El diván de Schubert
Una caja de Harmonia Mundi compila la progresiva empatía del barítono alemán Matthias Goerne con el compositor
Hay concomitancias, pero también diferencias. La ciudad, por ejemplo, es la misma: Berlín. Pero difiere el escenario de las grabaciones: el Ufa-Ton-Studio y el Teldex Studio. En un caso, un solo pianista: el legendario Gerald Moore; en el otro, varios de sus escuderos desde el teclado en los últimos años. El compositor, siempre, Franz Schubert, con propósito exhaustivo entonces y antológico ahora. Y los cantantes, por fin, maestro y discípulo: Dietrich Fischer-Dieskau y Matthias Goerne.
La historia de la discografía tiene reservado un lugar de honor para la hazaña obrada por Fischer-Dieskau y Moore entre 1966 y 1972: grabar la totalidad de los Lieder para una sola voz de Schubert, exceptuados los protagonizados por una persona poética inequívocamente femenina, como la Margarita de Gretchen am Spinnrade o las canciones de Ellen, Mignon o Suleika. 21 discos, varias veces reeditados por Deutsche Grammophon y una suerte de Biblia para los amantes del género. Luego llegaría una integral aún más ambiciosa, protagonizada esta vez por un mismo pianista, Graham Johnson, y decenas de cantantes diferentes (el primer disco se confió a la gran Janet Baker), grabada y publicada entre 1987 y 1999 por el sello Hyperion. En ella ya colaboró el entonces muy joven y prometedor Matthias Goerne, al que Johnson confirió el privilegio de interpretar con sólo 29 años Winterreise, una de las cimas de la música occidental.
Una década más tarde era ya Goerne quien tomaba las riendas de su propio proyecto, grabando con cadencia más o menos anual colecciones de canciones agrupadas por afinidades electivas. Recurrió para ello a compañeros de viaje de primera hora (Eric Schneider y Andreas Haefliger), pianistas-directores de orquesta (Christoph Alexander Eschenbach e Ingo Metzmacher), acompañantes experimentados (Helmut Deutsch y Schmalcz) y la gran dama del piano schubertiano actual, la georgiana Elisabeth Leonskaja, que abriría el fuego en 2007. Fuera han quedado otros grandes pianistas con los que también ha colaborado Goerne en concierto (Alfred Brendel, Pierre-Laurent Aimard o Leif-Ove Andsnes), pero es él, con su inconfundible modo de cantar, con ese legato dúctil e infinito que aprendió de su maestro, quien insufla unidad al conjunto.
Especialmente dotado para expresar la tragedia, el drama íntimo, los dos centenares de Lieder de Schubert ahora compilados por Harmonia Mundi prestan a Goerne innumerables oportunidades para verter en sonidos el escalofrío, la conmoción, el dolor, el desasosiego, la turbación, la soledad, el abandono, la muerte presentida. Desde Erlkönig, con sus cuatro personas poéticas diferentes, compuesta por un Schubert aún adolescente, hasta Der Doppelgänger, la antesala misma del Lied romántico de la mano de Heinrich Heine, nacida pocos días antes de la muerte del músico, los Lieder de estos 11 discos (el decimosegundo contiene una magnífica versión de la Sonata para piano D. 960 tocada por Christoph Eschenbach) nos plantean un completo catálogo de emociones humanas, nos hablan de amor y desamor, de pasado y presente, de hombres y de dioses, de dicha y sufrimiento, de tormento y de éxtasis, del ser y la nada. Schubert los compuso para entenderse a sí mismo y surtirán idéntico efecto en quien logre sumergirse en sus versos. Son un espejo en el que mirarnos y un diván en el que comprendernos.
Franz Schubert. Lieder. Matthias Goerne (barítono) y varios pianistas. Harmonia Mundi, HMX2908750.61. 12 CD
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