Una partitura cromática
La primera exposición individual de Silvia Bächli es una experiencia que sublima la pincelada de color, como gesto y como huella del mismo
Los dibujos son acciones. Esta es la primera frase del statement de Silvia Bächli, y se podría recitar como la apertura de un acto mágico al acudir a su primera exposición individual en Maisterravalbuena. Para que funcione el encantamiento, el espectador ha de estar predispuesto a una experiencia que sublima la pincelada de color, como gesto y como huella del mismo.
Al atravesar la puerta se percibe esa transición a un espacio de tiempo suspendido. De otra manera las formas de gouache no trascenderán el juego de los parecidos con el mundo vegetal: tallos de plantas, conjuntos de cactus o pepinos en fila. El espectador persuadido por la sencilla y frágil propuesta comprobará sobre las hojas combadas por la humedad el rastro imperfecto de la presión de las cerdas del pincel, resultado de tentativas y pruebas de quien no sabe cómo va a quedar la mancha hasta que no levanta la mano del soporte
El mayor aliado de las leves pinturas de Bächli es la disposición de las obras en el espacio. El zalamero texto de presentación de la galería repara en una labor previa que demuestra su pertinencia en el presente ejercicio: la artista crea una maqueta de las salas que le permite proyectar las obras en diálogo. Y se nota. Los posibles obstáculos se convierten en apoyos, y la agrupación de las piezas compone una partitura cromática. Las verticales verduzcas y rosadas, los horizontes azules o las circunferencias marrones son dotadas de una musicalidad de timbre, tono e intensidad débiles, pero de larga duración, y nuestros ojos, acostumbrados al drum’n’bass de la publicidad y las redes sociales, sobriamente danzan de escena a escena.
Silvia Bächli. Galería MaisterraValbuena, Madrid. Hasta el 13 de abril.
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