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SILLÓN DE OREJAS
Columna
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Entre fantasmas caniculares

Se anuncian varios libros sobre la "cuestión catalana" para este otoño

Manuel Rodríguez Rivero
Ava Gardner y Luis Miguel Dominguín, en 1960.
Ava Gardner y Luis Miguel Dominguín, en 1960.Getty Images

1. Paseos

Pasear o, más brutalmente, caminar se ha convertido en mi terapia ocupacional durante el ferragosto madrileño. La lectura de Las viejas sendas (Pre-Textos), el estupendo ensayo-memoria de Robert Macfarlane, ha conseguido más que los médicos en el combate contra mi contumaz sedentarismo. Salgo de noche, cuando lo peor ha pasado, escapando del fragor de los aires acondicionados que convierten en molesto ruido hasta la música de Charlie Mingus. La noche en la que me sumerjo ya no es aquella en la que Dámaso Alonso temía que se secaran “los grandes rosales del día, / las tristes azucenas de la noche” (Hijos de la ira, 1944); tampoco la de los cutres jolgorios y estúpidos señoritos a la que se refirieron algunos de los memorialistas de la generación del 50, la de Chicote y Riscal, la de Pasapoga y las borracheras embroncadas de poetas, la del sexo a escondidas con putas o chaperos, la de los “hijos numerosos de la decepción” con los que se encontró el maestro Caballero Bonald cuando llegó a Madrid y se instaló en su vientre, coincidiendo “con gentes habituadas a propiciar el alimento cínico / de la duplicidad la frustración el remordimiento / personajes innobles cuya memoria bélica estragaba los libros” (Entreguerras, Seix Barral). La casualidad —que no existe, que no existió nunca— quiso que hace unas noches, después de ver Cruce de destinos (1956), una película de George Cukor con una espléndida Ava Gardner en el papel de angloindia desgarrada entre sus dos identidades, mis pasos erráticos me condujeran hasta la avenida del Doctor Arce, precisamente hasta el mismo edificio en el que coincidieron en los sesenta la desinhibida Ava, el fascista Blas Piñar y el inverecundo Juan Domingo Perón. De aquella insólita convivencia de vecinos se ha escrito mucho y han surgido apasionantes leyendas urbanas. Lo cierto es que, muy probablemente, Ava Gardner era en aquel Madrid pacato y desarrollista de Fraga y tentetieso la mujer más libre o, al menos, la única que podía exhibir su libertad sin miedo a la bofia. Entre las anécdotas más o menos apócrifas que prefiero es la de una Ava completamente borracha asomada a la ventana y exclamando a voz en grito “¡Perón, cabrón!”, en un castellano de acento mestizo. Aunque la de su viaje enloquecido en el taxi del que sería El Fary, en pos de un bailarín flamenco a quien deseaba tirarse, tampoco es moco de pavo. Espero con interés el estreno de la serie Arde Madrid, de Paco León, en la que, al parecer, se habla de aquel Madrid tan cutre y de aquella Ava borrachuza, promiscua e inolvidable. Fin de (este) paseo.

2. Cataluña

Ahora que lo pienso, el primer nacionalista catalán consciente que conocí, siendo adolescente, fue mi amigo Jordi Peyri Rey, hoy un afamado dermatólogo de Barcelona a quien no he vuelto a ver en el último medio siglo y del que ignoro casi todo. Coincidíamos cada verano, cuando su familia y la mía se instalaban en Calafell para pasar aquellos veranos gozosamente interminables. En uno de ellos, seguramente a principios de los sesenta, noté ciertos cambios en mi amigo, un par de años mayor que yo: ahora Jordi, más serio, cantaba y tocaba a la guitarra sencillas canciones compuestas por él con bucólicas letras en catalán (“digui la rosa: girat Senyor”, era uno de sus versos) en las que se mezclaban los sentimientos religiosos con la exaltación catalanista. Lo he recordado con cariño mientras ordenaba los libros sobre, o en torno a, la “cuestión catalana” que se anuncian en castellano (en catalán son docenas) para la rentrée. Selecciono los que me han parecido más significativos o interesantes: Debate publicará el 6 de septiembre Anatomía del ‘procés’, subtitulado Claves de la mayor crisis de la democracia española, un ensayo colectivo y pluridisciplinar en el que se examina la evolución del sentimiento de ruptura desde septiembre de 2012 hasta hoy; Ariel reedita en septiembre la crónica-panfleto de Arcadi Espada Contra Cataluña, y en octubre publicará Breve historia del separatismo catalán, de Enric Ucelay-Da Cal; Taurus anuncia dos platos fuertes: Informe sobre Cataluña. Una historia de rebeldía (777-2017), de José Enrique Ruiz Domènec, en septiembre, y, sobre todo, Catalanes y escoceses, el esperado estudio de John H. Elliott (octubre), un hispanista que rompió muchos mitos con su trabajo pionero, The Revolt of the Catalans (1963).

3. Kafkiana

¡Albricias! Cuando ya creía que me moriría sin verlo, va Galaxia Gutenberg y anuncia —casi 20 años después de la aparición del primer volumen de las Obras completas de Franz Kafka— la publicación (noviembre) del primer tomo (1900-1914) de la Correspondencia completa del gran autor checo (1.200 páginas, edición de Jordi Llovet). A ver si toman buena nota otros editores que dejaron colgados a sus lectores con “obras completas” sin completar: a bote pronto, pienso en las de Rafael Alberti (Seix Barral), las de Dalí (Destino) o incluso en la estupenda bio de Picasso de John Richardson (Alianza), pero hay muchas más. En todo caso, este es un buen año para Kafka: La Pléiade (Gallimard) ha publicado dos volúmenes de ficción del autor checo en una nueva traducción que deja obsoleta a la anterior, de acuerdo con una ejemplar política editorial que sostiene que es preciso retraducir a los grandes autores cada una o dos generaciones. Por su parte, Acantilado publicará (noviembre) un breve volumen con La condena y El fogonero (en realidad, el primer capítulo de la novela antes conocida por América) en traducción de Luis Fernando Moreno Claros. Por su parte, Alianza publica en septiembre una nueva edición (revisada por Carmen Gauger) de los Cuadernos en octavo, un volumen de aforismos y prosas dispersas de los años 1916-1918.

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