¿El fin del macho televisivo?
Cada vez hay más series que dan paso a historias con mayor protagonismo de mujeres
Machistas, violentos hasta ordenar o perpetrar asesinatos, mentirosos sin un parpadeo, chantajistas, adúlteros sin remedio, capaces de retorcer el pescuezo de quien sea si el bolsillo le va en ello. Los protagonistas de algunas de las mejores y más exitosas series de lo que se ha denominado edad de oro de este género están cortados, con algunas diferencias, por ese truculento patrón. Son los Tony Soprano, Walter White, Don Draper (menos bestia pero no menos inmoral) o Ray Donovan, este como ejemplo más reciente, que cuenta la historia de un matón al servicio de estrellas de Hollywood y de la que se estrenará, gracias a su audiencia en EE UU, su sexta temporada en octubre. Ray Donovan es una señal de que el modelo de estrella del megamacho malo no parece agotarse. Todos comparten, además, una concepción de la familia a lo Corleone: yo decido cómo debes quererme, tú no lo entiendes.
Sin embargo, cada vez hay más series en las que este tipo de tipejos dejan paso a nuevas historias, otras inquietudes, con mayor protagonismo de mujeres, como The Handmaid's Tale, Big Little Lies o The Good Fight. Quizás ese incipiente cambio de modelo resida en lo que ha ocurrido con el movimiento #MeToo, y volverá a pasar, en calles de todo el mundo, cada vez que haya una lacerante decisión judicial o crímenes machistas. O quien sabe si todo esto no tiene nada que ver. ¿Están atentos los guionistas? Seguro, la audiencia manda y si sus intereses mudan, los autores lo husmearán rápidamente.
Así parece que vamos a asistir a una lucha entre ambos tipos de entretenimiento. A mí, personalmente, me cansan, cada vez con más prontitud, las sagas de tiros, batazos y palizas. No digo que no sea necesario asomarse de vez en cuando a todo aquello del ser humano que nos aterra y nos atrae, pero busquemos otros registros. Con todo, no puedo dejar de sonreír al recordar a Tony Soprano en ese restaurante de lujo en el que ve a un joven cenando con la gorra puesta y se levanta para decirle: "¡Quítatela, aquí no se venden perritos calientes!".
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