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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cotillear bien

La crónica de sucesos más o menos escabrosos y el cotilleo poseen un grado de adicción en los espectadores televisivos que resulta revelador del alma humana

David Trueba
Una imagen de un programa de 'Sálvame'.
Una imagen de un programa de 'Sálvame'.

La crónica de sucesos más o menos escabrosos y el cotilleo poseen un grado de adicción en los espectadores televisivos que resulta revelador del alma humana. El miedo, rasgo natural, se alimenta con las tragedias cotidianas, y cuanto más viles y salvajes resultan, más nos convencen de que ese miedo es una reacción inteligente, y no penosa, al mundo que nos rodea. El cotilleo alimenta otra adicción: la necesidad de escrutar a los demás. Condenados a ambos contenidos, sería bueno que se ejecutaran de manera más digna. La crónica de sucesos alimentó durante un par de siglos alta literatura que, pese a ser popular y de adicción fácil, alcanzó cotas de enorme talento. En el cotilleo parecemos condenados a un llamativo juicio moral siempre reaccionario.

La primera cuestión fallida del cotilleo es la elección de personajes, que suelen ser previsibles y primarios. Los programas más interesantes de cotilleo tienen siempre el defecto de estar dedicados a una panoplia de personajes a los que se trata como al payaso de feria, de quien no se solicita una gracieta porque tan solo sirve para lanzarle pelotazos sin que rechiste. Convertido en un modo de vida, estos personajes se pliegan a los ciclos de castigo y reivindicación que la cadena impone. Hace poco, la francesa TV5 emitió uno de sus programas populares, llamado Un día, un destino, y resultaba llamativa la calidad del montaje, cercano a un documental cinematográfico. Estaba centrado en la relación entre la cantante François Hardy y su pareja durante casi dos décadas, el actor y también cantante Jacques Dutronc.

La calidad y excentricidad particular de los personajes permitía establecer un grado alto de cotilleo sin renunciar a la sorpresa por su capacidad para interpretar el proceso sentimental de manera poco previsible. De hecho, que después de su separación cantaran juntos o siguieran siendo capaces de frecuentarse y criar un hijo se presentaba como la normalidad racional contraria al sanguíneo rencor de tanto personaje popular en España. Gente de talento, libre, que se sometía a la entrevista del presentador Laurent Delahousse con un discurso nada sumiso a las costumbres y la moral general. El cotilleo necesita una reescritura ambiciosa del concepto, pero a pocos interesa cambiar algo en el corral de las gallinas de los huevos de oro.

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