El Gordo
El sonsonete de voces infantiles forma ya parte de la memoria de todas las generaciones vivas
Si en cierta ocasión un avispado visionario fue capaz de comentar el fracaso de una huelga el día antes de que se celebrara, ¿por qué no se va a poder escribir una crónica sobre la Lotería de Navidad antes de que los niños de San Ildefonso la canten? Al fin y al cabo, el sonsonete de voces infantiles forma ya parte de la memoria de todas las generaciones vivas.
Veremos en todas las televisiones abrazos, bares descorchando botellas de cava, gritos espasmódicos de los agraciados, algún alarido que otro, conexiones a los lugares a los que llegó la fortuna, "para tapar agujeros" comentará más de uno ante la pregunta de ¿a qué lo va a dedicar? pues si ya hemos visto la luz al final del túnel, lo que no sabíamos es que, después, estaba lleno de agujeros...ya en terrenos domésticos siempre habrá un "a mí lo que me gusta es que esté muy repartido", dicho por una venerable dama a la que no le tocó ni el reintegro.
Tiempo hubo en el que Antonio Fraguas, Forges, cámara al hombro, recorría bares y administraciones a los que El Gordo les había sonreido. No está documentado el que siga con esa costumbre aunque sospechamos que con tanto teléfono móvil llegaría siempre tarde. Los que desde luego llegan siempre a tiempo son los de Hacienda pues al cobrar el premio ya le descuentan los correspondientes impuestos. Por ejemplo, si le tocan 400.000 euros de un décimo del primer premio, el recaudador se llevará 79.500 euros: ¡que no decaiga la fiesta!
Y después las anécdotas: algún enviado de Gamínedes presenciando en directo el sorteo, un caballero al que casi le da un infarto al comprobar que su número ha sido premiado instantes antes de comprobar que se equivocó, que fue cuando sí le dio el infarto, o aquel décimo del número 6.150 que le regalaron a Rajoy en 2015 y que le tocó el reintegro, 20 eurazos.
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