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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Videntes

Consultorios astrológicos, rituales, conjuros y sortilegios de toda índole emiten durante las 24 horas del día

Rosario G. Gómez
Imagen de un programa de televisión dedicado al tarot.
Imagen de un programa de televisión dedicado al tarot.

La mayoría son piratas, pero a ninguna Administración parece importarle que el dial televisivo esté inundado de canales sin licencia dedicados al esoterismo, la videncia, el ocultismo y el tarot. Emiten consultorios astrológicos, rituales, conjuros y sortilegios de toda índole durante las 24 horas el día, vulnerando gravemente una ley que prohíbe difundir contenidos de este tipo en horario de protección infantil. Cómodamente instaladas, estas emisoras se lucran con las llamadas de espectadores incautos, supersticiosos e ignorantes, que pagan una tarifa extra cada vez que llaman al teléfono del programa.

En Tarotéame, los supuestos videntes responden a preguntas sobre “seres de luz” y lo hacen a través de “conexiones con el mundo espiritual”. En Tarotvisión espantan la negatividad y usan la “mediumividad” (dixit) para encontrar, por ejemplo, a los tres perritos que ha perdido una cándida abuelita: “Están en una casa blanca con algo verde. Esa casa tiene un nombre, pero... ahora no me viene”, dice la autoproclamada médium. En otra consulta, una mujer llama preocupada por el atormentado devenir del matrimonio de su hijo. El consejo de la echadora de cartas no tiene desperdicio: “Rézale una novena a San Benito, que corta cualquier cosa de brujería. Es un santo que tiene la facultad de romper hechizos”. Sandro Rey, uno de los veteranos, otorga a los fieles que se asoman a su consultorio un número de la suerte con el que jugar a la lotería. Y dice, orgulloso, que él es “el único que ha repartido 20 millones de euros”. Eso sí, con la ayuda de un ritual que repite una y otra vez: “Le pido a la energía del universo y a la magia de la fortuna...”.

Mientras este ejército de visionarios echa frenéticamente los naipes (a veces hasta con una baraja de póker) y se lucran a costa de la credulidad de la gente, nadie toma cartas en el asunto.

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