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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Agridulce

La mayor ventaja de 'Schitt$ Creek' es, probablemente, la distancia que mantiene con cualquier atisbo de una moralidad inoportuna

Ángel S. Harguindey
Fotograma de 'Schitt$ Creek'.
Fotograma de 'Schitt$ Creek'.

Schitt$ Creek es una de esas comedias televisivas que te dejan un sabor agridulce, una mezcla de diálogos divertidos inmersos en un guion reiterativo, alargado en exceso. La segunda temporada se puede ver completa en Movistar +. La trama es ya un clásico del cine y la televisión: una familia rica y ostentórea se ve abocada por una serie de desastres financieros a vivir en un pequeño pueblo en el que la sencilla ordinariez es la reina de la casa. Bienvenidos al Norte, al Sur, al Este o al Oeste, da igual: en todas partes se añora lo perdido.

La mayor ventaja de esta producción canadiense es, probablemente, la distancia que mantiene con cualquier atisbo de una moralidad inoportuna. Hijo bisexual, hija pija, madre que se niega a perder el glamour de su etapa de actriz de telenovela y padre empresario triunfador al que su contable le ha estafado, sobreviven en un motel de mala muerte. Observan a los nuevos vecinos con displicente mirada entomológica hasta que, paulatinamente, van comprendiendo que los insectos son ellos.

Y es en esa evolución en donde surgen las situaciones más graciosas y los diálogos más divertidos, siempre dentro de un orden políticamente correcto. Los trabajos eventuales, los amoríos de un par de noches de verano, el choque de gustos entre lo sofisticado y lo recio, la vulgaridad de la política local, Schitt's Creek recrea un pequeño fresco perfectamente trasladable a estos pagos en el que los trabajos eventuales superan siempre el 90% de los nuevos empleos y sobran empresarios que se despeñan por el abismo de la quiebra por méritos propios o ajenos. Hablar de la vulgaridad de la política sería una redundancia.

Mención aparte es el estilismo de dos de los protagonistas, la madre (una estupenda Catherine O'Hara) y el hijo (un muy correcto Daniel Levy). Para que se hagan una idea se puede afirmar que las chaquetas de Jack Nicholson en El honor de los Prizzi son un canto a la sobriedad.

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