La realidad el pueblo gitano, en cifras
El programa 'Tanto por ciento', de DMAX, aborda el universo romaní desde el punto de vista de sus datos
En el pasado vivían en comunidad, eran nómadas y hablaban su propia lengua. Hoy su realidad es completamente diferente. 750.000 personas en España son gitanos, el equivalente a la población de la ciudad de Valencia. El 95% de los niños romaníes ya están escolarizados, pero solo un 2% llega a la universidad. 10.000 gitanos en España viven en chabolas, pero son un 70% menos que hace 27 años. El pueblo romaní ha evolucionado en 30 años en nuestro país más que en seis siglos.
Aimar Bretos, presentador de Tanto por ciento, es testigo de este cambio en la tercera entrega del programa de DMAX (miércoles a las 22.30). Convive con gitanos de Andalucía, Madrid, Cataluña o Castilla y León para ver cómo viven, piensan y se adaptan a los nuevos tiempos.
¿Por qué el 80% de los gitanos que llegan a la universidad son mujeres? ¿Qué piensan ellas del matrimonio, la virginidad o el acceso al mercado laboral y cuánto han cambiado sus ideas respecto a sus madres o a la figura del patriarca?
El 37% de los gitanos se dedica a la venta ambulante. Pero, mucho más allá de los tópicos, también hay gitanos abogados o políticos. María Hernández, concejala del Ayuntamiento de León, dio ese salto: del mercadillo al salón de plenos del consistorio leonés. También a la venta ambulante se dedicaba la madre de Marcos Santiago. Hoy este abogado cordobés defiende a gitanos y payos en los juzgados de Córdoba.
Además, el presentador de Tanto por ciento se adentra en uno de los barrios más deprimidos de toda España, las 3.000 viviendas, en Sevilla. Allí la tasa de paro supera el 80%. Eso no fue impedimento para Lorena, enfermera en una residencia de ancianos y estudiante del EIR (enfermera interna residente). "He tenido que superar tres barreras: ser gitana, de las 3.000 viviendas y mujer". Ser mujer era precisamente el sueño de Jennifer. Al nacer la llamaron Jonathan. Siempre tuvo clara su identidad sexual. Pese al rechazo de algunos gitanos evangelistas por "tener al demonio dentro" y a que su propio padre dejó de hablarle, Jennifer siempre contó con el apoyo de su madre y sus tías, también gitanas. Hoy, un mural suyo de 7 metros con un pintalabios y la bandera romaní preside la entrada de su barrio.
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