Talento
En 'Line of Duty' la clave es una ingeniosa trama en cada caso y unos personajes perfectamente definidos
Si algo está claro en este mundo competitivo del mercado audiovisual es que los británicos son unos excelentes creadores de series policíacas, con un añadido a su favor: no utilizan efectos especiales, es decir, consideran al espectador un adulto al que se debe entretener con talento y calidad sin recurrir a la alta tecnología. Son series directas al cerebro, algo que sólo se consigue con unos guionistas espléndidos y una inagotable cantera de excelentes actores en los que predomina el dominio del oficio por encima de la belleza física.
La tercera temporada de Line of Duty (Movistar +) corrobora todo lo dicho anteriormente. Creada y escrita por Jed Mercurio con producción de la BBC y World Productions, hablamos de una serie en la que la clave es una ingeniosa trama en cada caso y unos personajes perfectamente definidos. El denominador común de las tres primeras temporadas es que los héroes y los villanos son todos policías. El enemigo está dentro, algo, por otra parte, perfectamente verosímil y si no, que se lo pregunten al ministro del Interior en funciones.
Y ya que mencionamos la competitividad del mercado justo es señalar que la primera temporada, exhibida en Gran Bretaña en BBC Two, tuvo el mejor rendimiento para la cadena en 10 años, logrando 4.1 millones de espectadores. El éxito de la segunda supuso la renovación de tres temporadas mas, y la guinda se puso en abril de 2014 al ser incluida en la lista de los 50 mejores espectáculos de todos los tiempos de la BBC Two.
Si en la primera temporada el meollo del asunto era, básicamente, el acoso y derribo de un brillante inspector jefe que había borrado de sus actos la frontera entre lo legal y la transgresión, en la segunda se trataba del asesinato de un testigo protegido. En la tercera, tan buena como las anteriores, el epicentro es un complicado caso de abusos de menores. Lo dicho: una excelente serie que deseamos se programe alguna vez en abierto.
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