Belén Esteban & súbditos
Belén Esteban, la diva bandera de Telecinco, ha ganado 'Gran Hermano VIP', el 'reality' bandera de Telecinco, ¿cómo se les queda el cuerpo?
¡Paren rotativas! Bueno, paren la web. Bueno, paren lo que haya que parar, analógico o digital, para glosar un hecho insólito: Belén Esteban, la diva bandera de Telecinco, ha ganado Gran Hermano VIP, el reality bandera de Telecinco, ¿cómo se les queda el cuerpo? Ya habrá eruditos demoscópicos que analicen con perspectiva los resultados de tan disputada contienda. Anoche, ya había enterados que aventuraban hipótesis a tontas y a locas. Unos, que si ha habido pucherazo de la cadena. Otros, que si con el rodillo de la Esteban no hay oposición que valga. Otros, que la audiencia es libre y soberana y pone a cada uno en su sitio. Vale. Yo en si ha habido tongo ni entro ni salgo. Pero lo que ha quedado claro en esta edición de ¿lujo? de la madre de todos los realities que en la parrilla han sido es que en la lucha entre David y Goliat –más allá del apasionante debate suscitado entre los concursantes sobre si los susodichos son dos personajes bíblicos, o dos extronistas de Mujeres, hombres y viceversa– suele ganar el más fuerte. Y aquí y ahora, Belén Esteban es la reina absoluta de según qué audímetros.
La apuesta era segura. Un concurso diseñado a mayor gloria –y miseria- de la musa de la marca. El resto del casting, eso sí, tuvo que ganarse el puesto a pulso. Salvo Olvido Hormigos, metida a calzador para propiciar la pelea de uñas de gel entre dos madres coraje, los otros comparsas fueron elegidos por lo abultado de sus currículos y el volumen de sus atributos. Los figurados, y los otros. Así, teníamos a Coman, de Adán y Eva, un guineano espléndidamente dotado por la naturaleza a todos los niveles. A Kiko Rivera Pantoja, al que no le cabían los suyos entre los muslos despatarrados sobre todas las superficies. A Ylenia (a secas, con ese nombre ¿quién necesita apellidos?), de Gandía Shore, con sus medallas siempre en bandeja. Y a un número indeterminado de Very Important Mindundis de cuyo nombre ahora mismo no me acuerdo. Lo mejor de cada casa, en efecto.
Belén estuvo como siempre: soberbia. “Puedo gustar o no gustar, pero he sido como Dios me ha parido, y a tomar por culo”, dijo resumiendo ella misma su paso por la casa de Guadalix de la Sierra en un prodigio de síntesis y elegancia semántica. Pues eso. Que estuvo como es ella. Maleducada. Inculta. Histérica. Llorona. Maniquea. Manipuladora. Sentimental. Auténtica. Tan ella misma estuvo, que a su lado, la pobre Aguasantas Vilches, la ex novia del hijo de la exesposa de un primo de la Pantoja, que logró la hazaña de quedar segunda en el torneo, parecía una virgen prerrafaelita, con su micra de frescura e inocencia ante los resabios de la tirana. Las monarquías absolutas tienen sus peros. Pocos se atreven a decirle a la reina que está desnuda. Y ni siquiera los subversivos de la corriente #labrujadelpueblo y su maquiavélica campaña en las redes para derrocar a la sátrapa pudo con el Belenato establecido.
Lo dicho. Un ambiente entre patio de colegio, terapia de grupo de un psiquiátrico, comuna, y cantina de un centro penitenciario, parecía esa leonera. Un matriarcado, en cualquier caso. Un microcosmos de civilización posmoderno donde las mujeres partían el bacalao, o abrían los botes de mayonesa, que para el caso viene a ser lo mismo, y luchaban por el liderazgo de la tribu ante la impotencia de los machos opresores. Una guerra sucia en la que todo vale. Sucedió en el plató, la víspera de la final durante un tira y afloja entre Olvido Hormigos e Ylenia:
-Choni, más que choni, difamó la de Los Yébenes a la de Gandía Shore.
-Señora, que eres una señora, contratacó la aludida, el peor insulto que se le puede esputar a una cuarentona.
Luego vinieron los “puta”, “guarra” y “metemierda”, lo típico en cualquier té de las cinco entre amigas de toda la vida, vamos. Pero la suerte estaba echada. Belén ya tiene Sálvames, Deluxes y Polígrafos para otro año. Y Mediaset otra horda de carne fresca para su picadora de ídem. Al final, la vencedora se mostró espléndida y donó el dinero a organizaciones benéficas en una pirueta digna de su listeza para seguir alimentando al troll que la devora por dentro. Antes, había regalado desinteresadamente una perla de poesía conceptista capaz de guiar a mucho extraviado en el insondable caos de este principio de milenio. “Tengo el coño de aquí a Logroño”.
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