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Columna
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Elecciones

‘Vota Juan’ tiene unos guiones divertidos en los que la irresistible ascensión de Cámara callejea por un territorio de maquiavelos de mesa camilla y puñaladas traperas, propias y ajenas.

Ángel S. Harguindey

Realidad y ficción: el mismo día en que el presidente Sánchez anunciaba la convocatoria de elecciones generales, la cadena TNT emitía los dos últimos episodios de Vota Juan, una visión cómica de los entresijos de la política española en ocho capítulos. Creada por Diego San José (Ocho apellidos vascos) y Juan Cavestany, (Vergüenza), narra las andanzas de un ministro de Agricultura torpe y mezquino con ansias de llegar a la presidencia del Gobierno. La torpeza de los ministros y altos cargos es habitual y conocida; la mezquindad se intuye, pero sin confirmación. Javier Cámara y María Pujalte coprotagonizan la serie, dirigida por David Serrano y Víctor García León: un equipo eficaz que da forma a unos guiones divertidos en los que la irresistible ascensión de Cámara callejea por un territorio de maquiavelos de mesa camilla y puñaladas traperas, propias y ajenas.

Juan Carrasco es un ministro de Agricultura absolutamente ignorante de lo agrícola, capaz de chulearle 20 euros a la empleada de hogar rumana mientras reniega de su hija por una cuestión de imagen, o de devolver un jamón ibérico en aras de su incorruptible transparencia, no sin antes dar el cambiazo por un sucedáneo; capaz, también, de sacarse de la manga unas impresentables grabaciones privadas de su rival en el debate de las primarias. Al parecer, siempre hubo Villarejos.

Naturalmente, una vez más, la realidad supera a la ficción: un exministro de Industria del Gobierno conservador, cesado o dimitido por mentir sobre unas cuentas en paraísos fiscales, tras superar los dos años de incompatibilidades que marca la ley, se ha integrado en el consejo de administración de uno de los concesionarios de Volksvwagen más importantes de España. Industria nunca sancionó a Volkswagen por la manipulación fraudulenta de sus motores diésel que ha supuesto una sanción de la UE y la apertura de una causa penal en la Audiencia Nacional. Conclusión: ¡Carrasco es un aficionado!

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