_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

‘In dubio’, Fonda

Más de medio siglo después, 'Doce hombres sin piedad' es película de cabecera de juristas y estudiantes de Derecho. No sorprende su vigencia porque los errores judiciales todavía destrozan vidas

Juan Jesús Aznárez

Durante los embates de la telebasura y la propaganda política, conviene refugiarse en Vivaldi o en la Turner Classic Movies para no perder los nervios. Periódicamente, el canal TCM nos ofrece la enajenación salvadora, el disfrute de material imperecedero y la sensación de haber aprovechado el tiempo. Es el caso de la película en blanco y negro Doce hombres sin piedad (1957), dirigida por Sidney Lumet: una profunda reflexión sobre el relativismo judicial.

Cualquier cinéfilo la habrá visto tres o cuatro veces, aunque sólo sea por deleitarse con la interpretación de Henry Fonda en un jurado de doce personas que debe pronunciarse sobre la culpabilidad o inocencia de un chaval acusado de haber asesinado a su padre. Once le condenan y uno discrepa.

Noventa de los noventa y cinco minutos de esta excelente narración se ruedan en una habitación ocupada por doce hombres blancos; ninguna mujer, ni representante de las minorías étnicas. La exclusión sería hoy escandalosa.

El veredicto es casi unánime en el arranque del filme. Culpable y basta; todos los de su calaña son salvajes; culpable porque nadie demostró que no lo fuera. La presunción de culpabilidad, el prejuicio y la irresponsabilidad como argumentos. El discrepante fundamenta sus dudas y, progresivamente, el resto cambia de parecer. La duda razonable, in dubio pro reo.

El dramaturgo Reginald Rose escribió la historia y la adaptó al cine. Su estreno fue anodino, un fracaso comercial. Más de medio siglo después, Doce hombres sin piedad es película de cabecera de juristas y estudiantes de Derecho. No sorprende su vigencia porque los errores judiciales todavía destrozan vidas.

Dolores Vázquez apenas pudo reconducir la suya después de que un jurado popular la declarara culpable de la muerte de Rocío Wanninkhof en 2001, asesinada por un exconvicto británico residente en la Costa del Sol. Sentenciada a 15 años de cárcel, la inocente cumplió 17 meses. Henry Fonda no lo hubiera permitido.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_