdas ni derechas; como la Semana Santa o el flamenco. Solo requiere respeto y apoyo.
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