La gala de los Goya aún necesita mejorar (y mucho)
Problemas de escenografía, guion y realización en los terceros premios que presenta Dani Rovira
Los Goya 2017 han vuelto a tropezar casi con las mismas piedras un año más. Es complicado complacer a todos y más en una gala de entrega de premios. Como espectáculos televisivos son eventos complicados, sobre todo si no se tiene los medios necesarios. Pero los galardones del cine español siguen sin aprender. La puesta en escena de este año ha incluido novedades que no han cuajado y problemas que empiezan a ser crónicos. Y, aunque todos los ojos estaban puestos en el presentador, la culpa de todo no es suya, ni mucho menos.
- El escenario
El hecho que de los premios del cine español se entreguen en el auditorio de un hotel que está en un descampado en la carretera de Barcelona ya es un mal comienzo. Además, este año otros elementos han potenciado aún más la sensación de cutrez. Desde la moqueta del auditorio hasta un escenario en el que los protagonistas de la noche, los premiados, tenían que estar en ocasiones apretujados porque no había espacio entre la orquesta y las escaleras de acceso al escenario. Parece un milagro que no se haya caído ninguno de los presentadores por esas escaleras, o que el director de la Film Symphony Orchestra no haya dado un batutazo a alguien.
- La utilidad de la orquesta
Precisamente contar con la Film Symphony Orchestra era una de las novedades de los Goya 2017. Sin embargo, su presencia la mayor parte del tiempo —salvo para interpretar las bandas sonoras nominadas— ha sido cuestionable. Lo que sí provocaban eran mucho ruido visual. Demasiada gente en el escenario cuando los que deberían ser los protagonistas son los premiados, cuyos discursos de agradecimiento eran acelerados por un tictac y música procedente de la propia orquesta cuando se alargaban más de la cuenta de forma no demasiado sutil pero más apropiada que los cortes en seco que hicieron el año pasado.
- Dani Rovira
El presentador tenía un papelón por delante y lo sabía. Asumió por tercera vez la presentación de una gala por la que el año pasado fue objeto de críticas. A pesar de todo, se tiró a la piscina. En su monólogo de apertura combinó una parte reivindicativa y algún que otro dardo a los políticos con una enorme colección de chistes malos. Durante el resto de la gala, y como suele ser habitual en los presentadores de este tipo de ceremonias, estuvo prácticamente ausente. Las pocas veces que apareció, los gags no llegaron a cuajar. Como aquel momento en el que apareció vestido de Superman para homenajear a la presidenta de la Academia.
- Problemas de guion
Pero, de nuevo, gran parte de lo que se echa en cara a Rovira tiene origen en el guion de la gala. El monólogo inicial parecía deslavazado, yendo de aquí para allá. De dudoso gusto fue dar paso al In memoriam tras un gag protagonizado por Dani Rovira, Karra Elejalde y Antonio de la Torre en el patio de butacas. Y totamente anticlimático fue situar el número musical de Manuela Vellés y Adrián Lastra a falta de entregar los dos últimos premios de la noche. Decisiones que no se comprenden.
- Realización pobre
El directo es siempre complicado, y más en un lugar como el que acoge los Premios Goya. Pero fueron demasiados los encuadres de cámara extraños, que iban y venían o que no enfocaban debidamente. O cámaras que temblaban o que no conseguían seguir de forma adecuada al presentador por el patio de butacas. O, volviendo al In memoriam, el hecho de que en televisión estuviéramos viendo mucho mejor al violonchelista que a los propios recordados, que iban desfilando de fondo de manera que solo se podía ver de forma correcta el nombre y rostro de algunos de ellos.
Aunque la gala, al menos en su primer tramo, pareció transcurrir más ligera que otros años, al final se fue a las tres horas de rigor. Sigue siendo demasiado larga. Sigue haciéndose demasiado larga. Pero si al menos se aprendiera de los errores de los años anteriores, podríamos esperar los premios del año que viene con algo de esperanza.