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Columna
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Audiencias

Las audiencias de las generalistas no dejan de ser un baremo con el que calibrar los gustos de los espectadores

Ángel S. Harguindey
Ana Pastor y Pablo Casado en 'El Objetivo'.
Ana Pastor y Pablo Casado en 'El Objetivo'.

Las audiencias de las cadenas generalistas no dejan de ser un baremo con el que calibrar los gustos de los espectadores y, en alguna medida, su salud mental. Las del pasado domingo tuvieron un valor añadido: La Sexta había desplegado parte de su programación en el mejor horario para analizar la actualidad política mas inmediata, los entresijos del procés en Salvados y una larga entrevista con Pablo Casado el, al parecer, redentor de la derecha tradicional española en El Objetivo. El resto mantuvieron la programación habitual.

El programa de Évole tuvo 2.070.000 espectadores, dato notable aunque lejos de los 2.753.000 que tuvo MasterChef Celebrity y muy cerca de los 2.082.000 de GH VIP 6. Ana Pastor, por su parte, tuvo 1.210.000, es decir perdió unos 800.000 espectadores respecto al programa precedente. Casado interesó bastante menos que "la cuestión catalana" y unos 300.000 espectadores menos que el Volando voy de Jesús Calleja. ¿Lucidez del personal?, ¿regusto por los/las cocinillas?, ¿satisfacción por el orwelliano concurso? Ya lo narró Shakespeare: "Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades y darlas fin con atrevida resistencia?".

La injusta fortuna la sufrió Carmen Lomana que fue expulsada de las cocinas y, lo que es peor, de un atractivo supermercado "todo gratis". El torrente de calamidades nos lo contó Évole y un selecto elenco de coprotagonistas de la declaración simbólica de una República catalana. El espectador ignorante del problema podría deducir que los "malos" de la película fueron Rajoy, que no quiso dar un telefonazo a Puigdemont; Oriol Junqueras, que no admitía nada que no fuera la declaración de independencia y Carme Forcadell que torció el gesto ante la negativa de Puigdemont a que fuera él quien declarara la tan mencionada independencia en el Parlament. Y un dato curioso: casi todos guardan celosamente los mensajes telefónicos por banales que sean. La atrevida resistencia lo fue para quienes aguantaron a Pablo Casado.

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